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miércoles, 28 de abril de 2010

Yo he venido como luz, que su Espíritu nos mantenga siempre en esa luz

Hechos, 12, 24-13, 5;
Sal. 66;
Jn. 12, 44-50

‘Yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en Mí no quedará en tinieblas…’ Será algo que nos repetirá Jesús en el evangelio. La imagen de la luz es constante sobre todo en el evangelio de san Juan. Jesús es la luz – ‘Yo soy la luz del mundo’, nos dirá – y cuando le damos el sí de nuestra fe quedamos iluminados para siempre.
Un detalle en referencia a esto es que a los cristianos recién bautizados en una época de la Iglesia se les llamaba los iluminados. Y no olvidemos que en el Bautismo recibimos como un signo la luz encendida del cirio pascual. Qué hermoso por otra parte el lucernario con que comienza la vigilia pascual hasta que somos iluminados por la luz de Cristo resucitado.
Pero es necesario ese sí, esa respuesta positiva por nuestra parte, esa respuesta de nuestra fe. No vaya a ser aquello otro que nos dice el principio del evangelio de Juan, que vino la luz pero las tinieblas no la recibieron. ¿Preferimos estar en las tinieblas o ser iluminados por la luz de Cristo?
Con esa luz conoceremos a Dios, porque como dice Jesús ‘el que me ve a mí, ve al que me ha enviado’. Con esa luz nos llenamos de vida eterna, porque el mandado, el encargo que Jesús ha recibido del Padre que le ha enviado, es la vida eterna, Cursiva‘yo sé que su mandato es vida eterna’, nos dice. Quien acepta esa luz, se deja iluminar por ella, cree en Jesús, se llena del Espíritu de Jesús. Va a ser su Espíritu el que actúa en nuestros corazones – sus obras son las obras de la luz, de la vida, del amor -, como el Espíritu es el que va a guiar a la Iglesia.
En el relato de los Hechos de los Apóstoles que hoy se nos ha proclamado vemos palpable esa acción del Espíritu en la comunidad, en este caso, de Antioquia.
Fruto de la presencia y fuerza del Espíritu era la intensidad de vida de aquella comunidad. Por una parte ‘la palabra del Señor cundía y se propagaba’, con lo cual vemos el crecimiento de vida de esa comunidad. Se manifestaban por otra parte los dones del Espíritu en los diferentes carismas que surgen en la comunidad. ‘En la Iglesia de Antioquia había maestros y profetas…’ y nos hace una relación de esas personas llenas del Espíritu que se manifestaba en diferentes carismas.
Era por otra parte una comunidad orante y que sentía la presencia y la fuerza del Espíritu del Señor en su oración. ‘Un día que ayunaban y daban culto al Señor, dijo el Espíritu Santo: apartadme a Bernabé y a Saulo para la tarea a que los he llamado’. Eso los hace también una comunidad misionera que envía con la fuerza del Espíritu a Bernabé y a Saulo a anunciar la Buena Noticia por diferentes lugares. ‘Volvieron a ayunar y orar, les impusieron las manos y los despidieron. Con la fuerza del Espíritu Santo bajaron a Seleucia y se embarcaron para Chipre…’ Seleucia es el puerto de mar en el Mediterráneo a poca distancia de Antioquia.
Que así nos dejemos inundar y conducir por el Espíritu, que nos ayude a conocer más y más a Jesús, a hacer una oración en el Espíritu y nos dé ese empuje misionero en nuestro corazón para sentir siempre la urgencia del anuncio del Evangelio en todas partes.

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