Comulgar, comer a Cristo es hacer que El viva en nosotros y nosotros vivamos en El y eso sea en verdad para siempre
Hechos 9, 1-20; Sal 116; Juan 6, 52-59
‘¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?’, se preguntaban
los judíos. No entendían las palabras de Jesús. Como dirán luego esta doctrina
es dura y difícil. Pero de alguna manera es la pregunta que se pueden hacer
tantos en nuestro entorno. Seamos sinceros con nosotros mismos. ¿De verdad
todos los que a nuestro alrededor se llaman incluso cristianos y católicos
creen que comemos a Cristo cuando comulgamos, en la presencia real y verdadera
de Cristo en la Eucaristía? Reconozcamos que para muchos es simplemente un rito
pero no es nunca esa presencia real y verdadera del Cuerpo y de la Sangre de
Cristo.
Pero vayamos a las palabras de
Jesús y del evangelio. Jesús les había hablado de que El era el verdadero Pan
bajado del cielo y que quien lo coma tendrá vida para siempre. Había terminado diciéndoles
‘y el pan que yo os daré es mi carne, para la vida del mundo’. Fue entonces la reacción de los que le escuchaban.
Es algo que tenemos que comprender
muy bien. Hemos venido diciendo con las palabras de Jesús que El es nuestra
verdadera vida, la verdad que da sentido a nuestro ser y nuestro vivir y cómo
hemos de poner toda nuestra fe en El. Y poner nuestra fe en Jesús no es algo teórico
o meramente intelectual, sino que tiene que hacerse verdaderamente vital en
nosotros. Es asumir su vida, llenarnos de su verdad para que sea nuestra única
verdad. Su camino es nuestro el único camino que nos conducirá a la plenitud.
Por eso nos dice que así tendremos vida para siempre.
Cuando nos alimentamos ese
alimento que comemos se transforma en nosotros en esa energía que nos da vida,
que nos mantiene la vida; es el alimento el que se transforma para nuestro
vivir. Pero cuando comemos a Cristo, nos alimentamos de Cristo, Pan de Vida,
quienes se transforman somos nosotros. Comemos a Cristo y nos transformamos en
Cristo para vivir su misma vida.
Por eso nos dirá Jesús hoy, ‘el
que come mi carne y bebe mi sangre habita en mi y yo en él’. Vivimos en Cristo porque es su vida la que ya
vivimos. ‘El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del
mismo modo, el que me come vivirá por mí… el que come de este pan vivirá para
siempre’.
Son hermosas estas palabras de
Jesús. No creemos en El y le mantenemos aparte de nuestra vida; cuando creemos
en El y le comemos, El viene a habitar en nosotros, nosotros habitamos en El.
¿Queremos más hermosa comunión? Y quien vive en Dios, quien vive en Cristo ya
no sabe lo que es morir, porque Cristo vive para siempre y nosotros estamos
participando de su vida.
Unión maravillosa la que podemos
vivir en Cristo. Así tenemos que pensar que sentido más hondo tenemos que darle
a nuestras comuniones. Comulgar, comer a Cristo no es cualquier cosa, porque es
vivir su vida, es hacer que El viva en nosotros y nosotros vivamos en El y eso
sea en verdad para siempre. De ahí entonces la fuerza que recibimos, la gracia
como decimos, que nos hará mantenernos fieles en nuestras luchas, que nos hará
seguir fielmente su camino, que nos ayudará a superar el mal para vivir siempre
en su gracia, en su amistad, en su vida.
Qué lástima que no vivamos siempre
así nuestras comuniones, todo el misterio de la Eucaristía. Qué lástima que
haya tantos que no hayan llegado a comprender plenamente, como reconocíamos al
principio, todo el misterio de amor que es la Eucaristía.
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