Bernabé era un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y
de fe al que tenemos que imitar en la
pequeñez de nuestra vida pero con lo que hemos de ser signos para los demás
Hechos de los apóstoles 11, 21-26; 13 1-3; Sal 97; Mateo
10,7-13
En la vida nos encontramos a veces a esas personas de una gran bondad,
de una mansedumbre exquisita, dispuestos siempre a escuchar con atención, que
no suelen ser personas de muchas palabras, pero que cuando abren a boca para
decir algo nos encontramos una gran sabiduría en sus palabras que nos ayudan a
reflexionar, a encontrar luz en nuestros conflictos interiores o con los demás
y que quizá desaparecen de nuestra vida pero nos han dejado una hermosa huella
en nosotros. Cuando encontramos personas así decimos que hemos encontrado un
tesoro, y estaríamos dispuestos a lo que fuera para estar cerca de ellos, escucharles,
atender a sus consejos y de alguna manera tenerlos como una referencia positiva
en la vida.
Es un mirlo blanco, quizá decimos, porque en medio de un mundo de muchas
palabras y violencias en todos los sentidos encontrar esa mansedumbre y esa
sabiduría expresada quizá en breves sentencias, realmente nos puede sonar algo
extraño y que de alguna manera en el fondo desearíamos encontrar y tener a
nuestro lado y hasta desearíamos tener esa sabiduría. Algunas veces quizá los
tenemos ante los ojos, pero en nuestras carreras y agobios no somos capaces de
darnos cuenta, sino quizás cuando ya no los tenemos.
Hoy estamos celebrando la fiesta de alguien, a quien incluso damos el
nombre de apóstol, pero al que apenas oímos hablar en todo el relato bíblico.
Sin embargo fue una pieza importante en el desarrollo de aquellas primeras
comunidades cristianas e incluso en la tarea evangelizadora de la Iglesia. Se
trata de Bernabé, convertido en los primeros momentos de la evangelización pero
con una radicalidad absoluta. Vendió las posesiones que tenia y puso el dinero
a disposición de la Iglesia para atender a las necesidades de los huérfanos y
las viudas en aquella primera comunidad de Jerusalén.
Le veremos luego que es enviado por los Apóstoles a Antioquia de Siria
cuando llegan noticias a Jerusalén cómo allí crece el numero de los cristianos
– es en Antioquia donde primero se comienza a llamar cristianos a los discípulos
de Jesús – ‘y vio cómo Dios los
había bendecido, y se alegró mucho. Animó a todos a que con corazón firme
siguieran fieles al Señor. Porque Bernabé era un hombre bueno, lleno del
Espíritu Santo y de fe. Y así mucha gente se unió al Señor’.
Será la iniciativa de
Bernabé la que le impulsa a ir a Tarso a Buscar a Saulo para incorporarlo a las
tareas de la Iglesia. Y es allí en Antioquia donde recibirán la inspiración y
consagración del Espíritu para ir como enviados de la Iglesia a predicar el
evangelio en nuevos lugares, primero Chipre y luego a través de casi todo el
Asia Menor, hoy gran parte de Turquía. Será el inicio del primer viaje
misionero de Pablo, pero que va acompañado por Bernabé. Más tarde se separarán,
volviendo Bernabé a su tierra de origen y siguiendo Pablo otros derroteros,
como ya todos conocemos.
Mientras en los primeros
conflictos que van surgiendo en las primeras comunidades, Bernabé con Pablo
subirán a Jerusalén donde se celebra lo que llamamos el primer concilio de
Jerusalén e igualmente será enviado Bernabé para comunicar a las Iglesias,
sobre todo en Antioquia, las decisiones que se habían tomado.
Es una reseña muy breve de
quien hoy estamos celebrando, el Apóstol Bernabé. Resaltamos su generosidad y
desprendimiento, pero también su presencia aparentemente silenciosa junto a
aquellas primeras comunidades cristianas que van surgiendo; su presencia y su
mediación, su dejarse conducir por el Espíritu, su saber encontrar a aquellos
heraldos del Evangelio que luego harán su anuncio por todas partes, su dejarse
conducir por el Espíritu de Señor para aquellas misiones que se le quieren
confiar donde es capaz de descubrir siempre lo que es la voluntad del Señor.
Que seamos capaces nosotros
de dejarnos inundar por esa sabiduría de Dios para que nuestra vida, aunque
parezca silenciosa, por el testimonio de lo que hacemos y vivimos sea también
un signo para los demás. No tendremos quizá que realizar grandes misiones en la
vida y nuestra vida por la razón que sea puede ser una vida aparentemente
callada y escondida.
No tenemos por qué estar
buscando reconocimientos ni brillos especiales por grandes cosas. Algunas veces
podríamos estar soñando con esas cosas. Pero sí hay siempre un testimonio que
dar, un signo que nosotros podemos ser para los demás, en nuestro silencio o en
nuestra palabra prudente que queremos que esté llena de la sabiduría de Dios.
Seamos ese hombre bueno y
llenos del Espíritu y de fe, como se definía a Bernabé. Seremos quizá piedras
pequeñas que podemos parecer insignificantes, pero somos también piedras
necesarias en la construcción del Reino de Dios allí donde estemos y con lo que
podamos hacer. Lo que no tenemos que hacer nunca es cruzarnos de brazos.
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