Sentémonos
hoy en Betania a la mesa con Jesús y que lo que allí sucede y contemplamos nos
ayude a prepararnos para sentarnos a la cena pascual
Isaías 42, 1-7; Sal 26; Juan 12, 1-11
Una cena en
Betania; no es la cena pascual porque aun faltan seis días para la pascua; pero
por lo que allí sucede sin ser cena pascual tiene connotaciones de pascua. Hay
un recuerdo y una gratitud. Allí está Lázaro el que había sido resucitado hace
pocos días, lo que motivaba que también hubiera mucha gente que había venido a ver
a Lázaro.
Pero están
Marta y María; Marta como siempre afanada en los preparativos de la cena,
parece que ella no podía esta de otra manera; pero de nuevo a los pies de Jesús
María. Si un día se había puesto a los pies de Jesús para escucharle, ahora quería
mostrar las pruebas de su amor. Había comprado un perfume de nardo muy caro y
lo había derramado a los pies de Jesús.
Era parte de
la hospitalidad el ofrecer al huésped por parte del dueño de la casa agua y
perfume; eran sus purificaciones rituales, pero algo muy normal en un pueblo
que tenía su origen en un pueblo de beduinos dedicados al pastoreo en los
campos, al regresar era normal el agua y el perfume. Ahora aquel perfume envolvía
con su aroma toda la casa.
Contemplando
este episodio yo querría ser uno de los participantes en aquel banquete y
sentarme también a la mesa con Jesús en aquel hogar tan acogedor de Betania.
Seamos uno más de los comensales, no en vano esta comida va a servir como
preparación de alguna manera para la inminente cena pascual donde también
queremos estar. Vamos a dejarnos llevar por los hechos y los acontecimientos
que se van sucediendo. Pensemos cómo vamos a intervenir también.
Está esa
mujer desinteresada y generosa con un corazón lleno de amor. Nos recordará
siempre otro episodio narrado por otro evangelista, que muchas veces nos lleva
a la confusión. Pero en uno y otro caso lo que lo mueve todo es el amor. Un
amor hecho arrepentimiento en lo sucedido en la casa de Simón el Fariseo con
aquella mujer pecadora, y ahora un amor hecho gratitud porque se habían
contemplado los maravillas de Dios. ¿Cuánto perfume estaríamos nosotros
dispuestos a derramar en los pies de Jesús? Perfume y lágrimas, porque nos
sentimos tan indignos de sentarnos a la mesa con Jesús, que casi más bien tenderíamos
a ocultarnos donde pasáramos desapercibidos. Pero ¿no podemos pensar acaso que
tendríamos que hacernos notar de alguna manera?
Por allá
surgieron los calculistas interesados. Aquel perfume se podía haber vendido por
trescientos denarios. Una cantidad considerable que también nos podrá pasar por
la mente si era o no era necesario, el gastarlo así. El interés de quien
llevaba la bolsa del grupo de los discípulos que acompañaban a Jesús, ya nos
dice el evangelista que le gustaban los dineros, de los que era fácil
apropiarse. Su aparente interés por los pobres ocultaba otros intereses más
nocivos. ¿Pudiéramos sentir nosotros también en nuestro corazón la tentación
del raquitismo? Pudiera faltarnos quizá generosidad para dar no unos bienes
materiales sino algo más importante, poner a tope nuestra vida en la actitud de
servicio.
Pero por los
alrededores de la mesa andaban los curiosos a los que solo les movía lo
espectacular que había sucedido con la resurrección de Lázaro, pero estaban
también aquellos que andaban maquinando contra Jesús; también a Lázaro querían
quitar de en medio. Mira lo que queda aun en el corazón que tendríamos que
purificar para poder llegar a sentarnos en la mesa de la cena pascual. Con
apariencia de algo bueno y bonito, quizá seguimos ocultando miserias en
nuestros corazones.
Nos hemos
querido sentar a la mesa del banquete pero que no sea solamente desde ese
sentirnos llamados por cosas espectaculares, por cosas que brillan como
oropeles, pero que no son en verdad el tesoro que ha de llenar nuestro corazón.
Cuidado que para muchos la celebración de la pascua se pueda quedar en esos
aspectos, mucho brillo, muchas luces, muchas flores, mucha espectacularidad,
muchas lágrimas emotivas también, pero que no van realmente buscando el encuentro
con el Señor. ¿En qué se nos quedarán muchas de las cosas que hacemos en
nuestras celebraciones pascuales?
Como decíamos
esta cena de Betania sin ser la cena pascual tenía ciertas connotaciones
pascuales, porque como diría Jesús en aquel perfume con que fueron ungidos sus
pies había un adelanto de lo que habría de ser su sepultura. Sentémonos hoy en
Betania a la mesa con Jesús y que eso nos ayude a prepararnos para la cena
pascual.
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