La
vida nos llena de sorpresas pero sepamos descubrir lo bueno y positivo de los
otros para valorar la fe y el bien hacer de los demás
1Timoteo 2,1-8; Sal 27; Lucas 7,1-10
Nos sorprendemos porque eso no nos lo
esperábamos de esas personas. De alguna manera hacemos una cierta
discriminación porque por la condición de las personas, por lo que prejuzgamos
que sea su manera de pensar o su sentido de la vida, porque en este caso no son
personas que nos parezcan religiosas o al menos a nuestra manera, esa reacción,
esas respuestas que les vemos dar nos sorprenden. De alguna manera estamos
haciendo referencias a aspectos religiosos de la vida, pero nos sucede en otros
muchos aspectos. Vamos con desconfianza o con prejuicios en la vida, y de
repente no encontramos lo que esperábamos y nos sorprendemos.
Siempre recuerdo una conversación que
escuché siendo aún joven a una persona que se daba por muy religiosa de toda la
vida, que hablaba haciendo referencia al entusiasmo que mostraban algunos en
ese aspecto religioso y cristiano porque habían tenido un encuentro especial en
un cursillo o unos ejercicios; y esta persona desconfiaba de esas reacciones de
aquellas personas y sacaba a colación su historia pasada o la de las familias
de aquellas personas; ‘ya sabemos, decía, quienes de donde vienen y cómo
actuaban en otros tiempos…’ No le cabía en la cabeza que aquellas personas
pudieran cambiar realizando una conversión de su corazón al Señor. Se
sorprendía porque aquellas personas actuaran así, como yo me vi. Sorprendido por
la ceguera de quien hacía aquellos comentarios tan llenos de desconfianza
cuando además se tenia por una persona muy religiosa y muy cristiana.
Algo así nos sucede con el evangelio
que hoy escuchamos. Nos habla de un centurión romano, por tanto un pagano, no
de religión judía. Acude a Jesús porque tiene un criado enfermo y al que
aprecia mucho. Ha hecho todo lo posible por lograr que sane de su enfermedad y
ahora acude a Jesús. Se vale de unos intermediarios que interceden por él ante
Jesús y Jesús se dispone a acercarse a la casa del centurión. Pero de nuevo le envía
mensajeros diciendo que no es digno de que Jesús entre en su casa. Confía en la
palabra de Jesús. Podemos decir que tiene una fe ciega en Jesús a pesar de no
ser judío pero algo ha descubierto en su corazón que le hace poner toda su fe
en Jesús.
Proclamará Jesús a continuación que nunca
ni en todo Israel ha encontrado nadie con tanta fe. Es la sorpresa de Jesús,
pero será la sorpresa más bien de los discípulos y de cuantos les rodean por esa
alabanza que Jesús hace de la fe de aquel hombre. Nos ha servido de paradigma
para nosotros de manera que hasta en la liturgia hemos tomado prestadas sus
palabras para expresar nuestra oración y la humildad del corazón cuando nos
acercamos a Dios. Para nosotros un buen ejemplo de cómo poner nuestra confianza
con humildad en el Señor que nos escucha y que se acerca a nosotros para
limpiarnos, para llenarnos de su vida y de su gracia.
Buen ejemplo también para nosotros para
esas actitudes que hemos de tener en la vida, para esa apertura del corazón,
para descubrir también las maravillas del Señor que se realizan también en
aquellos en los que menos pensamos. Desde el saber descubrir que siempre hay
algo bueno en el corazón de los otros, sea quien sea, hasta ese descubrir ese
actuar de Dios en la vida de todos y que todos pueden dar una respuesta
positiva a la gracia del Señor.
Lejos de nosotros desconfianzas que
discriminan, miradas torvas que quieren ver segundas intenciones en el actuar
de los otros, miradas negativas llenas de prejuicios ante lo que pudiera ser el
actuar de los demás. Y es que muchas veces lo negativo sigue pesando en nuestro
corazón y por eso nos llenamos de miradas turbias de desconfianza.
Que brille de verdad la fe en nuestra
vida y nos haga tener una mirada distinta y un actuar lleno de amor.
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