Recordar
la historia de amor de Dios en mi vida es hacer una profesión de fe y una
protesta de amor para escucharle y seguirle siempre
Hechos 11,19-26; Sal 86; Juan 10, 22-30
‘¿Hasta cuando nos vas a tener en
suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente’. Es, por así decirlo, la eterna pregunta. ‘¿Quién
eres tú?’ Lo conocían, sabían de sus obras, escuchaban sus enseñanzas, se
entusiasmaban con los signos y milagros que realizaba, pero seguían con la
inquietud de la duda en su interior. ¿Sería o no sería el Mesías prometido? No
cuadraba en muchas cosas con lo que ellos habían imaginado que sería el Mesías,
por las deducciones que hacían de lo anunciado por los profetas. En las
palabras proféticas no terminaban de descifrar en su sentido las señales con
las que se anunciaba su venido; por eso seguían ahora en su confusión y seguían
preguntando. ‘Dínoslo francamente’, le decían.
Como nos sucede a nosotros en tantas
cosas, en tantas circunstancias. Ya sea en nuestra relación con los demás, a
los que creemos que conocemos pero nos sorprenden en muchas ocasiones; como nos
sucede de cara a nosotros mismos que muchas veces quizá parece que no sabemos
lo que queremos; como nos sucede con los principios que son como soporte de
nuestra vida, en lo que nos entran dudas en algunos momentos cuando vemos el
actuar de otras personas, cuando nos presentan otras maneras de ver las cosas y
nos ponemos de alguna manera críticos ante todo.
Nos sucede en nuestra vida cristiana,
en nuestro seguimiento de Jesús donde también nos hacemos preguntas, nos
cuestionamos si en verdad lo que vivimos es el evangelio y nos hacemos muchas
revisiones, que también nos son necesarias.
El evangelio insiste en el mensaje que
hemos venido escuchando estos últimos días. Con Jesús nos sentimos seguros
porque El es en verdad el Buen Pastor de nuestras vidas. ‘Somos suyos y el
rebaño que El guía’, como hemos meditado estos días con los salmos. Somos
del Señor, somos su rebaño, le conocemos y El nos conoce. Queremos escucharle y
seguirle. Ha de ser nuestro propósito. ‘Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las
conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para
siempre, y nadie las arrebatará de mi mano’.
No nos podemos sentir confundidos. Y no
nos sentimos confundidos cuando nos sentimos amados. Es la experiencia más
hermosa, reconocer el amor y la misericordia del Señor en nuestra vida. Cuando
uno se siente amado se siente en verdad seguro y nada le confundirá. Tenemos
que revivir continuamente en nosotros esos momentos en que de manera especial
hemos experimentado el amor del Señor.
La historia de la salvación no es otra
cosa que un ir recordando esa historia de amor de Dios para con su pueblo. Cada
uno de nosotros tenemos nuestra propia historia de la salvación, esa historia
del amor de Dios en nuestra vida cuando tantas veces nos hemos sentido
perdonados, cuando tantas veces hemos sentido su protección y hemos
experimentado con su evangelio ha sido luz en nuestra vida en las
circunstancias concretas que hayamos vivido. Recordar esa propia historia de
salvación es como hacer una profesión de fe y una profesión de amor que nos
hará sentirnos fuertes y seguros en el Señor.
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