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sábado, 22 de septiembre de 2012


Desde el silencio una ofrenda de amor que es semilla enriquecedora de nueva vida
Sab. 3, 1-9; Sal. 33; Jn. 12, 24-26

Una pregunta dolorosa para muchas personas y a la que les cuesta encontrar respuesta es el por qué del sufrimiento y la muerte de los inocentes, ya sea desde causas naturales como pueden ser las propias enfermedades y limitaciones, o ya sean impuestas duramente desde el exterior de sí mismas como pueden ser los maltratos, persecuciones o violencias externas. ¿Qué valor puede tener la muerte de un inocente o su sufrimiento? 

Una pregunta a la que desde simples razonamientos humanos nos cuesta encontrar respuesta. Es la pregunta de fondo del paciente Job en el texto sagrado, es la pregunta ante las renuncias y sacrificios a los que nos vemos sometidos en la vida, es la pregunta ante el sufrimiento y muerte de Jesús, o es la pregunta ante, por el ejemplo, la muerte de los mártires de todos los tiempos. 

Y es que sólo desde la fe podemos encontrar iluminación total para nuestra vida y cada una de las situaciones que tengamos que vivir. Una iluminación que nosotros queremos recibir hoy, que buscamos con ansias y con fe, cuando estamos celebrando el martirio de las dos hermanitas que en su vida lo único que hicieron fue amar y servir, humilde y calladamente, dándose y gastándose por sus ancianitos en la consagración que de sus vidas habían hecho a Dios.

Por supuesto, que para encontrar esa luz tenemos que mirar a Cristo, el verdaderamente inocente, que se dio y se entregó hasta el final en la más suprema ofrenda de amor. Y aquel sufrimiento de su pasión y su muerte en la cruz que podría parecer inútil e infecundo para que quien no mira sino efectividades humanas, tuvo ese valor infinito de salvación que puso en camino de vida a nueva a la humanidad entera. Alguien pudiera pensar que hubiera sido más efectivo que la vida de Jesús durara más y tratara de imponer aquel estilo de vida nueva para el mundo, pero no son esas las medidas ni los parámetros de Dios. 

Un grano de trigo que se entierra y se pudre bajo la tierra pudiera parecer que no tiene sentido porque el grano de trigo es para hacer la harina con que confeccionamos el pan que nos alimenta. Sin embargo el grano de trigo enterrado y germinado bajo la tierra será engendrador de nuevas semillas de vida que se multiplican y multiplican para hacer alimento para más personas. 

Jesús se compara a sí mismo como el grano de trigo, hemos escuchado en el evangelio. ‘Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto’. Es el valor de la vida de Cristo. Es el valor que hemos de saber dar a nuestra vida, que no hemos de temer perderla, darla, entregarla para alcanzar una vida que dura para siempre. Por eso nos habla Jesús de que seguirle a El es estregarse a servir como El lo hizo.

‘La vida de los justos está en manos de Dios… la gente insensata pensaba que morían, consideraba su tránsito como una desgracia, su partida de entre nosotros como una destrucción, pero ellos están en paz… ellos esperan de lleno la inmortalidad… probados como oro en el crisol, los recibió como sacrificio de holocausto…’. Así nos decía el libro de la Sabiduría que escuchamos en la primera lectura. Es lo que con fe contemplamos realizado en las Hermanitas mártires, beatas Josefa y María Dolores, que hoy estamos celebrando. 

Calladamente, como es siempre la vida de una hermanita que contempla en silencio a Dios y le sirve en sus hermanos los ancianos, vivieron su vida de entrega a Dios y vivieron su martirio. ¿Por qué ellas y no otros u otras? ‘Dios las puso a prueba y las halló dignas de sí’, como dice el texto sagrado. Pasan casi desapercibidas, pero ahí están como una hermosa ofrenda de la congregación al Señor, ahí están  como esa semilla escondida que un día dará mucho fruto, porque sus vidas estaban llenas de mucho amor; y el amor no hace ruido, el amor nos hace humildes y sencillos y nos llevará siempre al servicio y a la donación de nosotros mismos. Son la riqueza grande y callada de la congregación. Y son para nosotros una luz para nuestra vida y un ejemplo para que sigamos también esos caminos humildes y sencillos del amor.

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