Vivimos con responsabilidad la vida y contribuimos a construir el Reino de Dios
Efesios 3,2-12; Sal.: Is 12,2-3.4bcd.5-6;
Lucas 12,39-4
Entra en la lógica de lo más normal lo que nos dice hoy
Jesús en el evangelio. El que es responsable de algo y ha asumido con toda
seriedad su responsabilidad no abandona aquello o aquella misión que se le ha
confiado, como el dueño de la casa no deja que se la destrocen y se la roben.
Ya cuidará de poner los medios que sea para cuidarla, para no perderla o no
dejar que se la destrocen. Lo contrario sería una gran irresponsabilidad.
Pues así nos dice Jesús que hemos de hacer nosotros. Y
nos da una motivación más. ‘A la hora que
menos penséis viene el Hijo del hombre’ nos dice. Y no es que estas
palabras las tuviéramos que tomar algo así como una amenaza que nos llene de
miedo y de temor, porque lo que temeríamos sería el castigo, sino que más bien,
si entendemos bien lo que significa la venida del Señor a nuestra vida, lo
tendríamos que entender como una ilusión grande, una alegría en una esperanza
cumplida, un gozo hondo por lo que significa ese encuentro con el Señor.
A continuación Jesús sigue proponiéndonos imágenes para
que comprendamos lo que significa esa venida del Señor pero al mismo tiempo la
responsabilidad con que hemos de vivir nuestra vida en esa esperanza gozosa del
encuentro con el Señor. Viene el Señor como el que viene gozoso de una boda,
como escuchábamos ayer en el evangelio, o como el Esposo que viene a celebrar
la boda en la que nosotros también estamos invitados. El encuentro con el Señor
es para el gozo.
Claro que está por medio esa responsabilidad con que
hemos de vivir y con que hemos de prepararnos. Por eso habla del administrador
de la casa que además tiene todo el servicio a su cuidado al que tendrá que
hacer vivir sus responsabilidades, pero que él también tiene que atender y
cuidar. Y no porque no esté el amo le da derecho a actuar con irresponsabilidad
y con malos tratos al resto de los sirvientes.
Podemos entender
este texto como unas advertencias que hace Jesús a quienes tienen una especial
responsabilidad dentro de la comunidad eclesial, y los pastores hemos de hacer
una lectura muy concreta para revisar nuestra vida y nuestras actitudes, el
desarrollo de esa responsabilidad que tengamos dentro de la Iglesia, o de los
carismas de los que Dios nos haya dotado que hemos de saber ponerlos al
servicio de la comunidad. Podríamos, es cierto, recordar lo que decía san Pablo
en la primera lectura: ‘A mí, el
más insignificante de todos los santos, se me ha dado esta gracia: anunciar a
los gentiles la riqueza insondable que es Cristo, aclarar a todos la
realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios,
creador de todo’. Es lo que sentimos los pastores conscientes de la
responsabilidad que se nos ha confiado.
Pero no podemos reducir la lectura e interpretación que
hagamos de las palabras de Jesús solo a ese ámbito, sino que es una llamada
para todos, para que aprendamos a vivir con plena responsabilidad nuestra vida,
de la que somos como unos administradores porque la vida es un don de Dios que
ha puesto en nuestras manos, pero también para que sepamos vivir con plena
responsabilidad en medio de ese mundo, de esa sociedad en la que estamos, donde
seriamente hemos de contribuir a su bien desde nuestras cualidades, desde
nuestros valores, desde las funciones que podamos asumir en medio de la
sociedad, desde todo ese bien que podemos y tenemos que hacer a favor de los
demás.
Nadie se puede eximir de esa responsabilidad en ningún
momento de la vida; no nos vale decir bueno yo ya en otro tiempo cumplí con mis
responsabilidades, o yo ya he dedicado parte de mi vida a hacer cosas buenas o
trabajar por los demás, ahora que lo hagan otros, yo ya no tengo nada que hacer. Según el
momento que vivamos y según nuestras capacidades y cualidades desempeñaremos
esas responsabilidades de la vida; pero siempre podemos aportar a los demás,
siempre podemos contribuir desde lo que somos; a nadie se le pide más de lo que
pueda dar; pero también los mayores desde la sabiduría de la vida que hemos ido
adquiriendo con la experiencia y con el paso de los años, podemos dar algo, un
consejo, una presencia de ánimo, una palabra, un ejemplo. Es lo que nos dice
hoy Jesús: ‘Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que
mucho se le confió, más se le exigirá’. Pero muchas son las cosas que podemos
aportar y nadie se puede considerar inútil e incapaz.
Con el cumplimiento de esas responsabilidades en la
vida no olvidemos que estamos construyendo el Reino de Dios; un reino que un
día podremos vivir en plenitud en Dios cuando seamos partícipes de la vida
eterna.
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