2Tim. 1, 1-8; Tito, 1, 1-5;
Sal. 95;
Mc. 4, 1-20
Al día siguiente de haber celebrado la fiesta de la conversión de san Pablo la liturgia de la Iglesia nos ofrece celebrar la memoria de Timoteo y Tito, dos santos muy queridos y relacionados con el apóstol. Convertidos en sus colaboradores desde el momento de su incorporación a la fe finalmente les confía las Iglesias de Éfeso y Creta a uno y otro, como Obispos de aquellas comunidades.
El principio de la carta a Timoteo que hoy hemos escuchado, la segunda, es enternecedora por la ternura que se manifiesta del apóstol a su discípulo Timoteo. Si hubiéramos leído el principio de la carta a Tito que también nos ofrecía esa posibilidad la liturgia lo veríamos de la misma manera. Hijo querido llama a Timoteo, y verdadero hijo en la fe que compartimos le dice a Tito. En las diferentes cartas del apóstol y lo mismo en los Hechos de los Apóstoles aparecen repetidamente como colaboradores muy estrechos del actuar de san Pablo.
Tanto las dos cartas que dirige a Timoteo como la que dirige a Tito son llamadas cartas pastorales porque fundamentalmente en ellas el apóstol trata de orientar a ambos discípulos suyos que ha puesto al frente de las citadas iglesias sobre lo que podríamos llamar su gobierno pastoral.
Es de destacar algo que le dice a Timoteo valorando su fe, y la fe de su abuela Loida y su madre Eunice. ‘He sabido de tu fe sincera, esa fe que tuvieron primero tu abuela Loida y tu madre Eunice y que, estoy seguro, tienes tu también’. Aunque el conocimiento de Jesús y su incorporación a la fe cristiana partió del anuncio del Evangelio de Pablo en sus viajes, sin embargo podemos deducir que vivía en un ambiente familiar de fe; fe en Dios recibida desde esa educación familiar, de su madre y de su abuela.
La familia el mayor caldo de cultivo donde puede nacer la fe en nuestros corazones. Qué importancia y qué responsabilidad de unos padres cristianos de trasmitir desde su propia vida esa fe a los hijos. De una familia cristiana que vive con intensidad su religiosidad y su fe cristiana allí en el seno del hogar no pueden sino surgir bendiciones para nuestras familias.
Pero cómo tristemente constatamos que ya muchas veces eso no se da en nuestros hogares. Quizá se sigue pidiendo el bautismo para los hijos recién nacidos, pero luego no aprenden a conocer el nombre de Dios en el seno del hogar. Algo que tiene que preocuparnos a todos, algo que preocupa hoy mucho a la iglesia que en su labor pastoral quiere trabajar mucho con las familias para que eso no suceda así. Creo que entre nosotros, al menos, tendría que ser preocupación y motivo para orar mucho al Señor por nuestras familias para que en su seno se viva en verdad la fe cristiana y se sepa trasmitir de una generación a la otra.
Y de la carta a Tito, aunque no la hayamos proclamado hoy, destacar algo que ya subrayamos más arriba cuando el apóstol llamaba Tito, ‘verdadero hijo mío en la fe que compartimos’. Eso, ‘la fe que compartimos’, que vivimos en comunión los unos con los otros. La fe, sí, esa respuesta personal que cada uno hemos de dar al amor de Dios, pero una fe que no vivimos aislados de los demás, sino que vivimos en comunión los unos con los otros; como dice hoy el apóstol, ‘la fe que compartimos’.
Así hemos de sentirnos unidos en una misma fe. Una característica fundamental de nuestra fe cristiana es que siempre nos lleva a la comunión con los hermanos, siempre nos conduce a vivirla en Iglesia. Algunas veces pareciera que cada uno vamos por nuestro lado con nuestra fe. Y eso no puede ser así. Creemos en el mismo Dios y Señor, creemos en el mismo Jesucristo que es nuestro Señor y nuestro Salvador y al creer también en el Espíritu Santo, en ese mismo Espíritu nos tenemos que sentir en profunda comunión con Dios y entre los unos y los otros. Repito, es nuestro sentirnos Iglesia.
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