No terminamos de meditar lo suficiente el misterio del amor de Dios que se encarna y se hace hombre en el seno de María para hacernos hijos de Dios
Isaías 7, 10-14; 8, 10; Sal 39; Hebreos 10, 4-10; Lc. 1,
26-38
Hoy es una fiesta que aparentemente está fuera de su lugar en el tiempo
por razones de la importancia de la liturgia. Hoy estamos celebrando lo que teníamos
que haber celebrado el 25 de Marzo pero que al ser Domingo de Ramos este año la
liturgia no lo permitió. Pero al ser esta una fiesta o solemnidad de especial
importancia no podía dejar de celebrarse y se ha trasladado a este primer día
libre después de la octava de Pascua. Nos está indicando la importancia que la
celebración de la Pascua tiene en la vida de la Iglesia, ha de tener en la vida
del cristiano, pero también lo importante que es esta fiesta.
Hoy estamos celebrando el misterio de la Encarnación de Dios en el
seno de María. Dios se hizo hombre, se encarnó en el seno de María. Si
importante es el día de su nacimiento y con gran alegría lo celebramos en la
Navidad, nueve meses antes – la duración de un embarazo – la liturgia de la
Iglesia nos está invitando a ese primer instante en el que el Hijo de Dios se
encarna en el seno de María para hacer hecho hombre por nuestra salvación.
‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te
cubrirá con su sombra’, le dice el ángel a María. Y con el Si de María – ‘Aquí
está la esclava del Señor, que me suceda según tú dices’ – se realiza el
milagro de la Encarnación. Maravillas de Dios que se realizan en María. Es la
manifestación de la gloria del Señor. El Emmanuel comienza a estar entre
nosotros. Es la Virgen que concebirá y dará a luz un hijo que será el
Emmanuel, Dios con nosotros, como anunciaba el profeta.
Siempre recordaré – y lo repetiré muchas veces en mi vida – el gozo
que pude experimentar un día al estar en aquel lugar de Nazaret donde se
realizó este misterio de la Encarnación. Allí estaba enfrente de la casita de
María en el templo de la Anunciación de Nazaret y recordaré siempre la emoción
de aquel momento por tener la dicha de estar en el lugar donde el ángel vino a
María, donde María respondió con su Si a la voluntad de Dios, y donde se
realizó el misterio de la Encarnación. Aquí se realizó la Encarnación de Dios
para hacerse hombre, recuerdo que repetía una y otra vez. Un silencio grande y
lleno de emoción se hizo en todo el grupo que estábamos allí escuchando el
relato evangélico que allí mismo se había realizado. De una forma misteriosa y
maravillosa a la vez nos sentíamos inundados de la presencia del Señor.
Creo que no terminamos de meditar lo suficiente este misterio del amor
de Dios. Hemos leído quizá tantas veces este relato evangélico que casi nos lo
pasamos por algo porque nos parece que es algo que ya sabemos. Creo que
tendríamos que detenernos con espíritu de verdadera adoración para vislumbrar
en la medida en que seamos capaces y Dios nos lo conceda toda esa maravilla de
Dios, toda la grandeza de su amor, toda la humildad de quien se anonadó tomando
nuestra condición humana y hacerse hombre como nosotros pero para darnos vida,
para que nos llenáramos de Dios.
El toma nuestra naturaleza humana y al mismo tiempo nos está elevando
a nosotros porque quiere hacernos participes de su vida divina, cuando nosotros
nos quiere también hijos de Dios. No terminamos de dar gracias lo suficiente a
Dios por tanto amor.
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