Fe que nos está pidiendo Jesús que llenará de esperanza
nuestro corazón aun cuando muchas veces nos sigamos viendo envueltos en
oscuridades y dificultades
Hechos 13, 26-33; Sal 2; Juan 14, 1-6
Quizás nos encontremos
a quien en un afán de aventura se lanza a los caminos sin tener meta clara a
donde ir, rumbo a lo desconocido, ni las características de los caminos que ha
de recorrer ni una idea aproximada de lo que se va a encontrar. Es cierto que
hay quien tiene ese espíritu aventurero y también tiene su encanto ese caminar
sin rumbo, sin meta, y haciendo caminos al andar como dice alguna canción.
Pero lo que entra
dentro de lo normal es que queramos saber a donde vamos, a donde nos quieren
llevar si es alguien que nos invita a hacer camino con él, que sepamos al menos
de una forma aproximada lo que nos vamos a encontrar, aun con las sorpresas que
en si tiene también todo camino, y que tengamos una idea de lo que va a ser el
camino para ir debidamente preparado para realizarlo. Nos gusta la previsión en
la medida que podamos y tener los preparativos adecuados.
Es la aventura de la
vida, podríamos decir, pero es la vida con unas metas y unos recorridos a hacer
aunque siempre vayamos predispuestos a aceptar lo nuevo que nos vayamos
encontrando. Viajar siempre entraña un enriquecimiento porque nos descubre
nuevas cosas, nuevos mundos, nuevos horizontes y nos hace ponernos a aspirar y
soñar también con algo grande que nos podamos encontrar.
Demasiado preámbulo
nos puede parecer quizá para lo que queremos comentar. Creo que lo podemos
entender como una referencia a lo que es el camino de la vida, con nuestras
metas, nuestros objetivos, nuestras búsquedas, el desarrollo de nuestras
responsabilidades, lo que buscamos y aquello por lo que luchamos, aquello que
son nuestros sueños y que son nuestras ilusiones y esperanzas. Cosa terrible en
la vida de una persona es no tener metas, no tener sueños, no ilusionarse por
nada, por alcanzar algo. ¿Para qué vivir, entonces? ¿Simplemente vegetando? ¿Simplemente
dejándonos arrastrar por lo que vaya saliendo? ¿Cómo un juego quizás? Algunos
algo así se lo toman, pero creo que es algo serio.
Las palabras de Jesús
que hoy escuchamos fueron pronunciadas en la última cena cuando todo sonaba a
despedida, pero los mismos discípulos estaban desorientados porque no
terminaban de entender lo que iba a suceder ni siquiera las palabras de Jesús. Jesús
las habla de que han de mantener la calma, que no han de perder la paz, porque
toda su confianza tienen que ponerla en El. ‘No se turbe vuestro corazón.
Creed en Dios y creed también en mí’, les dice. Y les habla del sitio que
les prepara y del que vendrá a
buscarlos. Pero ellos no entienden; no terminan de ver clara la meta que Jesús
les está proponiendo, la esperanza que Jesús les está ofreciendo, y por eso
dicen que no saben ni a donde ir ni el camino que les llevará. Parece tiempo
perdido en todo lo que les ha hablado Jesús.
No tenían clara la
meta del cielo, no terminaban de entender la vida eterna que Jesús les
prometía, no terminaban de llenar de trascendencia su vida y se está quedando
de tejas abajo, solo en las cosas que ven con los ojos pero no terminan de
abrir sus vidas a horizontes de eternidad. No saben que hacer ni qué camino
tomar.
Y Jesús les dice que
El es el Camino, que El es la verdad que buscan, que El es esa Vida que les
ofrece. ‘Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo
podemos saber el camino? Jesús le responde: Yo soy el camino y la verdad y la
vida. Nadie va al Padre sino por mí’.
Son claras
las palabras de Jesús. Es la meta y el camino que nos ofrece. Es el sentido
pleno de nuestra vida que nos llevará por horizontes de plenitud. Es la fe que
nos está pidiendo que llenará de esperanza nuestro corazón, aun cuando muchas
veces nos sigamos viendo envueltos en oscuridades con los problemas que nos
vamos encontrando en la vida, con las dificultades para avanzar. Siguiendo las
huellas de Jesús, haciendo su mismo camino, viviendo como El vivió llegaremos a
la plenitud del amor y de la vida eterna.
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