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viernes, 19 de octubre de 2018

Hacen falta cristianos valientes y nos dice Jesús: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo


Hacen falta cristianos valientes y nos dice Jesús: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo

Efesios 1,11-14; Sal 32; Lucas 12,1-7

Muchas veces en la vida los miedos nos paralizan. Cuántas cosas dejamos de hacer cuando se nos mete el miedo en el cuerpo, como solemos decir. Y hay personas que parece que van siempre en la vida con miedo, con temor. Y ante cualquier cosa nueva que tienen que hacer se quedan como paralizados sin saber qué hacer o como hacer; cuando tienen que expresar una opinión, se callan, dan vueltas y disculpas continuamente, responden con vaguedades, pero tienen miedo de manifestar claramente su opinión, lo que piensan o lo que desean de la vida.
Miedos ante el qué dirán, a la opinión de los demás, a lo que puedan pensar de nosotros y no nos manifestamos con claridad ni sinceridad. Miedos ante el futuro, ante el mañana, ante lo incierto y así nunca se atreven a emprender nada. Miedo a lo que puedan encontrar en contra, la oposición de los demás, la opinión distinta con que se van a encontrar y no se atreven a entrar en un diálogo. Miedo porque lo que vamos a hacer o decir nos traerá consecuencias, y claro no queremos sufrir y somos contradictorios entre lo que pensamos y cómo nos manifestamos. Miedo que muchas veces es una cobardía que nos encierra en nosotros mismos.
También los cristianos en muchas ocasiones nos manifestamos con miedo y no damos un claro testimonio de nuestra fe. Nos acobardamos porque sabemos que nos vamos a encontrar un mundo adverso y tratamos de pasar desapercibidos, tratamos de diluirnos en medio del mundo que es la mejor manera de que pronto lleguemos a perder nuestra identidad, y nuestra fe se nos enfríe y se nos muera.
Hoy nos dice Jesús: ‘A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más’. Nos pide Jesús valentía para anunciar el evangelio, que alejemos de nosotros los temores, que seamos capaces de levantar la voz en la plaza publica para anunciar y dar testimonio de lo que hemos recibido. Ya en otro momento nos dirá que no somos aceptamos, que tendremos incluso persecuciones, pero El nos promete la asistencia y fuerza de su Espíritu para que seamos sus testigos.
Se nos hace difícil hoy el anuncio del evangelio. Parece muchas veces que la gente está curada de todo y que no nos van a aceptar ni nos van a escuchar. Pero quizá ese mundo que nos rodea está esperando una palabra de vida, una palabra de esperanza, el testimonio de quien en verdad trabaja por la paz, de quien manifiesta el amor verdadero con los signos de su vida.
Es lo que nosotros tenemos que anunciar, es lo que tenemos que hacer y dejar a un lado nuestros miedos y cobardías. Si somos valientes nos daremos cuenta de que vamos a encontrar una mayor aceptación de lo que nosotros esperábamos o nos temíamos con nuestros miedos. La fuerza de la gracia del Señor mueve de verdad los corazones más reticentes, pero es necesario que nosotros hagamos con valentía el anuncio. Hacen falta cristianos valientes y decididos que abandonen todos los complejos para ser verdaderos testigos de Jesús y de su evangelio.

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