Hay unos pasos que no nos podemos saltar que es el camino del amor y del servicio, de la entrega y de la pasión para llegar al Reino de Dios
1Pedro 1, 18-25; Sal 147; Marcos 10, 32-45
Un amigo, un familiar, un conocido en el lugar oportuno podría
abrirnos quizá muchas puertas. Así pensamos, así deseamos porque una
influencia, una ‘manguita’, una palabra de alguien en su momento podría
ayudarnos quizá a conseguir nuestras ambiciones, nuestros sueños. Así vamos
muchas veces por la vida haciendo galas de que conocemos a tal o cual
personaje, que somos amigos ‘íntimos’ que hemos comido juntos tantas veces, y
nos queremos subir en nuestros pedestales porque así alcanzamos ‘el cielo’ de
nuestros sueños nos parece que con mayor facilidad.
¿Pensarían así aquellos dos hermanos, los hijos de Zebedeo, porque
quizá eran pariente de Jesús? Uno de los evangelistas al narrarnos este
episodio nos dice que fue precisamente la madre la que vino a decir ‘la palabra
oportuna’ a Jesús para conseguir para sus hijos las mejores influencias. Como
nos narra san Marcos al que estamos siguiendo en este momento, vinieron muy
decididos a pedir los primeros puestos, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
Pero el contraste está en que previamente el evangelista no había
contado que subían a Jerusalén – un detalle curiosos parece que Jesús tenia
prisa porque dejaba a todo el mundo atrás y los discípulos estaban extrañados y
la gente se preguntaba que pasaba para aquellas prisas – pues cuando subían a
Jerusalén Jesús les había querido dar las claves de aquella subida. ‘Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el
Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, lo
condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, se burlarán de él, le
escupirán, lo azotarán y lo matarán; y a los tres días resucitará’.
Como sucederá en otras
ocasiones en que Jesús haga el mismo anuncio, los discípulos no se enterarán de
las palabras de Jesús. No entendían, les daba miedo preguntarle, como se dice
en otras ocasiones. Y tanto no se enterarán que a continuación se acercarán los
Zebedeos con aquella petición que antes comentábamos.
No os enteráis. No sabéis
lo que pedís. Y les habla de cáliz de entrega y les habla de bautismo, que Jesús
ha de beber y por el que Jesús ha de pasar también. ¿Estáis dispuestos? Con
demasiado entusiasmo dicen que sí. Pero Jesús les va a explicar una vez más
cual ha de ser el sentido de su discípulo. Vais a beber el cáliz, vais a pasar
por ese bautismo, pero ser primero es otra cosa. No os dejéis seducir por el
estilo y el sentido del mundo. Todos quieren ser primeros para tener
influencia, para mandar y para estar por encima; son los afanes del poder y de
las glorias humanas. Son los sueños que se nos meten en el corazón y nos
confunden.
Entre vosotros no podrá ser
así. ¿Recordáis lo que os acuciaba que le va a pasar al Hijo del Hombre en su
subida a Jerusalén? ¿Por qué le va a pasar todo eso? Porque he venido para
servir, no para que me sirvan, he venido para entregar mi vida para que todos
tengan vida. Por eso el que me sigue tiene que caminar por el mismo camino de
servicio y de la entrega, aunque tenga que hacerse el último, es más, haciéndose
el ultimo de todos y el servidor de todos. Y eso pasa por en cáliz y por un
bautismo. Significará amargura, dolor, sufrimiento, muerte, pero es el camino
de la vida porque todo eso se hace por el camino del amor.
¿Lo habremos entendido
nosotros? ¿O seguiremos queriendo saltarnos los pasos que hemos de dar buscando
cómodas facilidades en el camino del Reino de Dios que hemos de construir?
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