Dejemos
que la Palabra llegue a nuestro corazón, alimente nuestra vida, encienda nueva
luz en nuestro corazón, nos lleve a que Dios sea el único Señor de nuestra vida
Deuteronomio 26, 4–10; Sal 90; Romanos 10,
8-13; Lucas 4, 1-13
Hemos emprendido el camino de la
Cuaresma un año más. Pero así de entrada me atrevo a decir que no es pensar en
un año más que vamos a hacer este camino, sino que tiene que ser el camino que
aquí y ahora, este año concreto, tenemos que emprender. Aunque nos parezca
repetición, no la hay; aunque se nos ofrezcan unos mismos textos litúrgicos
bien sabemos que la Palabra de Dios llega en el hoy concreto de la vida que
vivimos y es por lo que para nosotros es Evangelio, es Buena Noticia, porque es
noticia que de Dios nos llega hoy a nuestra vida. Por eso no vamos a decir un
año más, sino el camino que hoy, este año hemos de realizar con sus
circunstancias concretas.
Un camino que nos obliga a hacernos
preguntas, porque lo que ahora vivimos nos llena de incertidumbres y de
angustias, nos puede hacer perder las esperanzas, o nos hace entrar en una
dinámica de cansancio ante tanto que tenemos que luchar. Esas contradicciones
de nuestro mundo que se llena de violencias algunas veces nos hace dudar, o nos
puede llenar también de pesimismo; pero están también tantas influencias que
recibimos de un lado y de otro que nos desestabilizan, no hacen que no sepamos
por donde salir, o nos tientan para vivir dejándonos arrastrar por lo que nos
rodea.
Si difíciles fueron las condiciones que
vivimos en otros momentos recientes de nuestra historia y que arrastraron a
nuestra sociedad a nuevos planteamientos o a una nueva visión de la misma
realidad de la vida, ahora no es menos difícil lo que vivimos que de nuevo nos
llevará también a nuevos planteamientos, a un nuevo sentido o estilo de vivir,
a nuevas búsquedas. La humanidad siempre ha sentido deseos de paz pero nos
vemos envueltos por las ambiciones que se transforman en violencias y que nos
llenan de dolor y de muerte. Una guerra es una grave crisis para la humanidad.
Y las crisis nos pueden hacer perder el pie, no sabiendo a veces donde
apoyarnos para que nos sintamos seguros, nos hacen buscar nuevas seguridades, o
nos pueden arrastrar a angustias de las que no sabemos cómo salir.
Tradicionalmente en este primer domingo
de Cuaresma en el Evangelio se nos presentan las tentaciones de Jesús en el
desierto. Diciéndolo de una manera fácil fueron momentos de crisis para Jesús.
Era el momento del comienzo de su misión y ante él se abría aquel mundo al que
había que anuncia una buena nueva, la buena nueva del Reino de Dios. ¿Cómo
realizar aquella misión?
Se podían ofrecer caminos fáciles, pero
que serían caminos muy lejanos de los valores nuevos que con el Reino de Dios
se quería para la vida y para el mundo. No podían ser caminos de manipulación
de nada ni de nadie; no podían ser caminos que encandilaran sino que tenían que
ser caminos que llevaran al encuentro con la verdadera luz que diera sentido a
la vida de las personas. Si Jesús había de presentarse como el camino y la
verdad y la vida, no lo podía hacer por caminos del engaño, de vanidad, de
mentira. Y era por donde lo estaba tentando el diablo.
Tienes el poder porque eres el Hijo de
Dios, venía a decirle Satanás, manifiéstate con esas aureolas realizando
milagros y cosas extraordinarias y la gente confiará en ti. Era el milagro de
convertir las piedras en pan, porque si tenia hambre allí tenía la solución
fácil, o era el ser aclamado porque si caía desde el pináculo del templo y no
le pasaba nada, todos los que lo verían creerían en el. ‘No tentarás al
Señor, tu Dios’, le responde Jesús. ¿Qué no damos nosotros por ser
aclamados o ser tenidos en aprecio por todos llenando nuestro corazón de
vanidad?
Ya veremos luego en el evangelio como
Jesús estará evitando todo eso con lo que va realizando. Les prohibía a los que
eran beneficiados por los milagros de su amor que hablaran de ello a los demás,
porque no era ese el camino por el cual quería ser aceptado. Y nosotros
seguimos pidiendo milagros para creer. Los milagros solo tenían que ser signos
del nuevo reino de Dios, de cómo cuando pusiéramos a Dios en nuestra vida el
mundo se iría transformando y el mal se iría venciendo.
¿Quieres en verdad un reino nuevo en
que tú seas el señor de todo?, viene a decirle Satanás cuando le presenta todos
los reinos del mundo desde una montaña alta. ‘Todo eso te daré si me
adoras’. Los afanes de grandeza y de poder, sea como sea, a que nos vemos
tan fácilmente tentados; parece que no importa cómo lo logremos, los apegos que
tengamos en el corazón o los ídolos que nos busquemos, o no importa que haya
destrucción y muerte por medio, como estamos viendo en la realidad de nuestro
mundo. No es ese el camino de Jesús. ‘Apártate de mi, Satanás, solo al
Señor, tu Dios, darás culto’.
Pero esto que estamos escuchando hoy en
el evangelio tiene que traernos una buena noticia para nosotros y para nuestro
mundo en esta hora concreta que estamos viviendo. ¿Nos estará abriendo a que
busquemos nuevos caminos para la paz? ¿Nos estará haciendo planteamientos en lo
hondo del corazón para que analicemos seriamente esas posturas y actitudes con
las que actuamos habitualmente en la vida?
Esto que estamos viendo a lo grande en
el momento presente de nuestra historia que ha desencadenado la situación presente
tan dura que estamos viviendo, tenemos que verlo en el día a día de nuestro
interior, de lo que hacemos cada día, de lo que son nuestras relaciones con los
que están cerca de nosotros, de las ambiciones y vanidades que seguimos
manteniendo en muchas actitudes y posturas de la vida. ¿No tendremos muchas de
esas cosas en el día a día con los que están cercanos a nosotros, familiares,
amigos, vecinos, compañeros de trabajo? ¡Cuántas guerras nos hacemos!
Como se nos dice el evangelio no solo
de pan vive el hombre sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios. Dejemos
que esa Palabra llegue a nuestro corazón, alimente nuestra vida, encienda nueva
luz en nuestro corazón, nos lleve de verdad a que Dios sea el único Señor de
nuestra vida. Tiene que ser algo muy concreto en el hoy de nuestra vida.
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