Iba instruyendo a sus discípulos… aprovechando lugares apartados mientras atraviesas Galilea porque Jesús quiere estar a solas con los discípulos
Santiago 4,1-10; Sal 54; Marcos
9,30-37
‘Iba instruyendo a sus discípulos…’ Habían bajado de la
montaña, y ahora atravesaban las llanuras y los valles de Galilea aprovechando
lugares apartados porque Jesús quiere estar a solas con los discípulos. Una
oportunidad para un encuentro más profundo, para hablar con detalle de muchas
cosas, para prepararlos a ellos de manera especial en lo que era el sentido
nuevo del Reino de Dios del ellos habían de ser testigos especiales, para
corregir desviaciones y para orientar en muchas cosas que quedan pendientes de
aprender, aunque a ellos les cueste tanto.
Cómo necesitamos en la vida de esos momentos de mayor intimidad y
comunicación con aquellos que queremos, con nuestros amigos. La amistad se hace
en el compartir del día a día, en ese caminar juntos donde nos vamos conociendo
porque nos expresamos con toda confianza con aquellos que queremos; momentos de
desahogo, momentos de vaciar el corazón, momentos de soñar juntos y hacerse
planes de futuro.
Jesús quiere amasar bien la amistad de sus discípulos, con El porque
cada día haya una unión más profunda de corazones, porque se llenen de su vida,
porque aprendan ya a no caminar según su sentido y sus valores; pero Jesús
quiere amasar la amistad entre los discípulos entre sí. Y es necesario
purificar muchas cosas, porque en los corazones fácilmente puede florecer la
ambición y los deseos de grandeza considerándose unos mejores o mayores que los
otros. Y a todas esas cosas está atento Jesús.
En el camino fue haciéndoles grandes anuncios como era su futura
pasión y entrega, aunque a ellos les costara entender. ‘El Hijo del hombre
va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto,
a los tres días resucitará». Pero no entendían aquello, y les daba miedo
preguntarle’. A pesar del grado de intimidad y confianza que había querido
crear entre ellos y con El, sin embargo no entienden lo que Jesús les dice y le
da miedo preguntarle. Muchas barreras quedan aun por caer.
Pero cuando llega a casa les pregunta de qué habían discutido por el
camino. Habían ido muy entretenidos en sus discusiones y en sus ambiciones. Todavía
para ellos el futuro reino de Dios seguían siendo una estructura de poder y las
ambiciones por ese poder afloraban en sus corazones. ‘Ellos no contestaron,
pues por el camino habían discutido quién era el más importante’.
Pacientemente Jesús vuelve a explicarles. ‘se sentó, llamó a los Doce y les
dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de
todos’. El que quiere ser grande que
se haga el último; quien quiera ser importante piense que en el servicio está
la verdadera grandeza.
Nos cuesta también entenderlo. Nos
podría parecer que ponernos de servidores de los demás nos humilla, sino
embargo hemos de reconocer que eso es lo que en verdad nos engrandece. Y les
pone la imagen del niño, al que hay que acoger, al que hay que valorar y
respetar. Porque el que no sabe acoger lo pequeño no llegará nunca a comprender
el Reino de Dios. Saber escuchar a un niño, saber detenernos ante quien nos
pueda parecer insignificante, saber mirar a los ojos a aquel con quien
compartimos una limosna, saber interesarnos por aquella persona que nos tiene
la mano solicitando una ayuda al paso por la calle, saber hacer silencio para
escuchar ese grito de Dios que nos llega a través del hermano, de sus ojos, de
su mano tendida, desde ese ponerse ahí a nuestro alcanza aunque parece que no
nos dice nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario