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viernes, 6 de mayo de 2022

Dejemos que el Espíritu de Jesús resucitado nos abra el corazón para que entendamos su Palabra y El habite en nosotros y nosotros en El

 


Dejemos que el Espíritu de Jesús resucitado nos abra el corazón para que entendamos su Palabra y El habite en nosotros y nosotros en El

Hechos de los apóstoles 9, 1-20; Sal 116; Juan 6, 52-59

Algunas veces nos cuesta entender. No sabemos interpretar el sentido de las palabras o estamos tan ofuscados con nuestros pensamientos que somos incapaces de abrirnos a algo nuevo que se nos quiere decir. Nos refugiamos quizá en lo que siempre se ha hecho, un recurso fácil en muchas ocasiones para encerrarnos en nuestro inmovilismo o el tener que enfrentarnos a algo nuevo que nos podría comprometer más, o con ideas preconcebidas pretendemos hacer nuestras interpretaciones que conllevan quizá ciertas rebajas a la hora de un compromiso. No sabemos interpretar las imágenes que con un lenguaje más poético quizás se nos ofrecen para que nos trascendamos de esa como rutina en la que vivimos.

Las palabras de Jesús nos ofrecen una realidad nueva, se nos llenan de imágenes como sucede tantas veces en las parábolas para que a través de esas realidades de la vida seamos capaces de ir más allá para entender un mensaje que nos eleva o que nos pone en nuevo camino. No nos quedamos en la parábola del sembrador en una semilla que el sembrador echó a voleo y al que podríamos criticar por no saber bien en qué campos echar la semilla, y todos entendemos de esa Palabra que quiere trasmitirnos Jesús y que tendrá que dar fruto en nuestros corazones.

Así lo que hoy Jesús nos está diciendo. Nos habla de pan de vida, de pan bajado del cielo, nos habla de no morir para siempre y nos habla de comer su carne. Todo un montón de imágenes en las que no nos podemos quedar en la materialidad de las palabras. Si habla de pan bajado del cielo no es para pensar en el maná que comieron sus padres en el peregrinar del desierto, porque ya aquello entonces tenía también su significado en la presencia y en la fuerza de Dios para hacer aquel peregrinaje por el desierto.

Hoy nos habla Jesús de comer su carne y de beber su sangre y ya los judíos de Cafarnaún se estaban viendo como antropófagos que comían y bebían carne y sangre humanas. No podía aceptarlo con interpretaciones así, no podrían aceptarlo si no se abrían a algo nuevo que Jesús les estaba diciendo. ¿Cómo podrían aceptarlo sin hacer una buena interpretación de las palabras de Jesús si ya incluso la Biblia les impedía – quizás por razones incluso higiénicas y de salud – el beber la sangre de los animales o comer lo que con la sangre se pudiera elaborar?

Cuando Jesús les ha venido hablado de ese pan vivo bajado del cielo que había que comer, ya tenían que estar entendiendo cómo había de ser ese alimentarse de lo que Jesús nos estaba ofreciendo. No era simplemente un alimento material que llenara nuestros estómagos, sino que estaba hablándonos de algo que podía darnos vida, que podía darnos un sentido de vida cuando aceptábamos las palabras de Jesús. Por eso nos insiste en el creer en El.

Creemos en Jesús y en su Palabra para dejarnos transformar por El. Hoy emplea la imagen de que quien le come se siente como habitado por Jesús lo que viene a significar toda esa transformación de nuestra vida cuando creemos en Jesús y su Palabra la hacemos vida de nuestra vida. No somos ya nosotros, es Cristo que vive en mi, es que yo desde esa fe tendré que reflejar en mi vida lo que es la vida de Jesús; es algo nuevo que tengo que vivir, algo nuevo que yo tengo que ser; es ese llenarme de Jesús, de su Palabra para ser un hombre nuevo. No nos reflejamos a nosotros mismos sino que tenemos que reflejar a Jesús. El habita en nosotros y nosotros habitaremos en El.

Dejemos que el Espíritu de Jesús nos abra el corazón. Ahora en el tiempo pascual repetidas veces hemos escuchado cómo Jesús abrió el corazón de sus discípulos para que entendieran las Escrituras donde estaba anunciado que El había de resucitar. Es lo que tenemos que hacer para poder escuchar bien y entender su Palabra, vivir su vida nueva, ser esos hombres nuevos porque nos hemos dejado transformar por el Espíritu de Jesús.

 

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