Seamos capaces de leer nuestra historia personal que también
ha sido para nosotros una historia de salvación y nos sintamos así impulsados a
dar respuesta al Señor
Jonás 3, 1-10; Sal 50; Lucas 11, 29-32
En la vida no podemos
ir con los ojos cerrados para no tener en cuenta la realidad de los
acontecimientos que vamos viviendo o que suceden en nuestro entorno. Todo
cuanto sucede el hombre de provecho intenta hacer una lectura de ello porque de
ello quiere aprender, siempre hay algo nuevo que podemos descubrir, que nos
abre horizontes, que nos hace comprender la vida misma que vivimos. No nos
encerramos en nuestra autosuficiencia sino que con ojos atentos leemos la vida
para sacar lecciones para nuestro vivir, para enriquecer nuestra vida misma.
Una forma de crecer y de madurar como personas.
Pero al mismo tiempo
miramos la historia, porque aunque sean acontecimientos acaecidos en otra época
y en otras circunstancias, sin embargo también hay algo que tenemos que
aprender de lo sucedido a otros y en otros tiempos. Leer y estudiar la historia
no es simplemente recordar unos hechos, hacer memoria de unas fechas, acontecimientos
o personajes, pero quedarnos en una mirada a la lejanía que pareciera que ahora
nada tiene que decirnos. Ahí encontramos ejemplos y hasta podemos ver
reflejados los hechos que ahora nos suceden porque en fin de cuentas el ser
humano es el ser humano aunque sean distintas las circunstancias históricas que
cada uno vivamos.
Si el hombre creyente
sabe discernir la presencia de Dios en el ahora de nuestra historia, de la
misma manera mira esa historia y trata de descubrir también ese actuar de Dios
en aquellos acontecimientos que la historia nos relata. Para el creyente
verdadero toda historia es de alguna manera una historia de salvación, lo fue
para las personas de aquellos tiempos, como lo es ahora para el momento que
vivimos, pero en la historia de la salvación siempre veremos ese actuar de Dios
que ahora nos enseña también.
Es lo que vemos
reflejado en la Biblia, lo que podemos y debemos leer en los antiguos
acontecimientos viendo ese actuar de Dios que a través de todos los tiempos nos
está manifestando su amor. Y en el actuar de aquellas personas que vivieron
aquellos antiguos acontecimientos, con la respuesta que en cada momento daban
podemos aprender para la respuesta que nosotros ahora hemos de dar. Qué
importante es la lectura de la Biblia, entonces, para nosotros, porque ahí está
contenido todo lo que ha sido la voluntad de salvación de Dios para con la
humanidad expresada y vivida en cada momento de la historia.
Me hago esta reflexión
viendo cómo Jesús hoy en el evangelio quiere enseñar a la gente de su tiempo a
hacer esa lectura de la historia de la salvación que nos vale para nosotros
también. En aquella obsesión de los judíos de estar pidiendo continuamente
pruebas que les llevaran a creer y aceptar a Jesús – obsesión que podemos decir
que tenemos nosotros también que de la misma manera estamos siempre el milagro
que nos dé las pruebas para creer – Jesús les dice que no se les dará más signo
que el de Jonás. Les hace leer de nuevo, podríamos decir, aquel acontecimiento
de la historia reflejado en la vida del profeta para que descubran cual ha de
ser la respuesta que ellos ahora también han de dar.
Jonás, aunque renuente
al principio de ir a Nínive a predicar la conversión, cuando al final se decide
a responder a la misión que Dios le ha confiado, se encuentra con un pueblo que
escucha la voz del profeta y se convierte de corazón al Señor. Por eso les dice
que en los tiempos finales las gentes de Nínive se volverán en contra de los judíos
de la época de Jesús, porque ellos escucharon la voz del profeta y ahora tenían
a alguien mayor que aquel profeta que era Jesús mismo y sin embargo no lo
escuchaban.
Y nosotros, ¿qué
respuesta damos hoy a la llamada que nos hace el Señor? Creo que esta Palabra
de Dios que se nos está proclamando cuando apenas hemos comenzado este tiempo
de Cuaresma es una fuerte advertencia para que también en estos cuarenta días –
como en los tiempos de Jonás en Nínive – recapacitemos, seamos capaces de leer
nuestra historia, la historia de nuestra vida, que también para nosotros es una
historia de salvación y demos respuesta a la llamada del Señor.
Recordemos, sí,
nuestra historia, nuestra vida, cuanto nos ha sucedido, cuántas veces en
nuestros problemas y angustias invocamos al Señor y si hoy estamos aquí es
porque el Señor en su amor misericordioso estuvo a nuestro lado y pudimos
seguir el camino de nuestra vida. El recuerdo de esas gracias que a lo largo de
la vida hemos recibido del Señor, tendrían que motivarnos ahora a una autentica
conversión al Señor. Es el camino de la Cuaresma que hemos de recorrer para
llegar a la Pascua.
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