Jesús en Betania nos ayuda a prepararnos para la pascua
Is. 42, 1-7; Sal. 26; Jn. 12, 1-11
Jesús está de nuevo en Betania donde había resucitado a
Lázaro. ‘Ahora le ofrecieron una cena:
Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con El en la mesa’. El
Evangelio de Juan hace referencia repetidas veces de la presencia de Jesús en Betania.
Estaba cerca de Jerusalén y la hospitalidad de sus amigos era motivo para que
Jesús estando en Jerusalén por la fiesta de la pascua, vinieran en varias
ocasiones hasta aquel hogar de Betania.
Hay hechos que se repiten, como el que parece estar en
el centro del episodio de hoy. Un día una mujer pecadora, nos contaba san
Lucas, se atrevió a acercarse a Jesús por detrás para lavarle los pies con sus
lágrimas y derramar también un caro y oloroso perfume a la manera de unción
sobre Jesús. Ahora es María, - ¿la hermana de Lázaro y Marta? con toda
probabilidad - la que un día se sentara a los pies de Jesús para escucharle y
que motivara las quejas de su hermana porque no le ayudaba con el servicio, la
que le ‘unge los pies a Jesús con una
libra de perfume de nardo, auténtico y costoso y se los enjuga con su
cabellera, llenando toda la casa de la fragancia del perfume’.
Es el perfume de nardo, ya de por sí muy oloroso, pero
es más bien el perfume del amor. Repetidamente lo vemos en ambas mujeres, que así
con amor se acercan una llorando sus pecados, la otra en aquel momento con
deseos de escuchar más y más a Jesús para más amarle, y ahora como una ofrenda
de amor después de lo que Jesús había hecho al resucitar a Lázaro.
Pero como siempre las reacciones son diversas. Cómo
reaccionamos tantas veces ante la bondad de los demás o ante unas actitudes
sinceras que nos ponen ante Dios. Siempre es fácil que salte el juicio y el
prejuicio, la desconfianza y la sospecha maliciosa. Un día aquel fariseo
pensaba para sus adentros si Jesús sabría bien quien era la mujer que estaba a
sus pies; en la otra ocasión la queja era de Marta porque le parecía que María
no atendía con la debida hospitalidad a Jesús pensando solo en hacer cosas -
que por cierto vemos hoy de nuevo a Marta en esa actitud de servicio, ‘Marta
servía’ -; ahora será también Judas, y nos deja entrever el evangelista de la
malicia de sus afirmaciones, el que se atreva a decir que era un gasto
innecesario que podría haber empleado para otras cosas de más utilidad.
Pero Jesús siempre aceptando el amor, valorando lo
bueno de los demás, abriendo su corazón para acoger, dándonos su palabra
certera y que nos llena de vida. En la respuesta de Jesús se entrevé ya un
anuncio de su cercana muerte. ‘Lo tenía
guardado para mi sepultura’, que les dice Jesús y como quizá no vaya a
haber tiempo cuando llegue el momento, mejor ir expresando ya esos signos desde
ahora.
Jesús acogiéndonos con amor y nosotros queriendo
también expresarle nuestro amor. Es lo que queremos hacer y vivir de manera
intensa en estos cercanos ya a su pasión y a su muerte. Vamos a contemplar
todo lo que es su amor, pero nuestro corazón tiene también que abrirse al amor,
dejarse inundar por el amor de Dios, pero responder con mucho amor a cuanto
hace por nosotros.
Se acercan los momentos de la pasión y queremos
meternos de verdad en el misterio de Cristo que vamos a celebrar. No nos
acercamos a Jesús por novelería ni por rutina, por la curiosidad de ver como
otros hacen las cosas o contentándonos con una visión superficial de las cosas.
Muchos vinieron a Betania por la curiosidad de lo que había pasado y
simplemente querían ver a Lázaro.
Nosotros queremos acercarnos a Jesús en estos días de
una forma honda, porque realmente lo que queremos es ponerlo en nuestro corazón
y que sea en verdad el centro y la razón de ser de nuestra vida. No vamos a
contemplar unas figuras muy artísticas - hay quien habla de que nuestros
templos y nuestras calles en semana santa se convierten en un museo o una
exposición de arte religioso al aire libre -, nosotros queremos contemplar a
Jesús y llegar a vivir su pasión para que en verdad con el nos sintamos
resucitados, renacidos a la vida nueva de la gracia. Todo tiene que ayudarnos
de verdad a preparar la pascua, el paso salvador de Dios por nuestra vida.
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