Necesitamos aprender a hacer una lectura creyente del hoy de nuestra historia y descubrir el actuar de Dios
Ef. 4, 1-6; Sal. 23; Lc. 12, 54-59
En un pueblo eminentemente rural, agrícola o ganadero
como era el pueblo judío, era normal que fueran capaces de interpretar lo más
acertadamente posible las señales del tiempo meteorológico, ya fuera hacer
viento o lluvia, ya se anunciara calor o bochorno según lo que
experimentalmente habían ido aprendiendo. Hoy nosotros acudimos a los
meteorólogos, a los hombres del tiempo que nos avisan con alertas posibles
cambios de tiempo aunque algunas veces desconfiemos de ellos.
Pero otras personas reflexivas y estudiosas de la situación
nos hacen unas lecturas de lo que podríamos llamar signos de los tiempos porque
nos hablan de tendencias, analizan las costumbres, estudian el mercado y nos
pueden dar unos estudios que nos ayuden a comprender la marcha de la sociedad,
la razón de las crisis por las que podamos pasar e incluso nos pueden hacer
predicciones de lo que pueda suceder en la marcha del mundo o nos señalan
posibles soluciones.
Pero esas lecturas hechas desde razonamientos
experimentales o científicos se nos pueden quedar cortas, porque normalmente se
parte de razonamientos meramente humanos y laicos sin mayores honduras o
sentido de trascendencia. Es la lectura que nos falta de lo que sucede en la
vida y de lo que es la marcha de nuestra sociedad que es la lectura del
creyente. También desde los ojos de la fe no solo podemos sino que hemos de
hacer esa lectura de la vida, porque desde los ojos de la fe podemos descubrir
también las señales de Dios en todo eso que sucede. Es precisamente lo que nos
hace creyentes y lo que desde nuestra visión de creyentes hemos de saber hacer,
aunque muchas veces no sea fácil.
En lo que hemos escuchado hoy en el evangelio Jesús les
echa en cara a los judíos que saben leer los signos del tiempo, pero no saben
leer los signos de los tiempos. Con todo el bagaje de la revelación contenida
en la Escritura santa y precisamente desde esa condición de creyentes que les
ha de hacer ver y comprender la presencia de Dios y las acciones de Dios en
medio de ellos, no lo han sabido hacer con Jesús, del que siguen desconfiando y
en el que no terminan de poner toda su fe.
Allí están todos los signos, todas las señales que Dios
ha ido poniendo ante sus ojos en el actuar de Jesús, en su Palabra y en sus
milagros y tenían que haber sabido descubrir que en verdad ante ellos tenían al
Mesías de Dios, al Ungido del Señor que venía lleno del Espíritu Santo, como
había anunciado el profeta Isaías, para anunciar y traer la Buena Nueva de la
salvación a los pobres y cuantos sufrían. Pero no terminaban de creer, no
terminaban de abrir los ojos de la fe para descubrir las señales de Dios.
Nosotros hoy podemos decir que sí ponemos toda nuestra
fe en Jesús y en El reconocemos al Hijo de Dios y a nuestro Salvador. Y cuando
aquí venimos lo hacemos para celebrar precisamente esa salvación y esa acción
de Dios que con su gracia se derrama sobre nuestra vida. Pero quizá nos falta
algo más. Que sepamos hacer también esa lectura creyente, esa lectura del
creyente de lo que es nuestra vida hoy, de lo que es nuestro mundo, para
descubrir también qué nos dice Dios o qué nos pide Dios.
Algunas veces tenemos la tendencia de sentirnos
pesimistas y, claro con el color del cristal con que miramos, lo vemos todo
negro como si fuera malo todo lo que vemos en torno nuestro. Miremos con
los ojos de Dios para descubrir lo bueno y aunque los tiempos sean malos y
vivamos en un mundo excesivamente materialista, sin embargo podemos encontrar
muchos resplandores de luz, porque podemos ver resurgir en muchos espíritus las
llamaradas de la solidaridad y de la justicia buscando lo bueno, queriendo que
el mundo sea mejor, compartiendo muchas cosas, su tiempo, su persona, sus
cualidades en muchas personas que buscan lo bueno. Muchos ejemplos se podrían
poner. Son semillas del Reino de Dios que tenemos que saber apreciar y esos
rayos de luz nos llenan de esperanza y hacen que el corazón brille de manera
especial.
Pero en esa lectura también tendríamos que sabernos
preguntar personalmente que nos pide el Señor en esta situación concreta en que
vivimos y descubrir cuáles son esos granitos de arena, esas pequeñas o grandes
semillas que nosotros podemos poner y podemos sembrar, tenemos que poner y
tenemos que sembrar. Esto es aprender a hacer esa lectura creyente para saber
discernir los signos de los tiempos y entonces descubrir también ese actuar de
Dios, esa presencia de Dios. Que no nos eche en cara Jesús que sabemos muchas
cosas pero no terminamos de aprender a descubrir ese actuar de Dios.
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