En Dios vamos a encontrar eso que más ansiamos desde lo hondo
del corazón, llenos de paz nos sentiremos verdaderamente iluminados con una luz
nueva
Ester 4, 17k. l-z; Sal 137; Mateo 7,
7-12
Claro que cuando
buscamos queremos encontrar o cuando pedimos queremos tener respuesta a nuestra
petición. Pedimos ayuda, pedimos compañía, pedimos una respuesta a un
interrogante, pedimos desde lo que no podemos tener por nosotros mismos,
pedimos desde nuestra necesidad, pedimos paz. Algunas veces podemos sentirnos
frustrados porque lo que pedíamos no lo alcanzamos, no nos dieron respuesta,
¿se hicieron sordos quizá a nuestra petición?
Pero es que puede
suceder al revés, nos piden y no somos capaces de prestar aquella ayuda,
rehuimos el encuentro con aquellos que sabemos que desde su necesidad nos van a
pedir, somos nosotros los que nos hacemos los oídos sordos, aunque no siempre
es negativo, porque también hay algo bueno aún en nuestro corazón e intentamos
hacer algo, aunque quizá no alcanzamos a hacer todo lo que era necesario.
Así somos humanamente,
generosos en ocasiones, tacaños en otras, renuentes para no enterarnos de la
necesidad, con dolor en el corazón por no poder hacer todo lo que hubiéramos
querido, se entremezclan muchos sentimientos, actitudes, o gestos de nuestra
vida. Ojalá supiéramos siempre dar respuesta, ojalá no se cierren nuestros oídos
al clamor de los que nos piden, ojalá
tengamos suficiente luz en el corazón para dar respuestas que satisfagan y que
ayuden. Dentro de nosotros quizás nos debatimos en dudas, en sufrimientos, y
también en momentos de luz que nos llenan de satisfacción.
Hoy Jesús en el
evangelio nos habla de la oracion y quiere sembrar confianza en nuestro
corazón, porque nos dice que ‘quien pide recibe, quien busca encuentra, y a
quien llama se le abre’. Y nos lo dice con total seguridad, porque a quien
acudimos en nuestro oracion es un Padre bueno, de infinito amor y que nos ama
con ese amor infinito. Nos quiere invitar a la confianza porque nos dice que qué
padre si su hijo le pide pan le va a dar una piedra o una serpiente. Es el
amor infinitamente generoso de Dios. Y nos invita a la confianza con esa
seguridad total de lo que es el amor de Dios, porque muchas veces dudamos,
pedimos pero no lo hacemos con confianza, acudimos a Dios en nuestra oración
pero somos demasiado interesados y muy materialistas en lo que pedimos.
Porque nuestra oración
no ha de ser solo pedir, como quien lleva la lista de la compra al supermercado
y allí vamos a buscar esas cosas en las que estamos interesados. Nuestra
oración tiene que ser algo más porque para empezar tenemos que ser conscientes
de lo que tiene que significar ese encuentro con el Señor. Y no es simplemente
leer la lista de la compra, sino que tenemos que aprender a gozarnos de la
presencia de Dios en nuestra vida, gozarnos en su amor. Nos sentimos a gusto
con El porque nos estamos encontrando con su amor y estamos sintiendo toda su
ternura de amor en nuestra vida. Por ahí tendríamos que comenzar, disfrutar de
esa presencia de amor.
Y es que en Dios vamos
a encontrar eso que más ansiamos desde lo hondo del corazón. Y es que en Dios
nos vamos a sentir llenos de paz y nos veremos iluminados interiormente para
vernos nosotros y para ver todo lo que es la realidad de la vida de una forma
distinta. Y entonces nuestra oración no será interesada ni egoísta, sino que
cuando nos abrimos así al amor de Dios, nos estaremos abriendo también al amor
del hermano, al amor que a todos hemos de tener y se nos van a caer del alma
todos esos conflictos que llevamos en nuestro interior por la relación que
mantenemos con los demás. Será una mirada nueva para vernos nosotros pero para
ver también cuanto nos sucede con los demás.
Que sea así
enriquecedora para nuestra vida la oración, porque quienes se llenan de Dios su
vida será distinta, otros serán los valores que vivirán, crecerán desde lo más
hondo en su espíritu.
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