Luchemos por quitar tanta crispación como hay en nuestra sociedad y aprendamos a aceptar lo bueno de los demás en lugar de querer destruirlo todo
Eclesiástico 4,12-22; Sal 118;
Marcos 9,38-40
Hay gente que se piensa que ellos son
los únicos que saben hacer las cosas; nadie las hace como ellos y son personas difíciles
para trabajar con ellas porque esas personas lo monopolizan todo y no permiten
que nadie pueda meter mano, poner su parte; para un trabajo en común se hacen
insoportables pues no te dejan hacer sino que continuamente estarán pendientes
de lo que haces y como lo haces para decirte continuamente como lo tienes que
hacer y terminan haciéndoselo todo ellos sin contar con nadie.
Están también las personas que nunca sabrán
tener una visión positiva para ver lo bueno que hacen los otros; ya sea desde
sus ideologías o sus maneras de pensar o ver las cosas, ya sea porque nunca
aceptarán una opinión distinta y las opiniones que no coincidan con su peculiar
manera de pensar son siempre erróneas, ya sea por la malicia que anida en sus
corazones para desconfiar, para no ver sino segundas intenciones en lo que los
otros hacen, o para desde su vanidad buscar siempre un punto desde el que
desprestigiar lo bueno que los otros hacen con una perversa envidia que malea
sus corazones, nunca aceptaran lo bueno que hacen los demás.
Decimos que podemos verlo en los demás,
pero con sinceridad tenemos que reconocer que cosas más o menos así muchas
veces también nos pasan por nuestra mente y nuestra manera de actuar. Reflexionando
fríamente nos damos cuenta de esa malicia que puede meterse también en nuestros
corazones que nos lleve a amor propio herido, a orgullos que resucitan en
nuestro interior, a envidias y desconfianzas que corroen nuestras mutuas
relaciones. Nos damos cuenta que esa no es la forma correcta y humana de actuar
y que tenemos que hacer el esfuerzo de reconocer con humildad y también con
alabanza lo bueno que hacen los demás y que es mucho.
Son reacciones humanas que muchas veces
nos pueden surgir dentro de nosotros y nadie está libre de poder caer en esas
situaciones. Que muchas veces entre nosotros los cristianos en nuestra propia
comunidad, en la vida de la iglesia nos pueden aparecer esas reacciones
negativas porque nos afloran los celos y recelos, porque nos creemos demasiado
perfectos y pensamos que solo nosotros sabemos hacer las cosas bien.
En nuestro engreimiento no somos
capaces de descubrir cuanto bueno hay en ese mundo que nos rodea, y que pueden
haber muchas buenas semillas del Reino de Dios también en los que no creen,
viven alejados de la Iglesia y tienen la buena voluntad y deseo de luchar también
por un mundo mejor. Hay unos orgullos ‘eclesiales’ muchas veces entre nosotros
que nos impiden realizar ese necesario diálogo también con el mundo, aunque
viva alejado de la fe.
Es lo que aflora en el texto del
evangelio que se nos ofrece hoy. Juan viene a decirle a Jesús, y se cree que ha
hecho una cosa muy buena, que se ha encontrado con algunos que no son de los
del grupo pero que están echando demonios en nombre de Jesús; en su buena
voluntad ha querido impedírselo. Y Jesús le dice que no, que esa no es la
actitud. ‘No se lo impidáis, porque
uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no
está contra nosotros está a favor nuestro’.
Creo que
está bien claro el mensaje, después de lo que hemos venido reflexionando.
Sepamos descubrir, como decíamos antes, esas buenas semillas del Reino que
otros también están cultivando cuando buscan un mundo mejor, cuando luchan por
la libertad y la justicia o cuando están creando las condiciones para que
seamos más hermanos y desterremos de nuestro mundo tantas negruras y
sufrimientos. Mucha gente hace el bien a nuestro lado y tenemos que reconocer
que muchas veces más que nosotros. Vayamos por la vida con una mirada positiva
y seamos capaces de colaborar, poner todo nuestro apoyo a cuanto de bueno
realizan otros, sean quienes sean.
Ya es
bastante que en la vida social y política muchas veces se cree tanta crispación
y no se colabore mas en un dialogo sincero para buscar lo mejor por la
sociedad, sino que más bien muchas veces se vaya destruyendo todo lo que hace
el otro porque a mi no me complace o porque no lo hice yo. Colaboremos en
quitar esa crispación de nuestro mundo y a lograr que seamos capaces todos de
colaborar unidos siempre por lo bueno a aunque tengamos pensamientos distintos.
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