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jueves, 25 de agosto de 2022

Sepamos estar vigilantes para en todo momento o circunstancia y también en las personas a nuestro lado descubrir esas señales de Dios que llega a nuestra vida

 


Sepamos estar vigilantes para en todo momento o circunstancia y también en las personas a nuestro lado descubrir esas señales de Dios que llega a nuestra vida

1Corintios 1, 1-9; Sal 144; Mateo 24, 42-51

¿Quién tiene que cuidar la casa o los bienes de la casa? Nos habla del dueño de la casa o nos habla de aquel a quien se la confiado una misión de tener todo preparado ante la inminencia de la llegada de alguien; pero se nos habla también del administrador de los bienes, o de aquellos que han sido empleados para mantener todo en orden y realizar los necesarios servicios, como se nos está hablando de cada uno de nosotros que ha de cuidarse y ha de cuidar sus cosas.

Parece poco menos que una multitud. Claro que hablamos en un lenguaje y unas costumbres de otra época porque hoy disponemos de otros sistemas de vigilancia más sofisticados y hasta mas fiables desde la tecnología con que hoy vivimos, que ni necesitamos un vigilante detrás de la puerta y hasta si queréis ni una llave física que abra o cierre, porque la electrónica puede hacer milagros hasta para abrirnos la puerta o tener preparadas las cosas que necesitemos cuando lleguemos.

Pero ya sea de una forma o de otra, bien empleemos los medios tradicionales o vivamos sujetos a los milagros de la electrónica, siempre sin embargo seguimos hablando de vigilancia y de preparativos. Pero además por mucha inteligencia artificial que esté a nuestro alcance hay algo que nada puede sustituir a la humanidad que la persona ha de saber darle a esa espera, a esa vigilancia o a esa acogida de quien llegue a nuestra casa. Nada puede sustituir una sonrisa, una palabra amable salida del corazón, una mano tendida y llena de calor para dar un abrazo que llegue al corazón.

Tienen estos textos del evangelio que estamos comentando un lenguaje un tanto apocalíptico haciéndonos pensar en los últimos tiempos, pero también es una referencia y un mensaje para estar preparados a la venida del Señor a nuestra vida, que además puede llegar a nosotros de muy diferentes maneras. No pensamos únicamente en unas apariciones espectaculares con las que se hiciera presente Dios en nuestra vida, sino saber descubrir, estar atento, en el día a día de nuestra vida para llegada o para esa llamada del Señor. Claro que necesitamos estar atentos, claro que tenemos que saber descubrir los signos y señales de su presencia, claro que tenemos que despertar en nosotros una sintonía especial para poder escuchar esa sintonía de la presencia de Dios.

Algunas veces las señales pueden ser oscuras y difíciles de interpretar, porque quizá sonarán para nosotros en la dificultad del camino de la vida o en los problemas que se nos van presentando, en ese imprevisto que nos hace trastocar muchas veces nuestros planes, o en esas amarguras que en ocasiones se nos pueden presentar en el fondo de nuestro corazón con problemas que reaparecen, con oscuridades que nos llenan de miedos y desconfianzas, con incertidumbres que se nos presentan. En medio de todo eso puede sonarnos también la señal de Dios que nos llama y que nos hace despertar. Es necesario afinar bien las antenas del alma para saber descubrir ahí esa presencia de Dios, que aun en la amargura, siempre será presencia de salvación.

Y eso nos tiene que hacer pensar en mucho más, esa sintonía de humanidad que tiene que haber en nuestra vida para saber encontrarnos con el otro, para saber sentir que quien está a nuestro lado es mi hermano. Que sepamos descubrir y ver siempre a la persona, que tenemos que escuchar y que tenemos que acoger, a quien hemos de saber dar el abrazo que tanto esté necesitando, y también de quien hemos de sentirnos amados.

Sepamos estar vigilantes para en todo momento descubrir esas señales de Dios que llega a nuestra vida.

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