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martes, 23 de agosto de 2022

Rectitud de nuestro corazón, misericordia y compasión de las que hemos de rebosar, armonía y paz interior desde la fidelidad al camino recto

 


Rectitud de nuestro corazón, misericordia y compasión de las que hemos de rebosar, armonía y paz interior desde la fidelidad al camino recto

2Tesalonicenses 2, 1-3a. 14-17; Sal 95; Mateo 23, 23-26

Mantener el equilibrio no es fácil; podríamos llegar a decir que es todo un arte; difícil es que con fuerzas opuestas que tiran o empujan de nosotros de un lado o de otro podamos mantenernos en ese equilibrio. El equilibrista, el que se lo toma como un arte y una exhibición tendrá que entrenar mucho no solo físicamente sino mentalmente para lograrlo.

Pero no quiero ahora hablar de esos artistas que vemos en la calle haciendo sus exhibiciones, o en un circo, sino de esos equilibrios que muchas veces nos vemos forzados a ir haciendo en la vida. Será el mantenernos firmes y con serenidad ante los embates de la vida que muchas veces son fuertes, y nos cuesta mantener esa serenidad interior para mantener la paz, para sentirnos seguros en lo que hacemos, para mantener el ritmo de la vida, para no cansarnos y tirar la toalla porque los momentos sean difíciles. Ahí buscamos siempre la rectitud, el actuar bien y en conciencia sin dejarnos influir o arrastrar por muchos cantos de sirena que pretenden atraernos.

Pero hay otros equilibrios, y no sé si llamarlos falsos, que vemos haciendo a muchos, o acaso nosotros nos hayamos visto envueltos en ellos también, porque está lo que sabemos que es justo y es recto, pero quizás queremos mantener una apariencia, cuando en el fondo hemos sido débiles y no hemos actuado conforme a aquella rectitud de conciencia que deberíamos de haber tenido. Y vienen las apariencias y las vanidades, viene el querer mantener la imagen cuando en el fondo sabemos que no somos tan buenos porque muchas hemos hecho lo que no es correcto; y muchas veces cuando estamos actuando desde esa apariencia y vanidad hasta, como una reacción, nos volvemos incluso exigentes con los demás. ¿Podemos llamar a eso equilibrio o será la vanidad de la doble caras que queremos poner?

Qué importante es la autenticidad con que vivamos la vida, incluso sabiendo que somos débiles y muchas veces vamos tropezando en muchas cosas que no hacemos del todo bien. Nos cuesta incluso ser sinceros con nosotros mismos, y entonces tampoco seremos sinceros con los demás, no mostraremos la autenticidad de nuestra vida; pensamos quizá que perdemos puntos si los que están a nuestro lado ven nuestra debilidad. Qué difícil es vivir momentos y situaciones así.

Me estoy haciendo esta reflexión que os estoy ofreciendo desde una lectura del evangelio donde Jesús pide esa autenticidad en la vida. en este caso, son las diatribas que mantienes con los fariseos, a los que precisamente llama hipócritas; hipócrita es el que no usa una cara auténtica, no dejando ver su cara propia, sino expresando cosa distinta a lo que es él por dentro. La palabra viene de aquellas caretas que se utilizaban en el teatro griego para caracterizar a los personajes de la comedia.

Cuantas veces nosotros también, tal como nos dice hoy el evangelio en lo que Jesús echa en cara a los fariseos, nosotros estamos dándole importancia a cosas nimias que pareciera que las convertimos en esenciales, y no olvidamos, como nos dice Jesús, de la justicia, la misericordia, la fidelidad y la compasión.

Habla de colar un mosquito y tragarse un camello; habla de pagar el diezmo por el comino y la hierbabuena, mientras no somos capaces de tener misericordia en el corazón en el trato con los demás; habla de limpiar mucho la copa por fuera, pero por dentro está llena de miseria y suciedad. No mantengamos esa imagen externa como para mantener un prestigio, sino que limpiemos y purifiquemos nuestro corazón de toda maldad. Ya nos dirá en otro momento que la maldad no nos entra por la boca, sino que sale de nuestro corazón cuando lo tenemos maleado.

¿Equilibrios, como decíamos al principio? La rectitud de nuestro corazón, la misericordia y la compasión de las que hemos de rebosar, la armonía y la paz que logramos en nuestro interior cuando nos mantenemos fieles y actuamos en todo momento con rectitud porque muchos que sean los embates que recibamos.

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