Pongamos
silencio y disponibilidad en nuestro corazón para leer los signos de Dios y no
olvidemos que podremos ser signo de Dios para muchos que te rodean
Isaías 7, 10-14; Salmo 23; Romanos 1, 1-7;
Mateo 1, 18-24
‘Pide un signo, una señal, al Señor,
tu Dios, en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo’, le dice el profeta
al rey Ajaz. Pero el rey no se atreve a pedir señales aunque el profeta se las
dará. En cambio José si está esperando señales; hay cosas que están sucediendo
que no entiende, prefiere esperar aunque su corazón está pidiendo algo.
No se trata aquí de señales de tráfico,
que las carreteras están llenas de ellas. Son otros caminos más profundos los
que necesitan señales, ‘en lo hondo
del abismo o en lo alto del cielo’, como decía el profeta. En ocasiones nos
sentimos en lo más hondo del abismo, aunque luego tengamos otros momentos de
exaltación; pero en una y otra ocasión no sé si sabremos siempre leer lo que
nos sucede. Las palabras en la escritura se conforman con signos que ya
estudiamos desde pequeños para saber leer; en esos signos escritos algo se nos
quiere decir y para eso hemos hecho un aprendizaje; en los signos que nos van
apareciendo en la vida también tendríamos que saber leer, haber hecho un
aprendizaje, pero siempre estamos a tiempo.
José se interroga por dentro ante lo
que está sucediendo y estaba queriendo encontrar esos signos, esas señales; es
la tarea, por así decirlo, de todo creyente; en los mismos textos que estos
días se nos están ofreciendo lo encontramos, Zacarías se pregunta incrédulo en
el templo cuando el ángel del Señor le anuncia que su mujer va a concebir a
pesar de la vejez, y le costará entender. María también se ha quedado dando
vueltas en la cabeza al mensaje del ángel; no conoce varón ¿cómo va a ser
madre? Está pidiendo señales, quiere saber leer esos signos de Dios aunque ella
siempre estás disponible para Dios.
¿Tendremos nosotros que leer algunos
signos también ahora cuando escuchando esta Palabra de Dios estamos dando los
últimos pasos en la preparación de la Navidad? Aprender a leer esas señales de
Dios nos hará que podamos vivir una verdadera Navidad; no nos podemos quedar en superficialidades,
desde lo hondo de nosotros mismos nos queremos elevar también hasta Dios para
escucharle, para recibirle. Ahí en lo que somos y vivimos, ahí en lo que son
los problemas de cada día, ahí en ese mundo concreto que vivimos con todas sus
circunstancias, ahí en la manera incluso en que el mundo que nos rodea tiene la
forma de celebrar la navidad, ahí en los grandes problemas de nuestra sociedad
y de nuestro mundo, ahí quiere llegar la Navidad, ahí quiere llegar Dios y
tenemos que descubrir cómo y qué parte tenemos nosotros en ello.
Porque nosotros hemos de leer esos
signos de Dios, pero también hemos de reconocer que nosotros tenemos que ser
esos signos de Dios para el mundo que nos rodea; será la forma en que
celebremos la navidad, en que vivamos la navidad, será la profundidad que le
demos a lo que hacemos estos días, será el nuevo sentido en el que tenemos que
envolver cuando hacemos. Y es lo que este último domingo tenemos que descubrir.
El ángel del Señor se le manifestó en
sueños a José y José comprendió todo el misterio de Dios que allí se estaba
manifestando. ¿Se preguntaría por qué tenían que sucederle a él todas esas
cosas? Se lo preguntaría como nosotros también tantas veces nos preguntamos,
pero en José había disponibilidad, había generosidad en su corazón, y recibió
a María, su mujer, en su casa como le había pedido el ángel. Fue un ponerse
en camino, porque todo no terminaba ahí, vendría el edicto del emperador y el
viaje inesperado a Belén, pero todos los acontecimientos que luego se
sucedieron casi como una cascada, porque el regreso a Nazaret no fue tan pronto
como hubiera deseado, con la huída a Egipto por medio. Pero José era un hombre
de fe y seguía escuchando a Dios, seguía leyendo los signos de Dios.
Cada uno de nosotros ha de hacer su
lectura en su propia vida y en cuanto le acontece. Sepamos encontrar momentos
de silencio y de recogimiento porque entre el ruido y los afanes de las cosas
nos va a ser más difícil escuchar ese susurro de Dios en nuestro corazón. Dios
llega a nosotros de la forma que menos lo esperamos porque Dios siempre se hace
sorprender en nuestra vida. Pero su sorpresa siempre es una sorpresa de amor,
es el regalo más hermoso que podemos recibir que no es ni papá Noel ni lo Reyes
Magos quienes nos lo van a traer.
Pongamos silencio y disponibilidad en
nuestro corazón para leer los signos de Dios. No tengamos miedo a lo que nos
diga o nos pida el Señor. Que no nos falte la paz en nuestro interior que será
la base de la paz que vayamos logrando en el mundo que nos rodea. Y recuerda
que tú podrás ser, o tendrás que ser signo de Dios para muchos que te rodean,
con tu presencia, con tu palabra, con tu compañía en el camino de la vida, con
tu generosidad, con tu amor.
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