El camino de la vida se nos puede llenar de dudas y de preguntas pero será siempre un camino de pascua, un camino desde la fe hecho al paso de Dios
Hechos 13, 26-33; Sal 2; Juan
14, 1-6
‘Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en
mí’. Andaban inquietos los discípulos en la noche de la cena. Muchos signos
extraordinarios se habían sucedido a lo largo de aquella cena que tenía que
estar llena de alegría como eran siempre para los judíos la celebración de la
pascua. Pero las palabras de Jesús hacían barruntar algo que ellos, a pesar de
tantos anuncios que Jesús había realizado, seguían sin comprender. Las palabras
de Jesús tratan de infundir calma en sus corazones invitándoles a poner toda su
confianza en El, a poner toda su fe en Dios, porque era la pascua, el paso
definitivo de Dios en sus vidas y en la historia.
Andamos inquietos también muchas veces ante cosas que nos
desconciertan. Y cuando nos sentimos así parece que el mundo tiembla bajo
nuestros pies. Contratiempos en los problemas que cada día nos van apareciendo,
situaciones difíciles de las que no sabemos cómo salir, enfermedades que nos
hacen sufrir ya sea porque nos afecten a nuestra propia salud o porque veamos
enfermar a los que queremos y están a nuestro lado quizás con enfermedades
incurables que les aboquen a la muerte, acontecimientos extraordinarios que se
suceden en la sociedad que no llegamos a entender, catástrofes naturales que
siegan la vida de tantos y que llenan de dolor a poblaciones enteras…
Parece que nos llenamos de dudas ante las cosas que nos suceden o lo
que contemplamos en nuestro entorno y nos surgen muchas preguntas desde lo
hondo del corazón. Miremos simplemente lo que cada día sucede en nuestro
entorno, o las calamidades que se suceden unas tras otras en el hoy de nuestra
historia. Podríamos recordar muchas cosas y hacer una lectura de nuestra
historia.
Pero escuchemos la palabra de
Jesús: ‘Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí’.
Jesús nos invita a hacer otra mirada distinta sobre la vida y sobre todo eso
que nos sucede. Jesús nos invita a levantar la mirada hacia lo alto con otras
metas distintas y más sublimes. Jesús nos invita a una trascendencia de nuestra
vida que no se termina en el hoy que ahora vivimos y que puede concluir en la
muerte.
Nos habla Jesús de su vuelta al Padre pero de que quiere que estemos
con El para siempre. Jesús nos habla de otras estancias en las que podremos
encontrar una vida superior y donde ya no habrá muerte ni luto ni dolor.
Los discípulos no entienden, quieren buscar caminos y no saben por
donde encontrarlos. Pero Jesús les dice que El es el Camino, que El es la
Verdad plena y absoluta, que El es la Vida que dura para siempre. Jesús les
está enseñando que no han de hacer otra cosa que seguirle a El, poner toda su
fe en El y hacer su mismo camino.
Será un camino de pascua, pero que es un camino que conduce a la vida.
Es un camino que haremos al paso de Dios. Y el paso de Dios está también ahí en
nuestros sufrimientos, en nuestras dudas e incertidumbres, en nuestros miedos y
desánimos, en esos problemas que nos
aparecen cada día o en esos sufrimientos, los propios o los de los que están en
nuestro entorno. Y si lo hacemos al paso de Dios todo eso nos llevará a la
vida. Se nos puede hacer duro y nos costará muchas veces entender haciendo que
surjan preguntas dolorosas en nuestro interior. Pero pongamos nuestra fe en el
Señor y todo se llenará de luz y de vida.
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