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viernes, 31 de mayo de 2024

Podemos seguir cantando al Señor como María porque reconocemos que la misericordia del se derrama sobre nosotros también de generación en generación

 


Podemos seguir cantando al Señor como María porque reconocemos que la misericordia del se derrama sobre nosotros también de generación en generación

Romanos 12, 9-16b; Sal.: Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6; Lucas 1, 39-56

En medio de la tribulación parecería que nadie podría dar saltos de alegría, que cuando nos aventuramos a algo nuevo que nos resulte desconocido podamos ser capaces de alejar de nosotros los miedos ante la incertidumbre y mantener firme la esperanza, que cuando emprendemos un camino nuevo que nunca hayamos recorrido lo hagamos con total seguridad de manera que alejemos de nosotros todo tipo de desconfianzas. Pero sí es posible mantener la esperanza aunque es necesario tener un gran equilibrio en nuestra vida porque de verdad tengamos unos sólidos cimientos sobre los que fundamentemos todas esas esperanzas y nos abran caminos de luz en nuestros ojos.

Hoy contemplamos a María dando saltos de alegría en su camino hacia las montañas de Judea. Sobre su vida se han abierto otros horizontes en los que quizá nunca habría pensado para si y tenía que sentir que todo aquello que le estaba sucediendo podría complicar su vida. Había marchado de Nazaret sin que su prometido esposo aun supiera el misterio que en ella se estaba realizando y eso podría sembrar algunas inquietudes en su corazón ante la posible manera de reaccionar de José; su marcha por los caminos de Samaría y Judea hasta llegar a las montañas de Judá habiendo partido de Galilea no era un camino de rosa – no podemos hacer comparación alguna entre lo que era entonces y lo que puedan ser hoy esos caminos – y eso entrañaba peligros de todo tipo y son miedos difíciles de superar; su presencia en casa de Zacarías e Isabel que iba a ser inesperada no sabía realmente la respuesta que podría encontrar, porque habían vivido en la distancia agravada en aquellos tiempos por la dificultad del transito entre unos lugares y otros.

Pero María iba cantando en su corazón. Podríamos decir que iba ensayando aquel canto con que prorrumpiría a la llegada a la casa de su prima Isabel. La sorpresa del recibimiento había sido algo agradable, porque sentía además que el misterio de Dios se revelaba más y más, sobre todo escuchando las palabras de Isabel. ‘¿De donde a mi que venga a visitarme la madre de mi Señor?’ habría prorrumpido, pero además la había llamado dichosa porque había creído en el Señor.

Sí, estamos contemplando el camino de fe de María. Muchas veces resaltábamos en este episodio la generosidad y el amor de María que allá había ido para servir a su prima Isabel, pero como trasfondo siempre tenemos que ver su fe. Es lo que resalta Isabel; es lo que se desprende del cántico de María; era la mujer que confiaba en el Señor y en sus manos se había puesto para dejar que en ella el Señor hiciera cosas grandes, obrara maravillas.

Es lo que ella ahora quiere cantar al Señor en aquel cántico seguramente tantas veces ensayado en su corazón en el camino desde Nazaret hasta la montaña. Por eso desborda de gozo en el Señor. Reconoce ella la mano de Dios en su vida; sin esa mano y esa presencia de Dios no podía realizarse en ella todas aquellas maravillas. Allí se está manifestando la misericordia del Señor. Lo va a repetir de mil maneras. Todo es un derroche de gracia, un derroche de misericordia que transforma los corazones como se ha ido transformando su propio corazón. Ahí esta recordando María toda la historia de Israel que ha sido la historia de la misericordia de Dios para con su pueblo y que ahora en su Hijo Jesús se va a realizar de manera tan admirable.

¿Seremos capaces de cantar a Dios así, con un corazón tan agradecido, por tantas maravillas de amor que va realizando en nosotros? Que se despierte nuestra fe para que podamos creer como María, para que podamos ver esa mano de Dios obrando en nosotros. ¿Quién te ha traído ahora mismo, en estos momentos, a este encuentro con la Palabra de Dios que nos está haciendo cosquillas en nuestro corazón?

Podemos sentirnos también perturbados por muchas cosas, porque la vida no siempre es fácil, porque el camino se nos hace duro, porque reconocemos nuestras debilidades y también tantos fracasos, pero también podemos seguir cantando al Señor como María porque reconocemos que la misericordia del Señor se derrama sobre sus fieles, se derrama sobre nosotros también de generación en generación. Mira tu vida de forma concreta, con lo que eres y como eres y descubre esas señales de la misericordia de Dios.

1 comentario:

  1. Hermosa reflexión. María con la visita a su prima Isabel nos habla de compromiso, solidaridad, entrega, alegría. Servicio. No hay tiempo que perder.

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