Jesús nos dice que quiere celebrar la pascua en nuestra casa y vamos a sentarnos a su mesa y vamos a pesar de nuestra debilidades a dejarnos inundar de su amor
Isaias, 50,4-9; Sal. 68; Mateo 26, 14-25
Mi hora está cerca voy a celebrar la pascua en tu casa con mis discípulos. Había llegado la hora. Otras veces dice que no ha llegado su hora. Pero ya es inminente. Ha subido a Jerusalén para esa hora. Lo había anunciado. Los discípulos cumplen con las instrucciones de Jesús y preparan todo según lo convenido. Prepararon aquellos encargados que fueron a Jerusalén a buscar la casa señalada por Jesús. Son curiosos los detalles que nos ofrece otro evangelista de seguir al que llevaba el cántaro de agua para encontrar la casa.
De una forma de otra lo habían preparado, lo había preparado también a esa hora otro de los discípulos a espaldas de sus compañeros y con traición en el corazón. Judas había convenido con los Sumos Sacerdotes el precio de la entrega y ahora esperaba el momento oportuno. Y allá se había saltado la mesa como si nada pasara. Pero Jesús anuncia en medio de la cena lo que va a pasar y todos que dan desconcertados preguntándose quién había sido. La tristeza los embargaba y todo se preguntaban lo mismo ¿soy yo acaso, Señor? El que estaba untando su pan en el mismo plato.
Podría aparecer un fracaso en la elección por parte de Jesús de aquellos discípulos a los que incluso había constituido apóstoles. De entre ellos uno lo estaba traicionando por unas monedas, más tarde otro que se creía incluso muy valiente con una espada en la mano para defender a su Señor y que había prometido que daría la vida por él, negará conocerle ante las preguntas e insinuaciones de unas criadas o de alguno de los que habían ido al huerto a prender a Jesús. Pero es que en el huerto todos habían huido, habían desaparecido, se habían escondido; en el cenáculo los encontrará Jesús con la puerta cerradas por miedo a los judíos.
Y es que Jesús no había escogido ángeles sino que había escogido hombres con sus impulsos y sus derrotas, con sus entusiasmos y deseo de grandeza para ocupar lugares importantes, pero también con todas las debilidades de los humanos. Piensa en tí mismo como pienso yo en mí mismo, que queremos estar sentados también en la mesa de esta cena pascual; no nos diferenciamos en nada de aquellos hombres que ahora rodeaban a Jesús, también tenemos nuestras debilidades y nuestras sombras, nuestros momentos entusiasmo y de fervor y momentos de oscuridades y de dudas, momentos en que nos sentimos llenos de impulsos como para comernos el mundo y momentos de resbalones y decaídas; y Jesús sigue confiando en nosotros, sigue queriéndonos sentarnos a su mesa. No tendré yo que preguntarme también ¿soy yo acaso, Señor?
Hoy Jesús también nos hace llegar un mensaje, mi hora está cerca voy a celebrar la pascua en tu casa… Nos está invitando a que le abramos las puertas, a que hagamos también los necesarios preparativos, a que nos sentemos a la mesa pascual con El. Podríamos decir que nos sentimos honrados, pero podríamos sentir quizá temor en nuestro corazón porque no nos consideramos dignos, porque vemos nuestras flaquezas, porque recordamos nuestros pecados, porque muchas veces nos hemos dejado envolver por las sombras. Pero tenemos que seguir adelante sin temor porque nos estamos encontrando con el amor, sin desesperación porque sabemos que para nosotros hay nueva vida.
Qué distinta fue la reacción de Pedro de las de Judas, los dos se sintieron mirados por Jesús pero ante esa mirada de Jesús fue distinto su actuar. '¿Con un beso entregas al hijo del hombre?' Le dijo Jesús a Judas recordándole lo que aquel beso tenía que significar del amor que le había tenido; pero se hundió en la desesperación y sabemos cómo terminó su vida; qué quiso devolver las monedas pero se sintió rechazado, no por Dios, sino por los hombres. Hay algo que no podemos olvidar y es que no hemos de tener el rechazo de los hombres a causa de nuestras habilidades porque siempre contaremos con el amor del Señor. Algo que le faltó a judas.
Cuando Pedro niega, se sintió mirado por Jesús que pasa por el patio en aquellas y venidas de un tribunal a otro y lloró amargamente su negación y su pecado. Pero él alli siguió aunque se encerrara en el cenáculo en un primer momento, allá corrió al sepulcro para saber de las novedades que las mujeres traían en la mañana de la resurrección y más tarde se lanzará al agua para llegar más pronto que los demás a los pies de Jesús que solo le hablará de amor, solo le preguntará por el amor. 'Señor tú lo sabes todo tú sabes que te amo', sería su reacción de la que tenemos nosotros que aprender.
Jesús nos dice que quiere celebrar la pascua en nuestra casa y vamos a sentarnos a su mesa y vamos, a pesar de nuestra civilidades, a dejarnos inundar de su amor.
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