Con
la celebración de todos los santos comprendamos que los cristianos no somos un
desfile de tristes y amargados sino los que llevamos en nosotros la mejor
alegría
Apocalipsis 7, 2-4. 9-14; Salmo 23; 1Juan 3,
1-3; Mateo 5, 1-12a
Pensemos en alguien a quien le va mal
en la vida, que todo se le vuelve oscuridades con los problemas que se
sobrevienen unos a otros, o simplemente miremos a nuestro alrededor y la
situación por la que va pasando la sociedad en la que vivimos donde muchas
veces parece que se ha perdido la esperanza y la ilusión, donde no sabemos a
donde vamos a parar, o a donde nos llevan los derroteros por donde va el mundo
de hoy, el escuchar en un momento determinado unas palabras que nos digan que
hay salida, que las cosas pueden y van a cambiar, que no todo es tan negro como
aparenta porque hay algunas señales de algo que puede ser distinto, parece que
nos levantan los ánimos, despiertan esperanzas, nos sentimos impulsados a poner
a caminar para encontrar esa luz, a luchar para que las cosas mejoren y
cambien.
Algo así son las palabras que hoy
escuchamos en el evangelio. Y no vamos a pensar, que también tenemos que
hacerlo para verlo como ejemplo, de cómo se sentía aquella multitud al pie del
monte cuando Jesús les dice que en la voluntad de Dios hay una buena noticia de
un mundo nuevo que se puede construir, sino escuchándolas para nosotros mismos,
en esa situación de nuestro mundo y nuestra sociedad como antes mencionábamos.
Porque lo que escuchamos no lo podemos hacer como si fueran palabras bonitas
para aquellas gentes en los tiempos de Jesús, sino que tenemos que escucharlas
como una buena noticia que se nos da para los hombres y mujeres de hoy en este
pleno siglo XXI.
Es posible ese Reino de Dios anunciado
por Jesús en este día en que vivimos. Así tenemos que escuchar esa buena
noticia del Evangelio. A los que hoy viven en el sufrimiento de sus carencias y
necesidades, en medio de sus sufrimientos y no solo por las enfermedades que
puedan padecer sino por esas otras cosas que angustian el corazón de los
hombres y mujeres de hoy, por los que están luchando y les parece que sus
luchas son ineficaces porque no terminamos de ver el albor de un mundo nuevo y
mejor, por los que se sienten incomprendidos cuando quieren vivir con
sinceridad sus vidas y quieren trabajar por un mundo mejor y más justo,
necesitan escuchar estas palabras de Jesús; necesitamos escuchar estas palabras
de Jesús.
Podemos comenzar a pregustar la dicha
de un mundo mejor y con más paz, porque aunque algunas veces nos parezcan invisibles
hay muchos que están queriendo vivir sin malicias ni desconfianzas, muchas
personas que están poniendo la sinceridad de sus vidas en lo que comparten generosamente con los demás,
muchos que quieren ir sembrando buenas semillas cultivando unos valores que le
dan una nueva trascendencia a la vida, muchos que viven son autenticidad su fe
y se sienten comprometidos en el testimonio congruente que quieren ofrecer a
los demás.
Si fuéramos capaces de abrir un poquito
más los ojos sin dejar que se enturbien con malicias y malos deseos seguramente
descubriremos ese mundo nuevo que calladamente esta germinando en torno
nuestro. No ahoguemos nunca el más mínimo gesto de bondad que podamos descubrir
en los demás porque serán brotes de algo nuevo que llenará de una nueva
fecundidad a nuestro mundo.
Hoy la Iglesia está celebrando una
fiesta que tiene mucha importancia para el camino que estamos haciendo pero que
aunque sabemos que es la fiesta de todos los santos, o los vemos muy lejos de
nuestras vidas o terminamos confundiendo la celebración de este día con la
conmemoración que mañana dos de noviembre realiza la Iglesia. Cuando decimos
todos los santos decimos todos aquellos que vivieron en sus vidas este mensaje
de las bienaventuranzas que nos presenta el evangelio. Esa multitud
innumerable, como nos decía el libro del Apocalipsis de todos aquellos que se
han purificado en la Sangre del Cordero.
Pero ¿qué significa eso? Porque
quisieron ser fieles a un camino de rectitud, de justicia y amor, no temieron
pasar quizás desapercibidos por los demás o quizás muchas veces incomprendidos
y hasta perseguidos, pero siguieron sembrando la semilla, siguieron plantando
con esperanza, siguieron queriendo dejar tras si un rastro de amor que es el
que en verdad está haciendo germinar a nuestro mundo.
Muchos han sido reconocidos por la
heroicidad de sus virtudes y de su testimonio por la Iglesia y son los que
llamamos santos porque así los ha declarado la Iglesia en lo que llamamos la
canonización, incluirlos en el canon o catálogo de los santos, que viene a
significar. Pero no solo a esos santos hoy celebramos sino a tantos anónimos
con quienes quizás hemos compartido el camino en tantas personas cercanas a
nosotros que vivieron ese camino de fidelidad.
Y pensar en ello pone una ilusión y una
esperanza nueva en nuestros corazones, nos impulsa a seguir nosotros queriendo
sembrar esa semilla, a seguir en nuestra lucha y nuestro testimonio aunque
muchas veces nos cueste mucho. Es una fiesta que nos hace caminar con una nueva
alegría, de la que tenemos que sentirnos todos contagiados para darle un nuevo
rostro a la Iglesia.
Qué pena y qué lástima que muchas veces
los cristianos parezcamos un desfile de personas tristes, amargadas y sin ilusión
cuando somos las personas que tenemos las mejores razones para ir siempre
cantando y contagiando nuestra alegría por los caminos de la vida. Con esta
fiesta de todos los santos despertemos a esa alegría nueva y llena de vida.
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