Tenemos que mostrar los signos de la misericordia de Dios en la paz que llevamos en los corazones y en los signos de curación que realizamos con nuestros hermanos
2Timoteo 4,9-17ª; Sal 144; Lucas 10,1-9
Al celebrar hoy la fiesta del evangelista san Lucas a quien
consideramos también apóstol aunque no forme parte del numero de los Doce del
Colegio Apostólico la liturgia nos ofrece en el evangelio el texto del envío de
los setenta y dos discípulos por parte de Jesús para hacer el anuncio del
Reino. Un texto muy bien escogido por la liturgia para esta celebración porque
nos viene a definir de alguna manera lo que fue el evangelio que nos trasmite
san Lucas.
Envía Jesús a sus discípulos a anunciar el Reino en la pobreza y en la
disponibilidad; el anuncio del Reino lo han de realizar trasmitiendo la paz
para todos los corazones y haciéndoles presente la misericordia y el amor de
Dios, el saludo siempre el de la paz; con el anuncio de la Buena Nueva de Jesús
los corazones han de saber encontrar la paz, llenarse la paz; pero el anuncio
ha de ir acompañado por las obras de la misericordia porque anunciar el Reino
de Dios es decirnos que Dios se acuerda de nosotros, se hace presente entre
nosotros y nos ofrece la salud y la vida, la salvación y la gracia.
Curar enfermos, resucitar muertos han de ser los signos que siempre
han de acompañar al anuncio que se hace del Reino. Es lo que manda Jesús hacer
a los discípulos y es el testigo que nosotros hemos de recoger para seguir manifestando
ante el mundo que Dios nos ama y es misericordioso con nosotros.
Recordemos que en el evangelio se Lucas esta es una de las características
que se destacan siempre. Nos trae el evangelio las hermosas parábolas de la misericordia
como la llamada comúnmente como la del hijo prodigo que lo que quiere
manifestarnos es el amor y la misericordia del padre, y también los hermosos
gestos de Jesús con que acoge a la mujer pecadora o se manifiesta siempre
cercano a los pecadores y los que son despreciados por todos. Se destaca
siempre en su evangelio esa cercanía de Dios que quiere llegar al que está más
solo y abandonado como Jesús se hace presente allí donde están los pecadores y los
más pobres y necesitados.
‘¡Poneos en camino!’ les dice Jesús a los discípulos que ha
escogido. Cuando escuchamos el evangelio no escuchamos lo que Jesús les dice a
otros, sino lo que Jesús está queriendo decirnos a nosotros. Y a nosotros nos
está diciendo hoy ‘¡Poneos en camino!’.
Es el envió que Jesús nos está haciendo a nosotros también, el envío y
mandato de Jesús a nosotros cristianos del siglo XXI porque la mies sigue
siendo abundante, ancho y grande es nuestro mundo, muchas son las necesidades
de todo tipo que siguen sufriendo los hombres y las mujeres de hoy, igual es el
hambre de Dios que padecen nuestros hermanos los hombres, nubes de desesperanza
y hasta de desesperación se ciernen sobre los horizontes concretos de nuestro
mundo agobiado en sus problemas, desorientado muchas veces sin saber por donde
tomar, inquieto por las crisis que se sufren en el corazón y que afloran en
nuestra sociedad en forma de divisiones, enfrentamientos, falta de
entendimiento, violencias de mil formas y maneras.
A ese mundo tenemos que hacer el anuncio del Reino, de que es posible
un mundo nuevo, de que es posible la paz y el entendimiento, de que necesitamos
ser más solidarios los unos con los otros y aprendamos a curar tantos odios que
afloran en nuestros corazones. Tenemos que anunciar que es posible encontrar la
paz, y el entendimiento, y lograr ese abrazo común de los hermanos que en
verdad quieren caminar juntos. Muchos son los signos que nosotros también
tenemos que dar con nuestras obras, nuestra misericordia, nuestro trabajo
sincero por la paz, la curación que podemos ir haciendo de tantos corazones,
igual que nosotros nos sentimos curados en el Señor cuando saboreamos su
misericordia.
Llevemos al mundo la noticia de la paz, trasmitamos el mensaje de la
misericordia y del amor. Que se manifiesten en los signos que damos con nuestra
vida.
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