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jueves, 5 de marzo de 2020

En Dios vamos a encontrar eso que más ansiamos desde lo hondo del corazón, llenos de paz nos sentiremos verdaderamente iluminados con una luz nueva


En Dios vamos a encontrar eso que más ansiamos desde lo hondo del corazón, llenos de paz nos sentiremos verdaderamente iluminados con una luz nueva

 Ester 4, 17k. l-z; Sal 137; Mateo 7, 7-12
Claro que cuando buscamos queremos encontrar o cuando pedimos queremos tener respuesta a nuestra petición. Pedimos ayuda, pedimos compañía, pedimos una respuesta a un interrogante, pedimos desde lo que no podemos tener por nosotros mismos, pedimos desde nuestra necesidad, pedimos paz. Algunas veces podemos sentirnos frustrados porque lo que pedíamos no lo alcanzamos, no nos dieron respuesta, ¿se hicieron sordos quizá a nuestra petición?
Pero es que puede suceder al revés, nos piden y no somos capaces de prestar aquella ayuda, rehuimos el encuentro con aquellos que sabemos que desde su necesidad nos van a pedir, somos nosotros los que nos hacemos los oídos sordos, aunque no siempre es negativo, porque también hay algo bueno aún en nuestro corazón e intentamos hacer algo, aunque quizá no alcanzamos a hacer todo lo que era necesario.
Así somos humanamente, generosos en ocasiones, tacaños en otras, renuentes para no enterarnos de la necesidad, con dolor en el corazón por no poder hacer todo lo que hubiéramos querido, se entremezclan muchos sentimientos, actitudes, o gestos de nuestra vida. Ojalá supiéramos siempre dar respuesta, ojalá no se cierren nuestros oídos al clamor de los que  nos piden, ojalá tengamos suficiente luz en el corazón para dar respuestas que satisfagan y que ayuden. Dentro de nosotros quizás nos debatimos en dudas, en sufrimientos, y también en momentos de luz que nos llenan de satisfacción.
Hoy Jesús en el evangelio nos habla de la oracion y quiere sembrar confianza en nuestro corazón, porque nos dice que ‘quien pide recibe, quien busca encuentra, y a quien llama se le abre’. Y nos lo dice con total seguridad, porque a quien acudimos en nuestro oracion es un Padre bueno, de infinito amor y que nos ama con ese amor infinito. Nos quiere invitar a la confianza porque nos dice que qué padre si su hijo le pide pan le va a dar una piedra o una serpiente. Es el amor infinitamente generoso de Dios. Y nos invita a la confianza con esa seguridad total de lo que es el amor de Dios, porque muchas veces dudamos, pedimos pero no lo hacemos con confianza, acudimos a Dios en nuestra oración pero somos demasiado interesados y muy materialistas en lo que pedimos.
Porque nuestra oración no ha de ser solo pedir, como quien lleva la lista de la compra al supermercado y allí vamos a buscar esas cosas en las que estamos interesados. Nuestra oración tiene que ser algo más porque para empezar tenemos que ser conscientes de lo que tiene que significar ese encuentro con el Señor. Y no es simplemente leer la lista de la compra, sino que tenemos que aprender a gozarnos de la presencia de Dios en nuestra vida, gozarnos en su amor. Nos sentimos a gusto con El porque nos estamos encontrando con su amor y estamos sintiendo toda su ternura de amor en nuestra vida. Por ahí tendríamos que comenzar, disfrutar de esa presencia de amor.
Y es que en Dios vamos a encontrar eso que más ansiamos desde lo hondo del corazón. Y es que en Dios nos vamos a sentir llenos de paz y nos veremos iluminados interiormente para vernos nosotros y para ver todo lo que es la realidad de la vida de una forma distinta. Y entonces nuestra oración no será interesada ni egoísta, sino que cuando nos abrimos así al amor de Dios, nos estaremos abriendo también al amor del hermano, al amor que a todos hemos de tener y se nos van a caer del alma todos esos conflictos que llevamos en nuestro interior por la relación que mantenemos con los demás. Será una mirada nueva para vernos nosotros pero para ver también cuanto nos sucede con los demás.
Que sea así enriquecedora para nuestra vida la oración, porque quienes se llenan de Dios su vida será distinta, otros serán los valores que vivirán, crecerán desde lo más hondo en su espíritu.

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