Vistas de página en total

martes, 14 de mayo de 2013


Elegidos con especial predilección de Dios que nos concede su Espíritu

Hechos, 1, 15-17.20-26; Sal. 112; Jn. 15, 9-17
‘No sois vosotros los que me habéis elegido, dice el Señor, soy yo quien os ha elegido y os he destinado para que vayais y deis fruto, y vuestro fruto dure’. La elección es de Dios, es una predileccion de amor.
Celebramos hoy a San Matías, apóstol. No formaba parte del grupo originario de los Doce que el Señor había llamado un día por sus nombres. Pero era de los que seguían a Jesús desde el principio y que había sido testigo también de la resurrección del Señor. recordemos que cuando se habla de las apariciones de Cristo resucitado no solo se habla de los doce, sino también de apariciones a más discípulos que estaban reunidos. Ahora con el fallo de Judas había de ser elegido quien lo sustituyera. Ya hemos escuchado las palabras de Pedro en la lectura de los Hechos de los Apóstoles y de cómo procedieron a su elección y cuales eran, por así decirlo, las condiciones.
Todo esto sucedía mientras estaba el grupo de los apóstoles reunidos en el Cenáculo en la espera del cumplimiento de la promesa de Jesús de enviarles su Espíritu. Jesús les había dicho, como escuchamos el pasado domingo cuando la celebración de la Ascensión, que no se marcharan de la ciudad, que permanecieran en Jerusalén, donde en pocos días serían bautizados con el Espíritu Santo. Allí están reunidos los Once, más discípulos y también María, la madre de Jesús.
Las circunstancias de este año ha hecho que coincida la fiesta de san Matías en la semana qie media entre la celebración de la Ascensión, el pasado domingo, y Pentecostés que celebraremos el próximo domingo. Cuando hoy celebramos la fiesta de este Apóstol asi elegido para formar parte del grupo de los Doce nosotros queremos sentirnos en ese mismo espíritu y deseo, prepararnos también para la celebración de Pentecostés.
Queremos sentir cómo se renueva en nosotros la fuerza del Espíritu Santo, con cuyo sello hemos sido ya marcados desde nuestro bautismo que nos convirtió en templos del Espíritu Santo, y en el Sacramento de la Confirmación en que de manera especial recibimos del don del Espíritu que nos fortalece en nuestro camino de fe y nos convierte en testigos de Jesús ante el mundo.
Esa gracia del Señor que recibimos en el Sacramento de la Confirmación es algo que hemos de renovar y revitalizar en nuestra vida. Es un regalo que nos ha hecho el Señor, por eso decimos gracia, en esa especial elección que El nos hace y nos llama para que estemos junto a El. Nos puede suceder que como fue un Sacramento que recibimos quizá en nuestra niñez o a lo sumo como ahora se hace habitualmente en los inicios de la juventud, puede ser que hasta se nos quede olvidado en el recuerdo y así olvidemos esa gracia que el Señor nos ha regalado.
que comenzar por recordar más ese sacramento que, como es su sentido en el camino de neustra vida de creyentes y seguidores de Jesús, viene a completar esa iniciación cristiana que nos introducía en el camino de la fe y en la pertenencia plena a la Iglesia. Algunas personas, que no valoran lo suficiente este sacramento, lo miran algunas veces como un puro trámite y hasta se preguntan para qué realmente nos sirve. Denota un pensamiento así la pobreza de nuestro espíritu y la pobreza de nuestra vida cristiana y pertenencia eclesial.
Recibir este Sacramento de la Confirmación con el Bautismo y la Eucaristía - son los tres sacramentos de la llamada iniciación cristiana - es lo que nos lleva a la plenitud de nuestro ser cristiano y nuestra pertenencia a la Iglesia. Solo quienes hayan completado debidamente esta iniciación serían los que tendrían, por así decirlo, derecho a la recepción de los otros sacramentos y a ejercer diversos ministerios dentro de la Iglesia. 
Algunos se preguntan por qué me exigen que para poder ser padrino de un sacramento se esté confirmado. Aquí tenemos la razón, solo quien ha completado debidamente su iniciacion en la vida cristiana y pertenencia a la Iglesia podrá con todo sentido y valor acompañar a otros en ese mismo camino, que eso es lo que realmente significa ser padrino, por ejemplo. Quien tiene plenamente el don del Espíritu que se recibe en la Confirmación tendrá la fuerza de la gracia necesaria para ser ese testigo de Jesús luego en el ministerio que ejerza con los demás miembros de la Iglesia. Claro que completar esa iniciaciòn cristiana y recibir en consecuencia el sacramento de la Confirmación no lo podemos ver como un mero trámite sino como un camino hecho de manera consciente y responsable para seguir plenamente a Jesús. Cosa que muchas veces nos falta.
Celebrar Pentecostés como lo vamos a hacer el proximo domingo, es recordar y renovar esa gracia que ya hemos recibido en el Sacramento de la Confirmación; es celebrar y dar gracias a Dios por el don que nos ha hecho cuando hemos recibido su Espíritu. Y todo eso, como decíamos, por ese especial amor que el Señor nos tiene que así nos ha elegido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario