Vistas de página en total

jueves, 4 de septiembre de 2025

Aunque dudemos, aunque tengamos miedo, aunque recordemos fracasos y respuestas negativas, tenemos que confiar, en el nombre del Señor podemos hacer maravillas

 


Aunque dudemos, aunque tengamos miedo, aunque recordemos fracasos y respuestas negativas, tenemos que confiar, en el nombre del Señor podemos hacer maravillas

Colosenses 1, 9-14; Salmo 97; Lucas 5, 1-11

En la vida habremos pasado por experiencias que nos han resultado en ocasiones negativas porque por más que lo hemos intentado las cosas no nos salen; quizás las habíamos preparado con mucha intención y con muy buenos deseos, quizás eran cosas que sabíamos hacer bien porque eran parte de nuestra vida habitual o era algo en lo que habíamos aprendido creciendo en medio de ellas, quizás vamos a decir técnicamente habíamos preparado muy bien sopesando bien de antemano todas las dificultades que podríamos encontrar, pero en la hora definitiva las cosas no nos salieron.

¿Nos sentimos fracasados? ¿No lo volveremos a intentar? ¿Estudiaremos quizás nuevas formas? Al menos quizás por un tiempo lo dejamos. Nos sucede en nuestros trabajos, en los negocios que emprendemos, en la tarea de lo que es nuestra vida por profesión o porque a ello nos hemos dedicado con intensidad. Parece que quizás en ese momento el mundo se nos viene abajo, quizás intentemos sacar fuerzas en otra ocasión. Es algo muy complejo.

Hoy nos habla el evangelio de cómo Jesús enseñaba allí en la orilla del lago y la gente se agolpaba a su alrededor, de manera que tuvo que subirse a una barca. Cuando terminó aquel momento de Jesús hablarle a la gente le pidió a Pedro que remara de nuevo mar adentro, se adentrara en el lago. Probablemente Pedro estaba cansado y aún le quedaba mucho que hacer en recoger las redes y todas las cosas de la barca porque además habían estado toda la noche bregando aunque con malos resultados, no habían cogido nada; los ánimos de Pedro no serían muchos.

Pero Jesús no solo le pedirá que vuelva a introducirse en el lago, ‘rema mar adentro’ le dice, sino que además le pide que eche de nuevo las redes para pescar. ¿Ahora? ¿De nuevo? ¿Después de toda una noche de brega? Si no hemos cogido nada, aquí no hay nada que hacer. Todo eso pasaría quizás por la mente de Simón. Pero las palabras de Jesús siempre le habían entusiasmado cuando lo escuchaba; ahora parecía que se sentía cautivo de aquella orden de Jesús. Y se atreve a lanzar la red, ‘en tu nombre, porque tú lo dices’, aunque yo sé que no hay nada que hacer. Y la redada había sido tan grande que tuvieron que llamar a compañeros de otras barcas. Todos estaban mudos de asombro. Simón se siente una piltrafa ante Jesús. ‘¡Apártate de mi que soy un hombre pecador!’, terminaría confesando.

Aunque los fracasos no nos abandonen en la vida tenemos que aprender a que hay que seguir remando mar adentro. No siempre es fácil, las sensaciones de fracaso algunas veces nos aturden y nos hacen perder hasta las ganas de seguir adelante, de seguir intentándolo, de seguir buscando nuevos mares. Pero Jesús nos está enseñando como siempre tenemos que intentarlo de nuevo e ir más allá. Hay otros mares profundos donde podemos echar de nuevo las redes.

No nos vale que nademos o naveguemos solo a flor de agua, y muchas veces en la vida nos estamos quedando en esa zona de lo superficial. No nos valen solo las experiencias de lo que hayamos hecho o de lo que hayamos experimentado aunque también son en ocasiones buenas escuelas para la vida. Hay que entrar en otra profundidad, hay que ver las cosas desde otra perspectiva, tiene que nacer de nuevo la confianza en nosotros y en lo que podemos hacer, tenemos que buscar otras honduras para la vida.

Rema mar adentro, nos está diciendo Jesús. Echad de nuevo las redes para pescar, nos está pidiendo. Aunque dudemos, aunque tengamos miedo, aunque recordemos fracasos y respuestas negativas, tenemos que confiar. Podemos hacerlo pero tenemos que saber dónde ponemos nuestra confianza, donde vamos a encontrar esa fortaleza y decisión a pesar de nuestras dudas y cansancios. Simón lo hizo confiando en Jesús. Porque tú lo dices, en tu nombre echaré la red, fue la respuesta. Tenemos que aprender a confiar, tenemos que abrirnos a algo nuevo, tenemos que dejarnos conducir por el Espíritu de Dios.

Es lo que nosotros que nos decimos creyentes en Jesús tenemos que aprender a hacer porque algunas veces lo olvidamos. Aunque nos parezca que el árbol está reseco, que de esa piedra reseca ya no puede brotar el agua, aunque nos sintamos desorientados quizás en un mundo que sentimos adverso y cerrado para recibir la semilla del evangelio, tenemos que lanzar nuestra red. Hay unos peces nuevos que podemos recoger con nuestra red y que no son los de siempre; tenemos que dejarnos sorprender como lo hizo aquel grupo de pescadores aquel día donde luego se le iban a ofrecer otros mares, ‘seréis pescadores de hombres’, les dice Jesús.

      Es lo que la Iglesia tiene que seguir realizando, siempre nos encontraremos nos podremos encontrar a alguien sediento que nos pida de esa agua que le ofrecemos como aquella mujer del pozo de Jacob; siempre nos encontraremos una muchedumbre hambrienta y también desorientada que están como ovejas sin pastor a quienes nosotros ‘en su nombre’ podemos alimentar. ¿Nos vamos a cruzar de brazos o dar un paso atrás por miedo a que no encontremos respuesta?

No hay comentarios:

Publicar un comentario