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viernes, 9 de octubre de 2009

La opción de nuestra fe nos exige firmeza y vigilancia

Joel, 1, 13-15: 2, 1-2
Sal. 9
Lc. 11, 15-26


Hay quienes se resisten a creer. Aunque lo tengan todo claro, todas las cosas le motiven a creer, sin embargo se resisten, ponen pegas, dan largas, siguen pidiendo pruebas.
Y es que creer es algo más que saberse algo de memoria o decir unas palabras en unos momentos determinados. Creer implica la vida, porque significa hacer una opción, tener que decidirse por algo, o mejor, por alguien, tomar unas posturas. Quien opta por la fe, su vida ya no puede ser igual, necesitará cambios en muchas cosas, una nueva forma de vivir. Porque la fe implica a toda la persona.
Hay quienes se resisten a dar ese paso, dando largas continuamente y parapetándose detrás de muchas cosas que pueden sonar como a disculpas. Desde quienes nos pueden decir que todo eso son pamplinas, lo ven como un engaño, o intenciones o motivaciones torcidas ocultas en quien nos ofrece la fe, o quienes están pidiendo siempre pruebas y nunca terminan de convencerse.
Es lo que nos refleja el evangelio de hoy que pasaba con Jesús. Había hecho un milagro delante de la vista de todos y aún no terminaban de creer en él. ‘Habiendo echado Jesús un demonio, algunos de entre la multitud dijeron: Si echa los demonios es por arte de Belcebú, el príncipe de los demonios. Otros para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo’.
No es la primera vez que piden signos. Los tienen ante los ojos y aún quieren más pruebas. Le preguntan con qué autoridad expulsó a los vendedores del templo y en muchas ocasiones vienen a pedirle un signo para creer en El, a pesar de que allí estaban los milagros que hacía curando enfermos, dando la vista a los ciegos, haciendo caminar a los paralíticos, limpiando a los leprosos o resucitando a los muertos.
Por otra parte bien contradictorio es que digan que echa los demonios por arte del príncipe de los demonios. ‘Leyendo sus pensamientos, les dijo: Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa… Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo podrá mantener su reino?... si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros’. Pero no quieren entender.
Pero Jesús nos está pidiendo que pongamos toda nuestra fe en El. Nos pide que le sigamos. Nuestra opción y decisión tiene que ser firme. ‘El que no está conmigo, está contra mí. El que no recoge conmigo, desparrama’. No podemos nadar a dos aguas. El seguimiento de Jesús tiene que ser total. No podemos andar a medias. Por eso es necesario nuestra unión con El, el conocerle profundamente y el llenarnos de su vida.
Pero también hemos de estar vigilantes. El enemigo acecha, el tentador está a las puertas. ‘Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y se reparte el botín’. El mal se presenta de muchas maneras, algunas veces de forma sutil, para arrastrarnos con sus redes.
Y la vigilancia no puede decaer, porque nos creamos seguros y que ha hemos superado muchas cosas. Pensemos, por ejemplo, en la persona que ha superado un vicio, ha dejado de fumar tras no fuerte esfuerzo y largo proceso, o el alcohólico o drogadicto que piensa que ha no va a volver a caer en las redes del vicio porque ha seguido un programa terapéutico adecuado. Cuántas veces vemos que tras cierto tiempo el fumador vuelve a fumar, el bebedor vuelve de nuevo al alcohol o el adicto a sus drogas. Había bajado la intensidad de su vigilancia, alguien quizá le dice porque un día fume un cigarrillo o tome una copa no pasa nada, un acto social cualquiera donde a su alrededor todos andan metidos en esas cosas, hará que comience por probar, - probarse a sí mismo, se suele decir – y al poco tiempo vuelve a andar por los mismos caminos.
Eso nos pasa en todos los aspectos de superación de nuestra vida, de vencimiento de las tentaciones pecaminosas o del cuidado que hemos de tener de nuestra religiosidad. Lo que dice Jesús en el evangelio. ‘Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por el desierto, buscando un sitio para descansar; pero como no lo encuentra, dice: volveré a la casa de donde salí. Al volver la encuentra barrida y arreglada. Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio’.
Pidamos al Señor que nos dé la fortaleza de la fe y que nunca la gracia de Dios nos abandone.

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