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miércoles, 17 de mayo de 2023

Será el Espíritu por el que hemos de dejarnos conducir, que anide en nuestros corazones y nos abra el entendimiento para comprender e interpretar las Escrituras

 


Será el Espíritu por el que hemos de dejarnos conducir, que anide en nuestros corazones y nos abra el entendimiento para comprender e interpretar las Escrituras

Hechos 17, 15. 22 — 18, 1; Sal 148; Juan 16, 12-15

De alguna manera a todos nos sucede, en ocasiones estamos saturados de noticias, son tantas las cosas que se nos cuentan en cualquier noticiero de radio o de televisión, que conocemos a través de Internet, de cosas que suceden en cualquier lugar del mundo y que al momento podemos tener en nuestras manos, que algunas veces quisiéramos apagar todos los medios de comunicación y quedarnos sin enterarnos de nada, un poco como para desintoxicarnos de todo y poder luego con calma comenzar a asimilar cuanto hemos oído.

Sucede con las noticias, sucede con los estudios que realizamos, las distintas materias a las que hemos de meter mano para poder sacar, por ejemplo, una carrera adelante; una pausa, un repasar con calma las cosas, un poner un poco de orden en la información o los conocimientos que recibimos. Nos sentimos a veces como apabullados.

¿Qué les estaba sucediendo a los discípulos de Jesús? Mucho nuevo les había sorprendido en aquellos cortos años que llevaban siguiendo a Jesús; su entusiasmo por El les hacía mantenerse fieles y leales, pero les costaba asimilar bien cuanto iban recibiendo; por eso en ocasiones parece que reculan, les vemos ir para adelante y para detrás en aquellas cosas que Jesús les iba proponiendo del sentido del Reino nuevo que les anunciaba. Cuánto les costaba por ejemplo entender lo del servicio y lo de hacerse los últimos.

Ahora en aquellos días próximos a la Pascua habían vivido con intensidad muchas cosas que incluso les costaba comprender. Seguían a Jesús y lo amaban, se habían decantado por El en momentos difíciles y sin comprender del todo lo que Jesús les anunciaba, pero sentían que era la Verdad que no podían negar, el camino que habían de seguir, la vida eterna que deseaban alcanzar. ¿A quien iba a acudir? Solo Jesús tenía palabras de vida eterna.

Y ahora Jesús, en aquella cena pascual, donde tantas cosas estaban sucediendo, tantos signos se iban realizando, tantas promesas Jesús iba haciendo, aun les dice que les queda muchas cosas que decirles y enseñarles. ¿Se sentirán saturados? Pero Jesús al mismo tiempo les está haciendo una promesa que les aclarará muchas cosas.

Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir…

Cuando venga El, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena’. Solo con la fuerza del Espíritu podían llegar a entender cuanto Jesús les estaba enseñando. Aquí sí tenemos que decir que hay cosas que nos superan y que por nosotros mismos no podremos llegar a alcanzar. ¿Además cómo recordar todo cuanto Jesús les había ido enseñando?  Por eso podemos tener con tanta fiabilidad las palabras de Jesús, por la inspiración del Espíritu Santo. Será el Espíritu por el que hemos de dejarnos conducir, el Espíritu que anide en nuestros corazones y nos dé todo el impulso que necesitamos, el Espíritu que nos abrirá el entendimiento y el corazón para que podamos comprender e interpretar las Escrituras.

El Espíritu que seguimos necesitando hoy, lo necesita la Iglesia y lo necesitamos cada uno de nosotros, en nuestras luchas, en nuestro camino, en el testimonio que tenemos que dar, en el anuncio que tenemos que hacer al mundo. Será quien nos conduzca y nos ilumine, será nuestra sabiduría y el que nos llenará de la santidad de Dios, será el que llenándonos de la vida de Dios nos hará hijos de Dios, hará en nosotros un nuevo nacimiento para ser ese hombre nuevo del Reino nuevo de Dios.

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