La alegría que vivimos en la Navidad se ve plenificada en la medida de nuestra fidelidad en el amor hasta el final como en Esteban el protomártir
Hechos
de los apóstoles 6,8-10; 7,54-60; Sal 30; Mateo 10,17-22
Seguimos viviendo la navidad, su alegría, su paz; el
gozo de sentirnos amados por el Señor de manera que nos da a su Hijo que se ha
hecho carne. Le hemos contemplado en Belén, junto a María, su madre, con José a
su lado como fiel custodio de aquella familia en medio de su pobreza, con los
ángeles que cantan en el cielo la gloria de Dios y con los pastores que tras el
anuncio del ángel se acercan trayéndole las ofrendas de su pobreza pero sobre
todo de su amor.
Cuando estamos viviendo toda esta alegría la liturgia
nos ofrece hoy la imagen de un cruento martirio. Es el protomártir el diácono
Esteban y por eso ha merecido ser celebrado al día siguiente del nacimiento del
Señor. Pero de alguna manera pareciera que se viene a mermar la alegría de la
fiesta la celebración de un martirio. Esteban momentos antes de sufrir el
martirio ya contemplaba la gloria de Dios en el cielo de la que pronto él iba a
participar. Aun en el dolor de la muerte se nos anuncia la alegría de la vida.
Nos viene bien recordar algo en estos momentos. Belén
no está tan lejos del Calvario. Belén significó desprendimiento y pobreza total
hasta no tener donde nacer Dios hecho hombre de manera que fuera recostado
entre las pajas de un pesebre. La Cruz del calvario significa el
desprendimiento total porque es la entrega de la vida por amor. Porque tanto
amó Dios al mundo nos entregó a su Hijo único al que vemos nacer en Belén. Allí
estaba el signo del amor; era su razón de ser. En el calvario, en la muerte,
contemplamos la entrega total, definitiva del amor; no hay señal de amor más
grande. Además el que nació en Belén es el que va a entregarse en la cruz. Son
las señales del amor de Dios.
En Esteban, de quien hoy estamos celebrando su
martirio, estamos contemplando la fidelidad en el amor hasta la entrega total.
Un camino que aprendemos en Belén y un testimonio que estamos contemplando en
el martirio de Esteban.
La alegría que vivimos en estos días de navidad se ve
plenificada en el amor que pongamos cada día en nuestra vida. Por eso nuestra
alegría no es solo cosa de unos días porque ahora todos hemos de estar
contentos. Nuestra alegría, la alegría que nace de lo más hondo del corazón, la
iremos hacer creciendo día a día en la medida que vivamos en el amor, en que
vivamos para los demás, en la medida en que vayamos repartiendo amor con nuestra
presencia, nuestros gestos, nuestras sonrisas, nuestra entrega por los demás.
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