Jesús que llega también a nuestra vida tan llena de sombras y tan llena de muerte quiere iluminarnos con su luz y hacernos resucitar con su vida
1Timoteo 3,1-13; Sal 100; Lucas 7,11-17
‘Al entrar en la ciudad se encontró con que sacaban a enterrar a un
muerto, hijo único de una viuda, a la que acompañaba una gran muchedumbre…’
Sacaban a enterrar a un muerto. Cuántas cosas se enterraban… la ilusión
y la esperanza de una vida, las alegrías de cuantos con él habían convivido, el
futuro de una mujer viuda que se quedaba sin el sustento de un hijo, los
proyectos que toda vida encierra y que se ven truncados con la muerte, la alegría
que desaparecía de los corazones abrumados por el dolor y la pena. Era mucho el
dolor de aquella comitiva que se hacia solidaria con el dolor de una madre en
su aterradora soledad. Era mucha la oscuridad y las sombras de muerte que a
todos envolvía.
¿No caminaremos algunas o muchas veces en la vida envueltos también en
sombras de muerte? Muchas veces tenemos la tentación de perder la ilusión y
parece que se nos acaban las fuerzas porque flaquean también nuestras
esperanzas; los agobios y problemas de la vida en muchas ocasiones nos ciegan y
nos hacen perder la paz del corazón; afloran en nosotros pasiones que nos
dominan y nos hacen perder el control de nosotros mismos; el orgullo y las
envidias enturbian nuestro corazón y nuestros ojos para no ver con mirada
limpia a cuantos nos rodean; el egoísmo nos hace insolidarios porque no
pensamos sino en nosotros mismos y no somos capaces de compartir lo bueno que
hay en nosotros y nos incapacita para hacer nuestras las necesidades o los
sufrimientos de los demás.
Sombras, oscuridades, muerte que va envolviendo nuestra vida y que sí
tendríamos que saber enterrar para hacer brotar nuevas flores de vida y color
en nosotros. Tenemos que reconocerlo; nos acostumbramos a las sombras y no
somos capaces que hemos perdido la capacidad de ver la autentica claridad de la
vida, como aquel que va perdiendo poco a poco la visión y aunque ve borroso le
parece natural. ¿Quién nos puede hacer encontrarnos de nuevo con la luz? ¿Quién
puede darnos vida de verdad?
Cuando la comitiva sacaba a aquel muerto para enterrarlo, llegaba Jesús
a la ciudad. Fue un encuentro para la vida. Mucho nos puede decir este episodio
del evangelio. Nos hace pensar enseguida en la compasión del corazón de Jesús
hacia aquella mujer que había perdido a su hijo y se había quedado sola. No podía
dejar Jesús que pasara de largo aquella comitiva de muerte si El era la vida. Ya
conocemos los detalles del acontecimiento y cómo Jesús devuelvió vivo aquel
muchacho a su madre. Todos se admiraban de las maravillas de Dios y lo reconocían,
‘un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros’.
Pero es Jesús que llega también a nuestra vida tan llena de sombras y
quiere iluminarnos con su luz, tan llena de muerte y que quiere resucitar con
su vida. Jesús nos hace resucitar con su vida, porque ya no es para que sigamos
viviendo la misma vida, sino que el viene a transformar todas esas sombras en
luz. Viene a nuestro encuentro con su luz y con su vida. ¿Aprenderemos nosotros
también a ir al encuentro con los demás para llevarles luz, para ayudarles a
salir de las sombras de muerte que les envuelven?
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