Hoy todo parece ser un cántico al amor y la amistad, pero una oportunidad también para valorar con gestos hermosos y compromiso serio todo lo que nos lleva al encuentro en el amor
Hechos
13,46-49; Sal 116; Lucas 10,1-9
La verdad que no se por donde comenzar. Y es que hoy todos los medios,
todas las redes sociales, todo lo que nos pueda valer para comunicarnos o para
dejarnos un mensaje está saturado con lo mismo. El día del amor, de los
enamorados, de las parejas, de la amistad. Todo se convierte en un canto al
amor y a la amistad, parece que renace el romanticismo más fuerte que llevemos
anclado en el alma, todo quiere ser poesía y palabras bonitas para la persona
amada, para el amigo, para aquel con quien compartes de alguna manera la vida.
Como dice la gente, es el día de san Valentín, es el día del amor.
También nos encontramos reacciones a este tipo de días. El amor no es
cosa solo de un día, sino que tenemos que amar los 365 días del año (bueno, 366
si es bisiesto), y quienes no quieren creer en este romanticismo que florece en
un día un poco parece que se ponen a la contra. Es cierto que el amor no es
cosa solo de un día, pero sí día a día se ha de vivir, y cada día tiene que ser
único y especial si queremos mantener vivo el amor; no está mal que lo celebremos
un día en especial, aunque el consumismo se nos meta por medio y algunos ven en
estas fechas una oportunidad para sus ganancias particulares (todo hay que
decirlo), pero no lo podemos dejar de cultivar con la misma intensidad cada día
del amor, cada día de nuestra vida para que se mantenga siempre fresco, siempre
joven.
Es, sí, una oportunidad para los gestos bonitos, para saber tener esa
palabra de atención al otro, para valorar desde lo más profundo lo que es el
amor verdadero, para aprender también a cultivar la amistad, para un
reencuentro quizá con quien se podía haber alejado de nuestra vida, para
despertar sentimientos que se adormecen y pueden perder intensidad hasta
morirse. Cuidemos el amor y la amistad, que nunca nos sintamos solos porque siempre
sabemos que hay alguien que nos aprecia y que nos ama.
En ese amor el creyente ve y siente la presencia de Dios. Ya san Juan
nos dice que Dios es amor, y que Dios nos amó primero. Experimentando en
nosotros ese amor generoso de Dios aprendamos nosotros también lo que es el
verdadero amor, ese amor que siempre nos ha de llevar al encuentro verdadero
con los demás, ya sea la pareja con la que compartimos más íntimamente la vida
y el amor, ya sean los amigos que participan de ese amor en el aprecio que nos
tenemos, pero con esa apertura a toda persona a quien le expresamos también
nuestros mejores sentimientos de amor cristiano en el respeto, en la
valoración, en la ayuda mutua y en el compartir la vida en un mismo mundo.
Me he extendido en estas reflexiones que me hago y comparto como una
semilla a plantar también en nuestra vida en torno a este día del amor y de la
amistad. Una palabra final para la celebración litúrgica que este día celebra
la Iglesia, puesto que celebramos a dos grandes santos que fueron muy
importantes en la tarea evangelizadora de muchos pueblos de Europa. Celebramos
a san Cirilo y san Metodio, a quienes también consideramos patronos de Europa
por esa implantación e inculturización del evangelio en grandes zonas de
Europa, aunque ahora no nos podamos extender más sobre ellos.
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