María, Virgen de los Dolores, nos
está enseñando a estar junto a la cruz, la de Cristo, la nuestra y la de los
demás
1Timoteo 1,1-2. 12-1; Sal. 15; Juan 19,25-27
La madre dolorosa estaba junto a la cruz de Jesús y lloraba… cuya alma
triste y llorosa, traspasada y dolorosa, fiero cuchillo tenia…’ Con versos así
canta la liturgia en uno de sus himnos litúrgicos a María, Madre de los
Dolores, en esta festividad que hoy celebramos.
Permítanme contemplar a través de este cristal a tantas madres que
llenas de dolor en su corazón están también al lado del sufrimiento de sus
hijos. O permítanme también recordar qué hijo no ha tenido la experiencia de en
algún momento doloroso de su vida haberse sentido reconfortado por la presencia
de la madre que junto a nosotros estaba con nuestro dolor y con su dolor.
Experiencia habremos tenido en momentos de enfermedad, como también en
otros problemas que hayamos tenido en la vida y que nos han hecho sufrir,
momentos de crisis con los nubarrones cerniéndose sobre nuestras vidas, los
problemas mismos que nos da la vida donde las cosas no marchan quizá como uno
quisiera y se ve uno lleno de sombras y de amarguras, o tantos otros momentos
en que hemos sentido el alivio de la mirada de la madre, de la mano que se
posaba sobre nuestros hombros quizá en silencio, de esa palabra de aliento que
con su mirada nos estaba diciendo adelante, sabiendo que ella estaba pasando también
nuestro mismo sufrimiento. Momentos duros de nuestra vida, pero que se llenaban
de esperanza con la presencia de nuestra madre que siempre sabía estar a
nuestro lado. No necesitamos quizás muchas palabras pero su presencia lo decía
todo y eso reconfortaba nuestro corazón.
Junto a la cruz de Jesús estaba. Hoy la contemplamos en ese momento
supremo de dolor y de amor. No podemos separar nunca el amor del dolor de la
cruz porque perdería todo su sentido. Y allí estaba la Madre, María, con su
dolor unido al dolor de su Hijo, pero con su amor llenándose hasta rebosar su corazón
del mismo amor de su Hijo. Estaba.
El evangelio no pone ninguna palabra en labios de María en esos
momentos supremos. Pero aprendemos su lección. Era tal su sufrimiento y su amor
que nos atrevemos a llamarla corredentora sabiendo que el único Redentor, por
supuesto, es Cristo. Pero María estaba allí uniendo su dolor al dolor de
Cristo, haciendo ella también la ofrenda de su amor.
Es la lección que hoy queremos recoger. Para hacer nuestra ofrenda,
para darle sentido a nuestro dolor desde el amor, para aprender a estar también
junto al dolor de nuestros hermanos que caminan a nuestro lado. Como las madres
saben hacerlo, pero como tenemos que aprenderlo a hacerlo todos. Cuántos a
nuestro lado necesitan esa presencia, esa mano amiga, esa mirada, esa palabra
de aliento. Como lo habremos necesitado nosotros tantas veces. Como tenemos que
aprender a hacerlo nosotros ahora. Es la lección de María.
María, Virgen de los Dolores como hoy la celebramos nos está enseñando
a estar junto a la cruz. Junto a la cruz de Jesús para dejar que se derrame
toda gracia salvadora sobre nosotros; junto a la cruz que Jesús nos enseña a
tomar para seguir sus pasos en esa negación de nosotros mismos para aprender lo
que es el amor verdadero; junto a nuestra cruz, la cruz de nuestras
debilidades, nuestras flaquezas y tropiezos, de nuestro caminar titubeante, de
esas tentaciones que repetidamente sentimos en nuestro interior, de nuestras
pasiones desbordadas que tenemos que aprender a encauzar, de tantas cosas que
se pueden convertir en cruz en nuestra vida y nos pueden hacer sufrir; junto a
la cruz de nuestros hermanos que caminan a nuestro lado, para aprender a verlas
porque demasiado ciegos vamos por la vida pensando que somos los únicos que
sufrimos, para saber tender nuestra mano, para poner nuestro hombro bajo su
cruz para ayudarles a llevarla haciéndosela más liviana.
Aprendamos de María a estar junto a la cruz. Ella como madre está a
nuestro lado y nos enseña.
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