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lunes, 16 de mayo de 2016

Tantas veces dudamos, nos distraemos en el camino de nuestra fe y agobiados por los muchos problemas se nos oscurece el alma pero queremos tener fe

Tantas veces dudamos, nos distraemos en el camino de nuestra fe y agobiados por los muchos problemas se nos oscurece el alma pero queremos tener fe

Santiago 3,13-18; Sal 18; Marcos 9, 14-29

‘Todo es posible al que tiene fe’. Una sentencia de Jesús que hemos de tener muy en cuenta. Siempre. Jesús quiere despertar en esa fe en nosotros porque aunque básicamente somos unas personas religiosas y lo que motiva habitualmente la vida es la fe, sin embargo nos vemos cercados por muchas oscuridades en el materialismo con que vivimos la vida, la autosuficiencia con que llenamos muchas veces nuestro corazón, el relativismo con que se vive en nuestro entorno donde lo espiritual y religioso muchas veces se pone en duda, por los agobios de sacar la vida adelante en el día a día en el que solo pensamos en el momento presente buscando prontas soluciones, respuestas rápidas y automáticas a nuestras preguntas con la perdida de la trascendencia que tendríamos que saber dar a lo que hacemos y vivimos.
Las circunstancias que rodean al hecho del evangelio de hoy y que provocará esta sentencia de Jesús está en lo que se encuentran que sucede entre los discípulos cuando El viene bajando del monte Tabor de tan enormes y ricas experiencias. Se encuentra a un padre que le ha traído a su hijo enfermo y los discípulos no han podido hacer nada; se ha armado un fuerte revuelo en su entorno. Cuando llega Jesús aquel hombre acude enseguida a El. Nos hace la descripción el evangelista de lo que le sucede. Pero allí está la suplica de aquel hombre. ‘Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos’. De ahí la sentencia de Jesús. ‘Todo es posible al que tiene fe’. Pero aquel hombre duda, se siente impotente, pero quiere creer. ‘Entonces el padre del muchacho gritó: Tengo fe, pero dudo; ayúdame’.
Ha de ser también nuestro grito, nuestra súplica. Tantas veces dudamos, tantas veces nos distraemos en el camino de nuestra fe, tantas veces nos vemos agobiados por los muchos problemas, tantas veces también se nos oscurece el alma. Queremos tener fe; queremos mantenernos firmes en nuestra fe; queremos que nuestra fe sea cada vez mas madura. Solo en el Señor podemos alcanzarlo; El es quien nos da la verdadera luz, nos hace encontrarnos con la verdad. Vayamos a Jesús con confianza a pesar de nuestras dudas; vayamos a Jesús en búsqueda de esa luz reconociendo nuestras oscuridades.
Ayer celebrábamos Pentecostés y tenemos muy vivo en nosotros todo lo que significa la fuerza del Espíritu en nuestra vida; abramos nuestro corazón al Espíritu divino, nos lo revelará todo, iluminará nuestra vida disipando toda sombra y toda duda, será nuestra fortaleza en medio de tantas debilidades, mantendrá viva en nosotros la alegría de la fe a pesar de las tristezas que nos ofrece la vida. 

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