Creamos en la palabra de Jesús, lo que nos anuncia y son
nuestros peligros, pero confiemos en la Palabra de Jesús, en la promesa del
Espíritu que será nuestra fortaleza
Hechos 16, 11-15; Sal 149; Juan 15, 26 — 16,
4a
Nos anuncian cosas que nos pueden suceder,
más aún, lo dan por hecho de que sucederá, pero como no nos creemos que eso nos
pueda pasar a nosotros, pues no nos lo creemos. Una persona con buena voluntad
para con nosotros y con una sabiduría que le ha dado la vida, nos habla de
peligros, nos habla de situaciones en las que podríamos vernos envueltos, pero
nos creemos muy seguros, autosuficientes podríamos decir, y no pensamos que podríamos
en verdad llegar a esa situación. Cuando llegue el momento, recapacitaremos y
nos diremos que era verdad aquello que nos dijeron, aquello que nos anunciaron,
pero no le hicimos caso.
¿Les sucedió algo así a los discípulos
de Jesús, a los Apóstoles que había llamado a estar con El? De alguna manera
tenemos que decir que sí, aunque en el momento en que escuchan estas palabras
de Jesús la tensión se palpa en el ambiente y ya podían vislumbrar que algo iba
a pasar a partir de aquella noche, siguieron confiados en que Jesús estaba con
ellos, y como le diría Pedro un día, eso no te puede pasar a ti. Ahora cuando
el evangelista nos hace el relato de las palabras de Jesús está haciendo algo así
como una confesión de que no siempre se tomaban en serio los anuncios y las
palabras de Jesús.
Pero Jesús les está hablando de una
presencia suya entre ellos de una manera distinta; está hablándoles del Espíritu
que enviará desde el seno del Padre. Será su maestro y su guía, se los revelará
todo, estará con ellos para que nos les falte la fuerza en los momentos
difíciles que se acercan. ‘Cuando
venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad,
que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis
testimonio, porque desde el principio estáis conmigo’.
Y nos insiste y nos repite. ‘Os he hablado de esto, para que no os
escandalicéis… Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os
acordéis de que yo os lo había dicho’. Y habla de que los expulsarán de las sinagogas y hasta
piensan que hacen bien cuando los quitan de en medio. No será hoy expulsiones
de la sinagoga o cosas así, porque lo menos que les preocupa a las gentes del
mundo el que exista sinagoga o no, que sean de una religión o de la otra.
Es un tema
del que se hace silencio, se ignora, no nos metan en líos o complicaciones, son
cosas de religión allá ellos dirán, pero el hecho religioso es algo que hoy
quiere acallarse, ignorarse, como si no existiera; todos tienen posibilidades
de hablar en los foros públicos, y si pueden poner un poco de pimienta en los
temas o en los problemas de la Iglesia, mejor, pero en esa cancha es a la
Iglesia, es al cristiano convencido de su fe al que no se quiere dejar hablar. A
lo sumo lo más que hacen es tratarlo como un tema cultural de otro tiempo pero
que no nos tiene que afectar.
Y los
cristianos nos callamos, nos acobardamos, como nos pedía ayer domingo san Pedro
en su carta, los cristianos tenemos que saber dar razón de nuestra esperanza,
de nuestra fe. Es la valentía que nos falta a los cristianos, porque no nos
confiamos en el Espíritu del Señor, tal como Jesús hoy nos lo promete. Sintamos
ese fuego del Espíritu dentro de nosotros y nada nos podrá hacer callar.
En estos
dos semanas que nos quedan para Pentecostés ésta tendría que ser nuestra súplica
diaria, invocar la presencia del Espíritu, que lleguemos a sentir ese fuego del
Espíritu, que se produzca un verdadero Pentecostés en nuestra vida. Que esa sea
nuestra oración, aprendamos a dejarnos conducir por la fuerza del Espíritu
Santo. Creamos en la palabra de Jesús, lo que nos anuncia y lo que son nuestros
peligros. Pero confiemos en la Palabra de Jesús, en la promesa del Espíritu.
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