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miércoles, 22 de octubre de 2014

Vivimos con responsabilidad la vida y contribuimos a construir el Reino de Dios

Vivimos con responsabilidad la vida y contribuimos a construir el Reino de Dios

Efesios 3,2-12; Sal.: Is 12,2-3.4bcd.5-6; Lucas 12,39-4
Entra en la lógica de lo más normal lo que nos dice hoy Jesús en el evangelio. El que es responsable de algo y ha asumido con toda seriedad su responsabilidad no abandona aquello o aquella misión que se le ha confiado, como el dueño de la casa no deja que se la destrocen y se la roben. Ya cuidará de poner los medios que sea para cuidarla, para no perderla o no dejar que se la destrocen. Lo contrario sería una gran irresponsabilidad.
Pues así nos dice Jesús que hemos de hacer nosotros. Y nos da una motivación más. ‘A la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre’ nos dice. Y no es que estas palabras las tuviéramos que tomar algo así como una amenaza que nos llene de miedo y de temor, porque lo que temeríamos sería el castigo, sino que más bien, si entendemos bien lo que significa la venida del Señor a nuestra vida, lo tendríamos que entender como una ilusión grande, una alegría en una esperanza cumplida, un gozo hondo por lo que significa ese encuentro con el Señor.
A continuación Jesús sigue proponiéndonos imágenes para que comprendamos lo que significa esa venida del Señor pero al mismo tiempo la responsabilidad con que hemos de vivir nuestra vida en esa esperanza gozosa del encuentro con el Señor. Viene el Señor como el que viene gozoso de una boda, como escuchábamos ayer en el evangelio, o como el Esposo que viene a celebrar la boda en la que nosotros también estamos invitados. El encuentro con el Señor es para el gozo.
Claro que está por medio esa responsabilidad con que hemos de vivir y con que hemos de prepararnos. Por eso habla del administrador de la casa que además tiene todo el servicio a su cuidado al que tendrá que hacer vivir sus responsabilidades, pero que él también tiene que atender y cuidar. Y no porque no esté el amo le da derecho a actuar con irresponsabilidad y con malos tratos al resto de los sirvientes.
 Podemos entender este texto como unas advertencias que hace Jesús a quienes tienen una especial responsabilidad dentro de la comunidad eclesial, y los pastores hemos de hacer una lectura muy concreta para revisar nuestra vida y nuestras actitudes, el desarrollo de esa responsabilidad que tengamos dentro de la Iglesia, o de los carismas de los que Dios nos haya dotado que hemos de saber ponerlos al servicio de la comunidad. Podríamos, es cierto, recordar lo que decía san Pablo en la primera lectura: ‘A mí, el más insignificante de todos los santos, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo, aclarar a todos la realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo’. Es lo que sentimos los pastores conscientes de la responsabilidad que se nos ha confiado.
Pero no podemos reducir la lectura e interpretación que hagamos de las palabras de Jesús solo a ese ámbito, sino que es una llamada para todos, para que aprendamos a vivir con plena responsabilidad nuestra vida, de la que somos como unos administradores porque la vida es un don de Dios que ha puesto en nuestras manos, pero también para que sepamos vivir con plena responsabilidad en medio de ese mundo, de esa sociedad en la que estamos, donde seriamente hemos de contribuir a su bien desde nuestras cualidades, desde nuestros valores, desde las funciones que podamos asumir en medio de la sociedad, desde todo ese bien que podemos y tenemos que hacer a favor de los demás.
Nadie se puede eximir de esa responsabilidad en ningún momento de la vida; no nos vale decir bueno yo ya en otro tiempo cumplí con mis responsabilidades, o yo ya he dedicado parte de mi vida a hacer cosas buenas o trabajar por los demás, ahora que lo hagan otros,  yo ya no tengo nada que hacer. Según el momento que vivamos y según nuestras capacidades y cualidades desempeñaremos esas responsabilidades de la vida; pero siempre podemos aportar a los demás, siempre podemos contribuir desde lo que somos; a nadie se le pide más de lo que pueda dar; pero también los mayores desde la sabiduría de la vida que hemos ido adquiriendo con la experiencia y con el paso de los años, podemos dar algo, un consejo, una presencia de ánimo, una palabra, un ejemplo. Es lo que nos dice hoy Jesús: Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá’. Pero muchas son las cosas que podemos aportar y nadie se puede considerar inútil e incapaz.
Con el cumplimiento de esas responsabilidades en la vida no olvidemos que estamos construyendo el Reino de Dios; un reino que un día podremos vivir en plenitud en Dios cuando seamos partícipes de la vida eterna.

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