Jesús quiere tener palabras de luz y de glorificación para
nosotros, porque cuenta con nosotros, sabe de nuestra porfía de amor aunque nos
recuerda nuestra debilidad y flaqueza
Isaías 49, 1-6; Sal 70; Juan 13, 21-33.
36-38
Luces y
sombras se entremezclan continuamente; así es la vida. Quisiéramos todo en armonía
y paz, desearíamos que la convivencia con los que nos rodean, ya sean
familiares, amigos, o compañeros de trabajo fuera siempre armoniosa; pero
sabemos que surgen contratiempos, que hay momentos en que parecía que todo iba
en paz y pronto surge una desavenencia, un mal entendido, algo que sucede que
nos descoloca de nuestras rutinas de cada día y no entendemos por qué, no
llegamos a comprender las reacciones de las personas, no sabemos a donde nos van
a llevar esos imprevistos que nos van surgiendo.
Aparecen en
medio de las luces, sombras que nos pueden quitar la paz, que nos oscurecen el
panorama, que nos hacen surgir dudas y hasta desconfianzas en nuestro interior,
no sabemos a donde nos llevarán esas sombras, como podrían repercutir en
nuestra vida. Y tenemos que aprender a reaccionar ante esas situaciones para
que no se nos sobrepongan.
En el
evangelio de estos días de la semana de pasión van apareciendo retazos de lo
que fue la cena pascual, como es el caso de hoy. La cena pascual tenía que ser
una fiesta, era un recuerdo agradecido a Dios por la Pascua, por aquella
primera pascua de Egipto, pero también por el paso de Dios por la historia de
cada día de su pueblo. Pero aparte de algunos gestos extraordinarios de Jesús,
como ya veremos en la tarde del jueves santo, hoy parece que se rompen esos
aires de paz y de fiesta en aquella cena. Jesús anuncia lo que va a suceder –
ellos ya presentían algo especial por todo lo que Jesús había ido anunciando –
pero ahora habla de traición. El desconcierto se apodera de todos porque no lo
entienden, y no pueden llegar a comprender que la traición estuviera allí en
medio de ellos.
Pero Jesús
como en un contraluz habla de la hora de la glorificación que ha llegado.
¿Recordarían los que habían subido con El al Tabor lo que allí entonces había sucedido en que había aparecido la gloria del Señor? ‘Ahora es glorificado el Hijo del
hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios
lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de
estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo
ahora a vosotros:
Donde yo voy no podéis venir vosotros’
Esa
claridad que quiere imbuirles Jesús no la terminan de entender porque se
andarán preguntando también a donde va a ir que ellos no puedan ir. Pedro
porfiará que él está dispuesto a todo, incluso a dar su vida por Jesús. Pero
llegará otra ráfaga de sombra que siguen sin entender. ‘¿Conque darás tu
vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me
hayas negado tres veces’.
Nos hemos
prometido en esta semana estar en todo momento al lado de Jesús para no perder
ni un ápice de cuanto suceda. De rondón nos hemos metido nosotros en esta
escena y estamos contemplando y estamos viviendo estos momentos. Estaremos
quizá sintiendo como una espada nos está atravesando el alma con estos anuncios
de Jesús, pero que no nos podemos contentar con contemplar como a la distancia.
Porque es a nosotros a quienes Jesús está dirigiendo sus palabras, sus gestos,
su cercanía, su presencia.
Para
nosotros quiere tener palabras de luz y de glorificación, porque cuenta con
nosotros, sabe de nuestra porfía de amor, como la de Pedro, aunque nos recuerda
nuestra debilidad, nuestra flaqueza; en esa traición, en esa negación andamos
también metidos nosotros. Sabemos que en nuestra vida no todo es agua limpia,
porque también tenemos nuestras sombras en el corazón y hemos de recordar
nuestras debilidades, nuestras flaquezas que tantas veces nos afloran. Nos
prometemos tanto que luego no llegamos a cumplir, no llegamos a realizar.
¿Nos dirá
a nosotros Jesús, como le dijo a Judas, ‘lo que has de hacer, hazlo pronto’?
Claro que Judas sintió en aquel momento el impulso de salir a la noche oscura.
Oscura iba a ser la noche para Judas y en esas tinieblas quería envolver a
Jesús y a los demás discípulos, que así se vieron luego en Getsemaní sin saber
que hacer, hasta que todos le abandonaron y huyeron. Pero a nosotros esas palabras
tendrán que hacernos recapacitar, pero no para encerrarnos en la noche oscura,
sino para salir al encuentro con la luz.
Es el
camino de verdad que queremos hacer hacia la Pascua. Es por lo que queremos
estar junto a Jesús en todo momento y no apartarnos por nada de El. Aunque hay
un paso amargo de pasión y sacrificio, sabemos que todo va a terminar en la luz
de la resurrección que es la verdadera luz pascual que nos va a iluminar para
siempre.
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