Ojalá
nosotros tuviéramos también mucho amor para acercarnos a todos, para ser luz
para todos, para que todos entren también en el camino del verdadero amor
1Timoteo 4, 12-16; Sal 110; Lucas 7, 36-50
No nos mezclamos con cualquiera. Aunque
digamos lo contrario, que yo si me trato con todo el mundo, pensemos cuáles son
nuestras amistades, aquellos con los que nos gusta más estar, los que admitimos
habitualmente en nuestra compañía. Nuestros amigos, las personas cercanas a
nosotros, aquellos como decimos que nos puedan dar buena sombra; si conocemos
que aquella persona es viciosa, evitamos que nos vean con ella porque nos van a
comparar con ella y van decir que todos son iguales y que yo soy como ellos; si
es una persona que tiene unas ideas, unos pensamientos distintos a nuestra
manera de ver las cosas evitamos la diatriba, el encuentro que se puede
convertir en encontronazo; y así podíamos decir muchas cosas más.
Y lo hacemos casi de una manera inconsciente,
evitando que nos comparen, que digan de nosotros, que vayan a pensar, porque en
todo esto cuenta mucho lo que pueda ser la opinión de los demás o la fama que
nos ganemos. Decimos que no discriminamos pero ¿cómo se puede llamar a esta
forma de actuar, aunque mucho lo disimulemos?
Me lleva a pensar en estas situaciones
humanas en nuestra relación con los demás lo que escuchamos hoy en el
evangelio. Primero que vemos a Jesús en casa de un fariseo principal que lo
había invitado a comer. ¿Es que a Jesús le gustaba codearse con los poderosos o
los influyentes en aquella sociedad? Alguien podría pensar también que El es de
los que se arriman a las altas esferas de la sociedad, de la misma manera que
otros pensarán lo contrario. Bien sabemos que Jesús es signo de contradicción.
Pero a todos busca Jesús, la semilla arrojada a la tierra es en toda clase de
tierra.
Pero es el otro gesto en el que
queremos fijarnos con más atención. Mientras se desarrolla la comida una mujer
irrumpe en la sala de los comensales y se pone a los pies de Jesús. Trae un
frasco de frasco de perfume con el que unge los pies de Jesús, pero sobre todo
son sus lágrimas los que bañan sus pies que cubre de besos mientras los seca
con su propio cabello. Y Jesús se deja hacer.
Sorpresa en todos los comensales.
Sorpresa y estupor en el fariseo principal que había invitado a Jesús porque
esto no estaba previsto; sorpresa y estupor porque aquella mujer es una mujer
pecadora, una prostituta. Si supiera quien es esta mujer, él que es un profeta,
no le dejaría hacer nada de esto, piensa en sus adentros aquel hombre que no ve
cómo salir de aquella situación incómoda. ¿Cómo una mujer pecadora se atreve a
entrar en su casa y llegar hasta los pies de Jesús? Ellos que eran tan
puritanos jamás la hubieran dejado entrar y menos hacer lo que está haciendo
con Jesús.
Jesús conociendo los pensamientos de
aquel hombre y el mal momento que está pasando le propone una breve parábola.
Dos deudores, uno en gran cantidad, otro en una pequeña minucia, pero ambos son
perdonados en su deuda, ¿Quién estará más agradecido? ¿Quién le amará más? la
respuesta es lógica, quien eran mayor deudor.
Y Jesús le hace recapacitar, es verdad
que aquella mujer es una pecadora, ha pecado mucho, pero también ama mucho. Por
eso se ha atrevido a hacer lo que tú no has hecho según las reglas de la
hospitalidad, agua para lavarse, perfumes, el beso de la paz para la acogida;
aquella mujer lo está realizando. Sabe que será perdonada y pone mucho amor y
su vida se verá del todo renovada. Por eso, porque tiene mucho amor sus muchos
pecados le son perdonados. No tienen nada que decir, salvo reconocer que quién
es Jesús que tiene tal poder de perdonar los pecados.
Jesús rodeado de publicanos y pecadores
nos lo presentará el evangelio con frecuencia. Jesús rodeado también de
aquellos que teniéndose por justos no serán capaces de reconocer que también
son pecadores, también rodean a Jesús, como en este caso. ¿Con quién está
Jesús? Con la oveja perdida a la que tiene que buscar; es el médico no para los
sanos o los que se creen sanos, sino para los que sienten la enfermedad en su
vida. Jesús está con todos, a todos se acerca y deja que todos se acerquen a
El. Hoy lo vemos, porque igual come rodeado en este caso de fariseos, que se
deja tocar por aquella mujer pecadora. Y es que en Jesús tenemos que decir también,
porque tiene mucho amor.
¿Qué nos falta a nosotros? ¿Seremos
capaces de hacer como Jesús? ¿Tendremos amor suficiente en nuestro corazón para
acercarnos a todos porque en medio de las mayores oscuridades también tenemos
que ser luz? No nos van a manchar ni llenar de impureza pero nuestro mucho amor
sí podrá hacer que ellos se encuentren con la luz, la vida, el amor verdadero
para que también tengan mucho amor. Muchas consecuencias tendríamos que sacar
de todo esto.
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