Y
nosotros tenemos una palabra que decir, un testimonio que dar, una esperanza
que despertar, una luz con la que iluminar, no dejemos que nos manipulen esa
luz
Proverbios 3,27-34; Sal 14; Lucas 8,16-18
¿Para qué
quiero una lámpara por muy valiosa y artística que sea si cuando todo está a
oscuras no la puedo encender o no me dejan encenderla? Por muy maravillosa que
sea no me vale que solo sea un adorno, la quiero para que ilumine, y para eso
además he de colocarla en el lugar más oportuno para que la luz se expanda con
toda intensidad.
Eso
tendríamos que ser nosotros, los cristianos; ya Jesús nos dirá en otro lugar
que nosotros hemos de ser la luz del mundo, hoy nos vuelve a insistir en lo
mismo, la lámpara tiene que iluminar y así nosotros tenemos que iluminar, no
podemos ocultar la luz, porque no tendría sentido. ¿Será acaso que nos hemos
pensado que somos solo un adorno?
Así las
tinieblas querrán ahogar esa luz. Ya nos dice el principio del evangelio de
Juan que la luz brilla en medio de la tiniebla, pero la tiniebla no la recibió,
la rechazó. Y sutilmente eso quieren hacer algunos de la fe, de la Iglesia, de
la religión, del cristianismo. Como un residuo que quedara de otras épocas, y
se la quieren presentar como si fuera una pieza de arqueología; bueno algunas
veces parece que le dan más importancia a las piezas de arqueología que a los
valores y a los principios cristianos.
Son unas
tradiciones, como si nada tuviera que ver con el momento presente y si
recordamos algo es como del tiempo pasado. Fijémonos en qué han querido mucho
transformar nuestras fiestas religiosas en una tradiciones que celebramos como
un folklorismo, nos han convertido nuestras expresiones de fe en puro folklore
y romería. Nos quedamos tantas veces en puros ritualismos y convertimos nuestras
celebraciones en un protocolo que cumplir, porque eso está bien y queda bonito.
Y lo malo es que nosotros los cristianos nos dejamos, lo permitimos, y no
terminamos de sacar a flote toda la profundidad que tendrían que tener nuestras
expresiones religiosas cultuales.
Es la luz que
se quiere ocultar; es la luz que rodeamos de tantos adornos que al final son un
impedimento para que llegue nítida esa luz a todos; como pasa con tantas
lámparas que con tantos adornos ya no nos sirven para alumbrar.
No ocultemos
nuestra luz, no ocultemos nuestra fe, no temamos a los vientos que podamos
encontrar en contra; estemos atentos para no dejarnos manipular; seamos
valientes y dejemos de una vez todas esas cobardías que tantas veces nos
encierran; demos valientemente razón de nuestra fe y de nuestra esperanza. Que
el mundo nos necesita, aunque nos digan lo contrario porque se encuentran
envueltos en muchas tinieblas, en muchas oscuridades.
Y nosotros
tenemos una palabra que decir, un testimonio que dar, una esperanza que
despertar, una luz con la que iluminar; pero nuestras cobardías, nuestros
arreglos para que no se lo tomen a mal, nuestros disimulos para que no nos
digan que vamos haciendo proselitismo; al final ni proselitismo ni nada porque
en nuestras cobardías nos encerramos y ocultamos la luz. ¿Dónde está aquella
luz que pusieron en nuestras manos en el momento de nuestro Bautismo? ¿Qué
hemos hecho de esa luz? ¿La habremos dejado apagar?
Y quiero
terminar con unos hermosos párrafos de nuestro Papa Francisco. ‘¡Pero que hermosa es esta misión de dar luz al
mundo! Pero es una misión que nosotros tenemos. Es hermosa… También es hermoso
conservar la luz que hemos recibido de Jesús. Custodiarla, conservarla. El
cristiano tendría que ser una persona luminosa, que lleva luz, siempre da luz,
una luz que no es suya, sino que es un regalo de Dios, un regalo de Jesús. Y
nosotros llevamos esta luz adelante. Si el cristiano apaga esta luz, su vida no
tiene sentido. Es un cristiano solo de nombre, que no lleva la luz. Una vida
sin sentido. Pero yo quisiera preguntaros ahora: ¿Cómo queréis vivir vosotros?
¿Como una lámpara encendida o como una lámpara apagada? ¿Encendida o apagada?
¿Cómo queréis vivir? Pero no se escucha bien aquí. ¡Lámpara encendida!, ¿eh? Y
es precisamente Dios el que nos da esta luz y nosotros se la damos a los demás.
¡Lámpara encendida! Esta es la vocación cristiana’ (Papa
Francisco. Ángelus del 9 de febrero de 2014).
Hola! Me gustan mucho sus escritos! Estoy muy de acuerdo en mucho de lo que usted menciona. En lo único que discrepo es en mencionar al obispo como "Papa", cuando padre hay uno solo, el Señor. Sé que se acostumbra inclusive a decirles "Padre" a los sacerdotes, pero, nuevamente, creo que es preferible decirles hermanos, pues somos una familia, en la cual, la figura paterna es la del Señor, padre todopoderoso. Gracias por leerme y gracias por continuar escribiendo cosas tan bonitas que invitan a la reflexión y a la acción. Saludos cordiales y muchas bendiciones para usted y sus seres queridos!
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