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miércoles, 16 de enero de 2013


Vámonos a otra parte para predicar también allí que para eso he venido

Hebreos, 2.14-18; Sal. 104; Mc. 1, 29-39
‘Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido’. Fue la respuesta de Jesús cuando le buscan en aquel amanecer. La tarde anterior mucha gente se había arremolinado ante la puerta cuando corrió la noticia de Jesús. Le traían muchos enfermos acosados de muchos males y a todos curó. Pero en la madrugada se fue al descampado a solas para orar. Allí le encuentran, porque ya muy de mañana hay mucha gente que le busca.
Sucedió entonces como sigue sucediendo hoy. Cuando acontecen cosas extraordinarias, cuando vemos cosas milagrosas allí acudimos en masa. Todos queremos ver; todos queremos saber; todos queremos sentirnos beneficiarios de esas cosas maravillosas. Entonces, como ahora también, muchas veces parece como que toda nuestra religiosidad y nuestra vida cristiana está solo fundamentada en milagros o cosas extraordinarias y si no hay esas cosas extraordinarias parece que se nos acaba la fe.
¿A qué ha venido a Jesús? ¿Qué es lo que realmente El quiere ofrecernos? ¿Solo milagros o cosas extraordinarias? Fijémonos bien en el evangelio. Hoy nos ayuda a reflexionar. Ha comenzado Jesús anunciando el Reino de Dios. Su principal misión es esa predicación para que en verdad nos convirtamos al Señor. Los milagros que realiza con signos que nos vienen a corroborar ese mensaje y a manifestarnos, es cierto, la grandeza y la maravilla del amor del Señor que quiere liberarnos de todo mal.
Pero ¿cuál fue su primer mensaje? Se acerca el Reino de Dios porque ya se ha cumplido el tiempo y hemos de convertir nuestro corazón al Señor poniendo toda nuestra fe en El. ‘Convertios y creed en la Buena Noticia’. Ahora, cuando le buscan porque han visto milagros, nos dirá que hay que ir a otro sitio porque tiene que predicar en otras partes ‘que para eso he venido’.
Es la Palabra que nos anuncia el Reino de Dios; es la Palabra que quiere llenarnos de vida nueva transformando nuestro corazón para que nunca más el mal domine en él; es la Palabra que suscita esperanza en nuestro corazón y nos enseñará a caminar caminos nuevos de más amor y de más justicia; es la Palabra que nos vivifica y nos salva, nos hace conocer a Dios y nos ayuda a comprender el verdadero sentido del hombre; es la Palabra que nos abre los ojos para que descubramos los valores nuevos por los que hemos de luchar y esforzarnos; es la Palabra que pondrá actitudes nuevas en nuestro corazón para que comencemos a amar con nuevo amor a los que están a nuestro lado y logremos caminos de entendimiento, de armonía, de paz, de buena convivencia, de alegría de la verdadera que nace de un corazón bueno y puro.
Es la Palabra que tenemos que escuchar y dejar que penetre hondo en nuestro corazón haciendo que nuestra vida sea tierra que haga fructificar esa semilla al ciento por uno. Jesús quiere enseñarnos y nosotros hemos de escucharlo con amor, con disponibilidad en el corazón para dejarnos transformar por la fuerza de su Espíritu. No siempre es fácil. Muchas veces buscamos más ese milagro fácil que nos soluciones nuestros problemas o nuestras necesidades antes que escuchar con atención sobre todo cuando esa Palabra que escuchamos nos va a pedir un cambio de vida, un cambio de actitudes, un cambio de comportamiento. Cuánto nos cuesta todo eso, pero es el camino que hemos de hacer.
Hoy Jesús con su ejemplo también nos está enseñando donde y cómo encontrar la fuerza para todo ello. El se fue de madrugada al descampado para orar. Sepamos retirarnos allá al interior de nuestra vida, haciendo silencio en nuestra alma, para orar al Señor, para escuchar al Señor. Estos días me encontré con esta frase como os ofrezco como resumen de lo ultimo que hemos dicho: ‘La oración es la llave que abre todas las puertas’.

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