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viernes, 6 de noviembre de 2020

Tenemos un ascua, una llama fuerte y viva que no solo nos da calor sino que nos da vida, que es el fuego del Espíritu, encendámonos en el fuego de su amor

 


Tenemos un ascua, una llama fuerte y viva que no solo nos da calor sino que nos da vida, que es el fuego del Espíritu, encendámonos en el fuego de su amor

Filipenses 3, 17 – 4,1; Sal 121; Lucas 16, 1-8

‘Cada uno arrima el ascua a su sardina’. Es un dicho que habremos escuchado más de una vez. Desde la experiencia de un asado de sardinas en común donde cada uno quiere que la sardina que se va a comer esté en su punto y si puede la arrima a la brasa que mejor pueda cocinarla, estamos diciendo como en la vida cada uno vela por sus intereses. Y de qué manera, tendríamos que decir; de ahí surgen todas las astucias, todos los planes para obtener las mejores ganancias, los mayores beneficios, muchas veces sin importarnos lo que le pase a los demás o incluso el daño que les podamos hacer, porque lo que nos importa es nuestro interés. Es la astucia en nuestros negocios y ganancias, en los trabajos que realizamos, pero que, tenemos que reconocerlo, tenemos también el peligro de actuar de forma injusta se acoge a las leyes del mercado o se salta toda ley o todo principio ético.

Es la conclusión que Jesús nos está sacando de la parábola que nos propone, como hemos escuchado hoy, del administrador que se vale de sus mañas, pero que cuando se vea despojado del trabajo por su mala administración, tenga quien le acoja porque antes había tenido sus arreglos con él. Pero ¿nos está diciendo Jesús que tenemos que actuar de esa manera? Es quizás lo que muchas veces nos ha escandalizado de la parábola porque en una reflexión superficial nos quedamos en la injusticia de aquel  hombre que nos pareciera que se nos está poniendo por modelo.

Pero, no es esa la intención de Jesús cuando nos propone la parábola, sino decirnos que si los hijos de este mundo andan así con sus astucias, nosotros para el bien que tenemos que realizar ¿pondremos tanto empeño? No vamos a responder con maldad o con injusticia al mal que nosotros podamos recibir, pero sí tenemos que despertar porque no nos podemos quedar adormilados en la tarea que tenemos que realizar para hacer que nuestro mundo sea mejor.

En el mundo tan plural como vivimos, con tan diversas opiniones, maneras de pensar, ideologías con las que se mueve la gente de nuestro entorno, pareciera algunas veces que nosotros no nos sentimos tan seguros de nuestra fe, de nuestros principios, de los valores que aprendemos del evangelio, y vamos por la vida como timoratos, temiendo expresar nuestra opinión, nuestro sentido de la vida, en una palabra nuestra fe. No podemos acobardarnos, no podemos encerrarnos en nuestros círculos porque ahí no vamos a encontrar oposición y todo lo podemos vivir con mucha tranquilidad y mucha paz.

¿Dónde se queda entonces aquel mandato de Jesús de ir por el mundo anunciando la buena nueva del evangelio y del Reino de Dios? Pareciera que nos sentimos inseguros y acobardados, no terminamos de creernos las palabras de Jesús que nos prometió que no tuviéramos miedo de presentarnos ante los tribunales o ante cualquiera porque el Espíritu del Señor pondría palabras en nuestros labios y fortaleza en nuestro corazón.

Y el mundo necesita escuchar una palabra de vida y de salvación. Por mucho que cacareen a nuestro alrededor con sus ideas y tantas veces traten de cerrarnos la boca y de callarnos, sin embargo nos encontramos como se encuentran vacíos, les falta alto que les eleve el espíritu, que les haga trascender del día a día de las cosas o del materialismo en que se vive que no les da la auténtica felicidad. Y nosotros tenemos una palabra que decir, nosotros tenemos un mensaje que ofrecer, nosotros tenemos una vida que queremos vivir y con la que hemos de contagiar a nuestro mundo para que encuentre la verdadera salvación. Nos falta astucia, nos falta valentía, nos falta arrojo para lanzarnos con ímpetu en ese anuncio que tenemos que proclamar.

Utilicemos todos los medios que están a nuestro alcance para hacerlo; no dejemos que otros se nos coman esos medios de los que hoy podemos disponer en nuestra sociedad, y todas esas redes sociales, todos esos medios modernos hoy de comunicación hemos de saber utilizarlos para que sean también altavoces de la Palabra de Dios, valiéndonos también de todas las mejores técnicas y técnicos que estén a nuestro alcance para hacerlo de la mejor forma posible. se nos están yendo de las manos o dejamos que sean solo otros los que los utilicen porque muchas veces nosotros por nuestros miedos y cobardías llegamos tarde. Hay tantas posibilidades hoy de ser portavoces del evangelio para que llegue a todos. Que llegue esta reflexión a tus manos por estos medios - la semilla de cada día - es un intento por mi parte quizá muy atrevido pero que considero necesario.

Tenemos un ascua, una llama fuerte y viva que no solo nos da calor sino que nos da vida, que es el fuego del Espíritu. Encendámonos en el fuego de su amor.


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