Cuando venga el Defensor, el Espíritu de la verdad que enviaré desde el Padre, vosotros también daréis testimonio
Hechos
16,11-15; Sal 149; Juan 15,26-16,4a
Me recuerda a la madre que siempre le está advirtiendo a su hijo lo
que le puede pasar y que cuando suceden lo que le había prevenido le recuerda
‘yo te lo dije’; me recuerda la palabra del amigo o de aquella persona que te
aprecia mucho que igualmente nos dice que ya nos había prevenido para que
tuviéramos cuidado. Así está Jesús anunciándoles a sus discípulos en la hora de
la cena pascual aquellas cosas que de manera inminente van a suceder o también
lo que en el futuro les va a pasar por ser seguidores suyos. ‘Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora,
os acordéis de que yo os lo había dicho’.
Pero las palabras de Jesús no son para
producirnos desasosiego ni amarguras ni temores ante lo que va a suceder, sino
son palabras que nos llenan de esperanza. Nos asegura Jesús que no nos faltará
la fuerza del Espíritu. Nuestra misión es dar testimonio y ese testimonio se
convierta en anuncio de Buena Nueva, en anuncio de Evangelio para que a todos en verdad llegue la
salvación. Pero será un anuncio, será un testimonio que podremos realizar por
la fuerza de su Espíritu.
‘Cuando venga el Defensor, que os
enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él
dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el
principio estáis conmigo’. Tenemos el
testimonio del Espíritu de la Verdad que nos lo recordará todo, que será en
verdad nuestra fortaleza porque nos hace sentir la presencia de Dios con
nosotros, pero eso nos tiene que llevar a dar nosotros nuestro testimonio. Como
nos dirá Jesús en otro lugar: ‘Seréis mis testigos’.
Cuando vamos ya terminando el tiempo
pascual vamos escuchando estas palabras de Jesús que nos anuncian la presencia
del Espíritu Santo. El se vuelve al Padre pero no nos dejará solos, nos envía
desde el Padre el Espíritu de la verdad. Será nuestra fortaleza, será nuestra
luz. Todo esto nos va preparando para la gran fiesta de la Pascua de
Pentecostés, en que celebraremos y viviremos de manera especial la fuerza del Espíritu
Santo en nosotros.
Ese testimonio que hemos de dar
proclamando nuestra fe con valentía. No podemos avergonzarnos de nuestra fe
sino que con gallardía y con alegría hemos de proclamarla. Somos felices con
nuestra fe porque nos sentimos amados de Dios y renovados totalmente en El para
vivir una nueva vida. Y de ese amor de Dios, aunque inmerecido por nuestra
parte, hemos de sentirnos orgullosos. Por eso lo proclamamos; por eso lo
queremos vivir amando nosotros de la misma manera a los demás.
No tememos que no nos entiendan y eso
nos pueda llevar a muchas incomprensiones por parte de los demás que se puedan
convertir incluso en persecuciones. Nos sentimos seguros y fortalecidos en el
Espíritu del Señor. Y damos testimonio de ello con nuestro estilo de vida, con
ese nuevo sentido con que hacemos todas las cosas, con esa intensidad de
nuestro amor.
Damos testimonio porque queremos
convertirnos en faro de luz en medio de tantas oscuridades. No es nuestra luz
con la que vamos a iluminar sino con la luz de Cristo en la que nosotros hemos
sido iluminados. No querrán aceptar esa luz pero nosotros la encendemos porque
queremos que haya vida y no muerte, porque queremos poner amor y solidaridad
frente a tantos odios y violencias, porque queremos decir que es posible un
mundo distinto cuando aprendemos a ser solidarios y a compartir, porque
queremos que brille de verdad la paz frente a tantos enfrentamientos,
discriminaciones, insolidaridades e injusticias.
No nos faltará la fuerza del Espíritu
para ser testigos.
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