Disponibilidad de fe y amor como San José para descubrir el plan de Dios para nuestra vida
Jer. 23, 5-8; Sal. 71; Mt. 1, 18-24
El misterio que vamos a celebrar en la Navidad de la Encarnación
y del Nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre nos manifiesta no sólo cómo Dios
quiere ser Emmanuel, Dios con nosotros, que se hace presente en nuestra vida
para manifestarnos su amor infinito y traernos la salvación, sino que al mismo
tiempo nos está expresando cómo Dios quiere contar con el hombre en la obra de
la salvación.
Siempre consideramos importante el Sí de María en la
Anunciación, como pronto volveremos a meditar, pero escuchando el evangelio de
hoy estamos contemplando cómo fue importante también el Sí de san José. Dios
quiso contar con San José porque iba a tener una función muy importante en el
Misterio de la Encarnación que estamos meditando y de cara a la obra de nuestra
Redención. José era el padre de familia de aquel hogar de Nazaret donde había
de nacer el Hijo de Dios hecho hombre, y donde aquel niño, que era el Hijo de
Dios, pero como Hijo del Hombre habría de crecer en edad, estatura y en gracia
ante Dios y los hombres. Y allí José tenía una función y una misión muy
importante que realizar.
Hoy escuchamos uno de los momentos más extensos del
evangelio en relación con la figura de José. ‘La madre de Jesús estaba desposada con José y, antes de vivir juntos,
resultó que ella esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo’. Aquí entra
la función de José en medio de sus dudas, pero también desde su fe profunda que
le llevaba a obrar siempre bien y a abrirse al misterio de Dios.
‘José, su esposo, era
bueno’, nos dice el
evangelista. No quería hacer daño aunque grandes eran las dudas de su corazón,
que se sentía atormentado por todo cuanto iba sucediendo. Quiere hacer las
cosas bien. Pero es un hombre de fe y
sabe escuchar a Dios en su corazón. Y el Señor se le manifiesta a través del
ángel del Señor en sueños. Se le revela el misterio de Dios que allí se está
realizando, se está manifestando. ‘No
tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella
viene del Espíritu Santo’.Y José cree, asiente con fe y con toda su vida.
Va a asumir plenamente las funciones de padre. ‘Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús porque El salvará
a su pueblo de los pecados’. Era función del padre el poner el nombre a su
hijo; recordemos lo que sucederá con Zacarías que será el que ponga el nombre
al niño llamándole Juan.
Allí se está realizando y manifestando el misterio de
Dios. Se cumplen las profecías. ‘La
Virgen concebirá y dará a luz hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que
significa Dios con nosotros’. Y José dice sí al misterio de Dios que se le
revela. José colabora en la obra del Señor en aquello que Dios le está
pidiendo. José es el hombre de la fe al mismo tiempo que el hombre del
silencio, pero el hombre del amor grande que nunca quería hacer daño a nadie.
Cuántas lecciones para nuestra vida. Cómo hemos de
crecer en nuestra fe abriéndonos al misterio de Dios para descubrir su voluntad,
para realizar el querer de Dios en nuestra vida. Algunas veces nos cuesta
descifrar los caminos del Señor y también nos llenamos de dudas sin saber qué
hacer, sin llegar a vislumbrar bien lo que el Señor nos pide. Pero ahí tiene
que estar nuestra fe, nuestro silencio para escuchar a Dios como lo hizo san
José, nuestra disponibilidad y nuestra generosidad, nuestro querer hacer
siempre el bien. Es lo que Dios siempre nos pedirá. Pueden ser cosas grandes o
cosas pequeñas lo que el Señor nos pida;
a cada uno Dios nos tiene también una misión y una función, que siempre estará
en beneficio de los demás.
En nuestra fe y en nuestra generosidad abrimos nuestro
corazón a Dios para escucharle, para seguir sus caminos, para vivir con una
intensa fe el devenir de nuestra vida de cada día. En cada momento o en
cualquier circunstancia el Señor se nos estará revelando y dándonos a conocer
lo que quiere de nosotros. Que haya en nosotros siempre esa disponibilidad de
la fe y del amor.
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