Vámonos a otra parte para predicar también allí que para eso he venido
Hebreos, 2.14-18; Sal. 104; Mc. 1, 29-39
‘Vámonos a otra parte,
a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido’. Fue la respuesta de Jesús cuando
le buscan en aquel amanecer. La tarde anterior mucha gente se había
arremolinado ante la puerta cuando corrió la noticia de Jesús. Le traían muchos
enfermos acosados de muchos males y a todos curó. Pero en la madrugada se fue
al descampado a solas para orar. Allí le encuentran, porque ya muy de mañana
hay mucha gente que le busca.
Sucedió entonces como sigue sucediendo hoy. Cuando
acontecen cosas extraordinarias, cuando vemos cosas milagrosas allí acudimos en
masa. Todos queremos ver; todos queremos saber; todos queremos sentirnos
beneficiarios de esas cosas maravillosas. Entonces, como ahora también, muchas
veces parece como que toda nuestra religiosidad y nuestra vida cristiana está
solo fundamentada en milagros o cosas extraordinarias y si no hay esas cosas
extraordinarias parece que se nos acaba la fe.
¿A qué ha venido a Jesús? ¿Qué es lo que realmente El
quiere ofrecernos? ¿Solo milagros o cosas extraordinarias? Fijémonos bien en el
evangelio. Hoy nos ayuda a reflexionar. Ha comenzado Jesús anunciando el Reino
de Dios. Su principal misión es esa predicación para que en verdad nos
convirtamos al Señor. Los milagros que realiza con signos que nos vienen a
corroborar ese mensaje y a manifestarnos, es cierto, la grandeza y la maravilla
del amor del Señor que quiere liberarnos de todo mal.
Pero ¿cuál fue su primer mensaje? Se acerca el Reino de
Dios porque ya se ha cumplido el tiempo y hemos de convertir nuestro corazón al
Señor poniendo toda nuestra fe en El. ‘Convertios
y creed en la Buena Noticia’. Ahora, cuando le buscan porque han visto
milagros, nos dirá que hay que ir a otro sitio porque tiene que predicar en otras
partes ‘que para eso he venido’.
Es la Palabra que nos anuncia el Reino de Dios; es la
Palabra que quiere llenarnos de vida nueva transformando nuestro corazón para
que nunca más el mal domine en él; es la Palabra que suscita esperanza en
nuestro corazón y nos enseñará a caminar caminos nuevos de más amor y de más
justicia; es la Palabra que nos vivifica y nos salva, nos hace conocer a Dios y
nos ayuda a comprender el verdadero sentido del hombre; es la Palabra que nos
abre los ojos para que descubramos los valores nuevos por los que hemos de
luchar y esforzarnos; es la Palabra que pondrá actitudes nuevas en nuestro
corazón para que comencemos a amar con nuevo amor a los que están a nuestro
lado y logremos caminos de entendimiento, de armonía, de paz, de buena
convivencia, de alegría de la verdadera que nace de un corazón bueno y puro.
Es la Palabra que tenemos que escuchar y dejar que
penetre hondo en nuestro corazón haciendo que nuestra vida sea tierra que haga
fructificar esa semilla al ciento por uno. Jesús quiere enseñarnos y nosotros
hemos de escucharlo con amor, con disponibilidad en el corazón para dejarnos
transformar por la fuerza de su Espíritu. No siempre es fácil. Muchas veces
buscamos más ese milagro fácil que nos soluciones nuestros problemas o nuestras
necesidades antes que escuchar con atención sobre todo cuando esa Palabra que
escuchamos nos va a pedir un cambio de vida, un cambio de actitudes, un cambio
de comportamiento. Cuánto nos cuesta todo eso, pero es el camino que hemos de
hacer.
Hoy Jesús con su ejemplo también nos está enseñando
donde y cómo encontrar la fuerza para todo ello. El se fue de madrugada al
descampado para orar. Sepamos retirarnos allá al interior de nuestra vida,
haciendo silencio en nuestra alma, para orar al Señor, para escuchar al Señor. Estos
días me encontré con esta frase como os ofrezco como resumen de lo ultimo que
hemos dicho: ‘La oración es la llave que
abre todas las puertas’.
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