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lunes, 11 de abril de 2022

Sentémonos hoy en Betania a la mesa con Jesús y que lo que allí sucede y contemplamos nos ayude a prepararnos para sentarnos a la cena pascual

 


Sentémonos hoy en Betania a la mesa con Jesús y que lo que allí sucede y contemplamos nos ayude a prepararnos para sentarnos a la cena pascual

Isaías 42, 1-7; Sal 26; Juan 12, 1-11

Una cena en Betania; no es la cena pascual porque aun faltan seis días para la pascua; pero por lo que allí sucede sin ser cena pascual tiene connotaciones de pascua. Hay un recuerdo y una gratitud. Allí está Lázaro el que había sido resucitado hace pocos días, lo que motivaba que también hubiera mucha gente que había venido a ver a Lázaro.

Pero están Marta y María; Marta como siempre afanada en los preparativos de la cena, parece que ella no podía esta de otra manera; pero de nuevo a los pies de Jesús María. Si un día se había puesto a los pies de Jesús para escucharle, ahora quería mostrar las pruebas de su amor. Había comprado un perfume de nardo muy caro y lo había derramado a los pies de Jesús.

Era parte de la hospitalidad el ofrecer al huésped por parte del dueño de la casa agua y perfume; eran sus purificaciones rituales, pero algo muy normal en un pueblo que tenía su origen en un pueblo de beduinos dedicados al pastoreo en los campos, al regresar era normal el agua y el perfume. Ahora aquel perfume envolvía con su aroma toda la casa.

Contemplando este episodio yo querría ser uno de los participantes en aquel banquete y sentarme también a la mesa con Jesús en aquel hogar tan acogedor de Betania. Seamos uno más de los comensales, no en vano esta comida va a servir como preparación de alguna manera para la inminente cena pascual donde también queremos estar. Vamos a dejarnos llevar por los hechos y los acontecimientos que se van sucediendo. Pensemos cómo vamos a intervenir también.

Está esa mujer desinteresada y generosa con un corazón lleno de amor. Nos recordará siempre otro episodio narrado por otro evangelista, que muchas veces nos lleva a la confusión. Pero en uno y otro caso lo que lo mueve todo es el amor. Un amor hecho arrepentimiento en lo sucedido en la casa de Simón el Fariseo con aquella mujer pecadora, y ahora un amor hecho gratitud porque se habían contemplado los maravillas de Dios. ¿Cuánto perfume estaríamos nosotros dispuestos a derramar en los pies de Jesús? Perfume y lágrimas, porque nos sentimos tan indignos de sentarnos a la mesa con Jesús, que casi más bien tenderíamos a ocultarnos donde pasáramos desapercibidos. Pero ¿no podemos pensar acaso que tendríamos que hacernos notar de alguna manera?

Por allá surgieron los calculistas interesados. Aquel perfume se podía haber vendido por trescientos denarios. Una cantidad considerable que también nos podrá pasar por la mente si era o no era necesario, el gastarlo así. El interés de quien llevaba la bolsa del grupo de los discípulos que acompañaban a Jesús, ya nos dice el evangelista que le gustaban los dineros, de los que era fácil apropiarse. Su aparente interés por los pobres ocultaba otros intereses más nocivos. ¿Pudiéramos sentir nosotros también en nuestro corazón la tentación del raquitismo? Pudiera faltarnos quizá generosidad para dar no unos bienes materiales sino algo más importante, poner a tope nuestra vida en la actitud de servicio.

Pero por los alrededores de la mesa andaban los curiosos a los que solo les movía lo espectacular que había sucedido con la resurrección de Lázaro, pero estaban también aquellos que andaban maquinando contra Jesús; también a Lázaro querían quitar de en medio. Mira lo que queda aun en el corazón que tendríamos que purificar para poder llegar a sentarnos en la mesa de la cena pascual. Con apariencia de algo bueno y bonito, quizá seguimos ocultando miserias en nuestros corazones.

Nos hemos querido sentar a la mesa del banquete pero que no sea solamente desde ese sentirnos llamados por cosas espectaculares, por cosas que brillan como oropeles, pero que no son en verdad el tesoro que ha de llenar nuestro corazón. Cuidado que para muchos la celebración de la pascua se pueda quedar en esos aspectos, mucho brillo, muchas luces, muchas flores, mucha espectacularidad, muchas lágrimas emotivas también, pero que no van realmente buscando el encuentro con el Señor. ¿En qué se nos quedarán muchas de las cosas que hacemos en nuestras celebraciones pascuales?

Como decíamos esta cena de Betania sin ser la cena pascual tenía ciertas connotaciones pascuales, porque como diría Jesús en aquel perfume con que fueron ungidos sus pies había un adelanto de lo que habría de ser su sepultura. Sentémonos hoy en Betania a la mesa con Jesús y que eso nos ayude a prepararnos para la cena pascual.

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