Cuando levantéis al Hijo del Hombre sabréis que soy yo
Núm. 21, 4-9; Sal. 101; Jn. 8, 21-30
El camino del desierto se le hacía largo y costoso al
pueblo de Israel. Ese camino hacia la tierra prometida estaba lleno de pruebas
y dificultades pero que fueron haciendo madurar al pueblo, constituirse como
pueblo, aunque en ocasiones, como nos narra el texto de hoy, estaban exhaustos
por el camino. Surgían desesperanzas, perdían el ánimo, se encontraban sin
fuerzas, todo les resultaba pesado y monótono y se rebelaban contra el Señor.
Nos sucede en los caminos de la vida; nos sucede en el
camino de superación que como personas hemos de ir realizando día a día que en
ocasiones se nos hace cuesta arriba; nos sucede en el esfuerzo que hemos de ir
realizando en nuestra vida cristiana para superar obstáculos y tentaciones,
para mantener firme el ritmo de nuestra fe y de nuestro amor, para superar
rutinas y frialdades que nos aparecen como tentaciones continuamente.
‘No tenemos pan ni
agua y nos da náusea ese pan sin cuerpo’, protestaban contra Dios y contra Moisés. Tenían
incluso la tentación de volverse a Egipto aunque allí vivieran sin libertad. ‘El pueblo habló contra Dios y contra
Moisés’. Como nos sucede tantas veces a nosotros. Nos pudiera parecer en
nuestra debilidad que no tiene sentido lo que hacemos o el esfuerzo de cada día
por superarnos. Hasta pensamos en ocasiones que otros tenían que ser hasta los
mandamientos o las normas morales de nuestra vida.
Moisés levantará en medio del campamento el estandarte
con la serpiente de bronce que será una señal para Israel de que, a pesar de su
rebeldía, Dios sigue estando con ellos y les ayuda. Es también para nosotros
una señal. Esta Palabra que estamos escuchando nos conforta en la lucha de
nuestra vida, nos anima y nos hace crecer en nuestra fe y en nuestros deseos de
ser cada día mejores y más fieles.
Será la imagen y la señal que nos ofrecerá Jesús
también a nosotros. Tenemos que mirar a lo alto, tenemos que mirar a quien va a
ser levantado también en lo alto de la cruz y que será para nosotros la gran
señal de que Dios nos ama. Así se lo dijo Jesús a Nicodemo – ‘como Moisés levantó la serpiente en el
desierto, así ha de ser levantado el Hijo del hombre para que todo el que cree
en El tenga vida eterna’ – y así nos lo repite hoy en el evangelio. ‘Cuando levantéis al Hijo del Hombre
sabréis que soy yo, y que no hago nada por mi cuentas, sino que hablo como el
Padre me ha enseñado’.
Los judíos, como escuchamos hoy en el evangelio, no
terminan de conocer a Jesús y comprender quién es. No entienden sus palabras y
hacen sus propias interpretaciones. Ahora le preguntan ‘¿Quién eres tú?’ Pero
Jesús no viene a condenar sino a salvar.
‘Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba; vosotros sois de este
mundo, yo no soy de este mundo’, les dice. Pero no comprenden que Jesús
viene del Padre; no comprenden la salvación que nos viene a ofrecer Jesús. Y
habla de ser levantado en lo alto y entonces le conocerán. Es que cuando sea
levantado en lo alto de la cruz está manifestándonos todo lo que es el amor que
Dios nos tiene y podremos conocer a Jesús y podremos conocer a Dios.
Sigamos buscando a Jesús; sigamos mirando a lo alto de
la cruz y conoceremos a Dios. ‘No hay
amor más grande que el de quien da la vida por los que ama’. Y eso lo
aprenderemos mirando a la cruz de Cristo, porque vemos su amor, porque vemos su
entrega hasta el extremo de dar su vida por nosotros. Miramos a la Cruz de
Jesús y en El ponemos toda nuestra fe y toda nuestra esperanza. Miramos a la
cruz de Cristo y nuestra vida se llena de nuevo de esperanza. Miramos a la cruz
de Cristo y sentimos su fuerza y su gracia para nuestro esfuerzo y para nuestra
lucha. Miramos a la cruz de Cristo y vemos las metas altas a las que tenemos
que aspirar.
Miramos a la cruz de Cristo y ahí vemos la gran señal
de nuestra salvación. Miramos a la cruz de Cristo y nos sentimos impulsados al
arrepentimiento, a la conversión, al amor. No puede ser otra nuestra respuesta.
Es la respuesta que con entusiasmo, con firmeza y seguridad queremos ir dando
estos días en la medida en que nos acercamos a la celebración de la Pascua. No
temamos mirar a la cruz de Cristo; no temamos subir con Jesús hasta la cruz.
Ahí está nuestra vida y nuestra salvación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario