Disponibles para pasar por un bautismo como el de Jesús amando con un amor como el suyo para prender al mundo del fuego de su amor
Ef. 3, 14-21; Sal. 32; Lc. 12, 49-53
‘Tengo que pasar por
un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!’ ¿Qué nos quiere decir Jesús? ¿A qué
bautismo se está refiriendo? Podría venirnos al pensamiento el bautismo de Juan
allá en el desierto de Judea. Pero ya Jesús había estado en el Jordán al inicio
de su actividad apostólica y había querido someterse a ese bautismo de Juan, no
sin reticencias del Bautista que no quería bautizarlo. Bien entendemos que no
se está refiriendo a ese bautismo penitencial con que Juan preparaba a las
gentes para la llegada del Mesías.
Volverá a aparecer esa palabra en labios de Jesús
cuando vienen los dos hijos del Zebedeo apoyándose en la intercesión de la
madre pidiendo primeros puestos en su Reino. Fue la pregunta que Jesús les hace
ante su petición. ‘No sabéis lo que
pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber o ser bautizados con el bautismo
con que yo voy a ser bautizado?’ Bien entendemos a lo que se está
refiriendo Jesús, su Pascua, su pasión y su muerte, su entrega hasta el final.
Jesús conocía bien todo lo que le iba a suceder. Quien
había venido como la suprema manifestación del amor de Dios que nos entrega a
su Hijo estaba dispuesto hasta el final a cumplir la voluntad del Padre. Como
había dicho en otra ocasión su alimento era hacer la voluntad del Padre. Y
sabía bien que para esto había venido para realizar su entrega de amor hasta el
final como el amor más total y con el amor más sublime. Ya nos diría que no hay
amor más grande que la de quien da la vida por el amado. Y esa era su entrega,
su amor; ese era su Bautismo.
Ahora nos dice que siente angustia porque llegue ese
momento de su bautismo, de su entrega. Cuando comience su pasión volverá a
aparecer esa palabra de la angustia en la última cena y en Getsemaní, porque
había llegado su hora, la hora de la pascua, la hora de pasar de este mundo al
Padre, la hora de la entrega suprema de amor.
Ese era el fuego que quería prender en el mundo, el
amor. Es el amor que va a ser el distintivo de sus discípulos; es el amor que
todo lo renueva y todo lo transforma; es el amor que nos purifica y engendra
nueva vida; es el amor que hace al hombre nuevo y crea un mundo nuevo. Es como
un fuego que purifica pero que hará surgir una nueva vida. ¿Cuándo nos
convenceremos que es por ese camino por donde vamos de verdad a renovar el
mundo? Dejémonos quemar nosotros por ese amor y así se transformará nuestra
vida; llenemos nuestra vida de ese amor nuevo y transformador y podremos
comenzar a sembrar las semillas de un mundo mejor. Tenemos que contagiarnos de
ese amor. No es solo aprender la lección sino dejar incendiar nuestra vida por
el amor.
No todos los entenderán ni dejarán que sus vidas
transcurran por esos caminos nuevos del amor. Para algunos les parecerá una
locura porque cuesta entender lo que es un amor total, una entrega sin límites,
porque tenemos la tentación de estar siempre poniendo límites y medidas. Pero
quienes queremos optar por un amor como el de Jesús sabremos que tenemos que
hacerlo sin límites.
Y quizá ni los más cercanos a nosotros, por razones de
sangre o por razones de amistad, nos van a entender y hasta querrán
quitarnos esas ideas de la cabeza. ¿No pretendía Pedro cuando Jesús anunciaba
su pasión quitarle de la cabeza al Maestro que subiera a Jerusalén si sabía lo
que allí le había de pasar? No nos extrañe que ni los padres entiendan a los
hijos, ni unos hermanos a otros, ni los amigos más cercanos y que más se
quieren. Es lo que nos anuncia a Jesús de que por su causa, por su nombre se
van a crear divisiones y será difícil incluso mantener la paz allí entre las
familias.
Cristo ha venido a traer un nuevo fuego al mundo para
que sea transformado; Cristo nos viene a traer su amor y aunque siente la
angustia por lo que va a significar ese bautismo de pascua para El está
deseando ardientemente que llegue su hora. ¿Nos preguntará a nosotros también
si estamos dispuestos a beber ese cáliz y a ser bautizados con ese bautismo?
¿No nos estará preguntando si seremos capaces de amar con un amor así?
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