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jueves, 12 de mayo de 2016

Los cristianos con nuestras divisiones, nuestros recelos, desconfianzas, orgullos estamos poniendo palos en las ruedas del Reino de Dios

Los cristianos con nuestras divisiones, nuestros recelos, desconfianzas, orgullos estamos poniendo palos en las ruedas del Reino de Dios

Hechos 22, 30; 23, 6-11; Sal 15; Juan 17, 20-26

Cuando ponemos gran empeño en sacar un proyecto adelante, un proyecto que consideramos de gran trascendencia para nosotros y para ese mundo nuevo que queremos construir, lo menos que desearíamos es que desde dentro, desde las personas que realizan ese proyecto se pusieran trabas o maquinásemos para destruirlo. Un encargo y un deseo sería que en verdad lo cuidáramos y no hiciéramos nada que pudiera ser obstáculo para llevarlo adelante. La experiencia de la vida nos dice cómo siempre encontraremos quienes están poniendo palos a las ruedas, desde las envidias, los orgullos, los recelos y en lugar de construir destruimos. Esto lo vemos claro en tantos hechos de la vida.
Son las recomendaciones y la oración que Jesús está haciendo por los discípulos, por el Reino de Dios que se está constituyendo, por la Iglesia que está naciendo. Es la oración por la unidad. ‘Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado’. Es importante esa unidad de todos los creyentes para que el mundo crea. Si nos ven divididos ¿cómo van a creer en la Palabra que les anunciamos?  Si nos ven desunidos mala imagen estamos dando del Reino de Dios.
Este tema de la unidad nos puede llevar a variadas consideraciones con muchas consecuencias en nuestra vida cristiana y en la vida de la Iglesia. Ya es un drama grande que a lo largo de los siglos se haya producido tantas rupturas y que teniendo todos una misma fe en Jesús nos etiquetemos con tan diversos nombres y hayamos creado esos abismos inmensos de separación y división. Damos gracias a Dios por los gestos de cercanía que se están dando en los últimos tiempos.
Pero yo quiero pensar ahora en nuestras propias comunidades parroquiales o en las comunidades religiosas. ¿Trabajaremos de verdad para que haya esa verdadera comunión y unidad en el día a día de nuestras comunidades? Bien sabemos de los recelos y desconfianzas que muchas veces aparecen. Mucho daría que pensar, porque lo triste sería que fuéramos nosotros los propios cristianos los que desde dentro estuviéramos frenando el avance de la Iglesia. Nos pide Jesús que vivamos unidos, que no nos destruyamos. Con el corazón en la mano nos lo esta pidiendo Jesús. 

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