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lunes, 18 de octubre de 2021

Ponernos en camino dispuestos a compartir y ser testigos, siempre hay una palabra que decir, un mensaje que transmitir, un testimonio que dar, un amor que contagiar

 


Ponernos en camino dispuestos a compartir y ser testigos, siempre hay una palabra que decir, un mensaje que transmitir, un testimonio que dar, un amor que contagiar

2Timoteo 4, 10-17b; Sal 144; Lucas 10,1-9

Ponerse en camino, es la situación del hombre, de la persona que vive, que quiere vivir. Cuántas veces decimos cuando nos vemos obligados a quedarnos en casa, a quedarnos en el mismo sitio sin movernos que esto no es vida. Algo así nos sentíamos cuando tuvimos estar con un confinamiento obligatorio por cierto tiempo en la pasada pandemia que nos ha afectado. Necesitamos movernos, estar en camino. Es señal del vivir.

Aunque cuando estamos haciendo referencia a esto de ponernos en camino no es solamente el movimiento físico del trasladarnos de un lugar a otro, sino que es toda esa actividad que mantenemos como persona, que nos comunicamos, que entramos en relación, que transmitimos algo de nuestro yo a los demás. Medios tenemos para poder realizarlo, para poder estar en camino, para darle un sentido y una intensidad a nuestro vivir. No nos quedamos encerrados en un círculo, sino que queremos salir, abrirnos a los demás, entrar en comunicación y en comunión con los otros. Es la riqueza de la vida misma, porque al darnos nos enriquecemos por dentro, pero es que también estamos abiertos a cuanto podamos recibir de los demás.

En camino están los padres que no solo han engendrado a unos hijos, sino que por ellos se dan, para ellos buscan lo mejor, a ellos les están transmitiendo lo más hondo de sus vidas, para que a su vez ellos crezcan y también se pongan en camino en ese darse por los demás. Y es la tarea que realizan los profesores y educadores, es la tarea que realizamos en cualquiera que sea nuestra profesión si en verdad queremos darle intensidad a la vida.

Cuando uno se siente enriquecido así no se encierra de forma egoísta en sí mismo – aunque nos podamos encontrar a muchos que entiendan la vida de ese modo – sino que de ese riqueza que recibe, de la que se llena se desborda para darse a los demás, para hacer llegar esa riqueza de la vida a los otros.

Cuánto no podemos decir en este sentido de la vida de fe. Ese don que recibimos del Señor cuando descubrimos su amor y como se refleja en nuestra vida y como nos inundamos con ese amor se tiene que convertir en ese bien que en sí mismo se difunde, se transmite, se lleva a los demás. Es lo que Jesús les quiere hacer comprender a los discípulos que tanto tiempo llevan con El inundándose de los valores y del amor que Jesús les transmite, que ahora tienen que ponerse en camino, tienen que llevar ese don a los demás, tienen que transmitir esa buena nueva que ellos han encontrado en Jesús y que tendrá que ser buena noticia para todos. Es el envío que hoy vemos que Jesús hace de sus discípulos.

Un mensaje y una buena noticia que no siempre será fácil transmitir, porque no todos están dispuestos a escucharla. Ya les previene Jesús aunque les hace ir con humildad y no queriéndose apoyar en medios humanos sino conscientes de que su fuerza está en el Señor. Es nuestra tarea, la tarea que tenemos ante nuestro mundo, una buena noticia que transmitir, algo que llevamos en nosotros y que tenemos que contagiar.

Tenemos que ponernos en camino, tenemos que ir al encuentro con los demás con esa buena nueva del Evangelio, de que Dios nos ama; tenemos que quitar nuestros miedos y dejar a un lado nuestras cobardías para ponernos en camino, con la confianza puesta en el Señor. Cuántas semillas podemos sembrar ahí en medio de los nuestros, nuestra familia, nuestros amigos, los vecinos con los que convivimos, en nuestro lugar de trabajo, donde estamos haciendo nuestra vida.

Tenemos que estar siempre en camino, dispuestos a compartir, dispuestos a dar testimonio, dispuestos a ser testigos. Siempre hay una palabra que decir, un mensaje que transmitir, un testimonio que dar, un amor que contagiar. Es que ahí donde vamos a manifestar toda la vitalidad de nuestra fe.


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